17 Ene 2020

HELLO! 1

El misterio de Cristo en cada uno de los tiempos del año litúrgico nos mueve a manifestar con nuestra propia vida la obra de Cristo a través de sus palabras, gestos y acciones, al proclamar como Asamblea Litúrgica, su Pasión, Muerte y Resurrección, es decir, el evento salvífico que ha marcado la vida de aquellos hombres y mujeres que se han acogido al anuncio de la Buena Nueva.

Después de habernos preparado al acontecimiento de la Navidad, como cristianos debemos seguir caminando para fortalecer nuestra vida espiritual a través de la Palabra, la Eucaristía y las obras de misericordia, siendo una comunidad orante que se reúne para la espera de la nueva venida del Señor (Mons. Guido Marini).

La liturgia del Tiempo Ordinario se vive con la actitud de la esperanza, que anticipa la gloria futura, y que renueva la experiencia con “Jesucristo, ayer, hoy y siempre” (Hb. 13, 8). Dentro del año litúrgico tenemos dos momentos en los cuales nos dejamos conducir por la gracia de este «tiempo ordinario» y que acrecienta nuestra relación con la Trinidad y la experiencia en la esperanza de la vida eterna; el primero, entre el tiempo de la Navidad y la Cuaresma; y el segundo, después de la Pascua hasta antes del Domingo I de Adviento, constituyendo 34 semanas de las 52 que conforman el año civil, y en la cuales, vamos caminado juntos como Iglesia, anunciando y proclamando la obra salvífica de Cristo, bajo sus enseñanzas y palabras que se manifiestan en la misma vida litúrgica de este tiempo. Es decir, “la actividad de la Iglesia y al mismo tiempo la fuente de donde mana toda su fuerza” (Constitución Sacrosanctum Concilium, n. 10).

Hemos de recordar que este tiempo, por el hecho mismo de ser “ordinario” no significa que sea menos importante o que no tenga la misma fuerza que los otros tiempos litúrgicos (Navidad, Pascua, etc.…),sino al contrario, la vida litúrgica de cada uno de los tiempos se complementa para armonizar el misterio de Cristo en orden a la Santidad y la Salvación.

Leonardo Rafael Castro Solís
Primero de Teología

01 Dic 2019

HELLO! 1

El Adviento, es un tiempo litúrgico de preparación espiritual para la Fiesta de la Navidad del Señor (25 de diciembre) que dura cuatro semanas. La palabra Adviento es una palabra que vive del latín “Adventus” que significa “la llegada”. Se usaba entre los romanos para anunciar la llegada victoriosa del emperador.

Nosotros los cristianos, nos preparamos precisamente para la llegada de Jesucristo a nosotros, a nuestras vidas, a nuestra historia. De tal manera que la misa de cada domingo va disponiendo nuestro espíritu, para una celebración cristiana de la navidad, el nacimiento del Sol que nace de lo alto.

Cuando vamos a recibir alguna visita importante en nuestra casa, ponemos especial cuidado en limpiarla y arreglarla, con mayor razón cuando sabemos que vendrá mucha gente por tener alguna fiesta. El Adviento es precisamente un tiempo y una oportunidad para arreglar y disponer nuestro espíritu que será la casa espiritual en la que recibiremos a Cristo Jesús. Las celebraciones litúrgicas del Adviento nos irán orientando en nuestra preparación espiritual y cristiana.

Recomendaciones para vivir este tiempo:
• Hay que velar para que no dormirnos en nuestros propios vicios.
• Hacer oración.
• Participar con suma diligencia y devoción en las celebraciones litúrgicas.
• Hagamos una o algunas obras de caridad. Recuerda que la caridad no solo se trata de regalar cosas, sino también compartir una palabra de aliento, una sonrisa. ¡Asegurémonos de demostrar que Dios vive en nosotros!
• Ante todo esto, levantemos la cabeza y fijemos la mirada, veamos los esfuerzos y las luchas continuas de tanta gente buena que se organiza, trabaja, y lucha por un mundo mejor, sostenida por la fe. ¡Incorporémonos y formemos parte de esa gente buena!

Tres actitudes para vivir el Adviento:
1. Esperanza: este tiempo nos invita a esperar. Nosotros esperamos la aparición gloriosa y definitiva de nuestro Señor Jesucristo. La esperanza es una virtud cristiana que debe marcar este tiempo de Adviento.
2. Atención o vigilancia: “Velen, manténganse firmes en la fe, sean hombres, sean fuertes” (1 Co 16, 13). Debemos estar pendientes, dispuestos y atentos, esperando al Señor.
3. Alegría: para muchos, estos tiempos son tiempos tristes y difíciles, pero los cristianos debemos luchar por estar alegres, sin olvidar que nuestra alegría está en el Señor. La llegada de Jesús nos debe animar y alegrar, como a Juan el Bautista que salta de gozo en el seno de su madre (Lc 1, 42-55).

Que este tiempo nos ayude a ser mejores cristianos, a seguir siendo luz que ilumina a los que viven en oscuridad. Que la solemnidad de la Navidad nos recuerde el gran misterio de nuestra redención, preparemos nuestra mente, nuestro corazón y nuestro espíritu para vivir con intensidad este tiempo de Adviento. Cuidemos el no mundanizar este tiempo, y nunca olvidemos su verdadero sentido.

Que la Virgen María primicia del Adviento, nos ayude a caminar atentos y listos para la segunda y definitiva venida de Jesús, nuestro Señor.

Héctor Elías Morales Montes.
Segundo de Teología

19 Abr 2019

HELLO! 1

Al llegar la Pascua, vestimos de blanco el altar y los ornamentos del sacerdote, retomamos el ambiente de fiesta y regocijo porque Jesús nos ha salvado, y por eso, celebramos su misericordia, celebramos su ascensión al cielo y el envío de su Espíritu Santo.

No obstante de que la Pascua dura 50 días, podemos decir que todos los domingos del año, sin importar si es tiempo Ordinario, Adviento o Cuaresmal son profundamente pascuales, porque celebramos siempre la muerte y resurrección del Señor. En misa, las palabras del sacerdote nos lleva en tiempo, momento y día en que “Cristo nuestra Pascua, fue inmolado”, convirtiéndose en una invitación constante a vivir todo nuestro año como si fuera Pascua. Es decir, con la alegría de sabernos salvados del pecado, siendo redimidos por Cristo, restaurados en la dignidad de hijos de Dios, recuperando lo que habíamos perdido por causa dDespués de la Cuaresma y la Semana Santa, celebramos la Pascua. Periodo de cincuenta días en que celebramos el momento más grande de nuestra fe: la resurrección del Señor.

La palabra Pascua significa “salto”, o bien “paso”, y hace referencia a la narración que nos cuenta el libro del Éxodo, donde Dios va pasando de casa en casa en la última plaga de Egipto, con la muerte de los primogénitos, y se salta aquellas casas que tienen en el marco de la puerta la marca de sangre de un cordero. En el Nuevo Testamento, la Pascua o el “salto” lo hace Jesús en lugar nuestro, muriendo, saltándonos el castigo merecido por nuestro duro corazón.

En nuestros días, la Pascua comienza con el canto de Gloria en la celebración de la Vigilia Pascual, el Sábado Santo por la noche, y se extiende hasta la fiesta de Pentecostés. Eso nos hace concluir que, no podemos llegar a la Pascua y vivirla en modo y forma adecuados, si no hemos pasado por el camino de la escalada cuaresmal. Los 40 días que anteceden a la Pascua son el preámbulo de preparación para la experiencia de Jesús resucitado. ¿Y qué significa esto?

Que si es mi deseo encontrarme en la Pascua, con sincera alegría y especial devoción, he de haber vivido la cuaresma con el mismo propósito. Una va de la mano de la otra. Durante la Cuaresma, reflexionamos sobre nuestra vida, y cómo la hemos vivo, meditamos sobre el paso de Dios en ella y el efecto que nos produce, buscando ir cambiando aquellas cosas que en la reflexión propia, percibimos que no están del todo bien. De tal manera que, al llegar a la Pascua podamos resucitar junto con Cristo a una vida nueva.

Al llegar la Pascua, vestimos de blanco el altar y los ornamentos del sacerdote, retomamos el ambiente de fiesta y regocijo porque Jesús nos ha salvado, y por eso, celebramos su misericordia, celebramos su ascensión al cielo y el envío de su Espíritu Santo.

No obstante de que la Pascua dura 50 días, podemos decir que todos los domingos del año, sin importar si es tiempo Ordinario, Adviento o Cuaresmal son profundamente pascuales, porque celebramos siempre la muerte y resurrección del Señor. En misa, las palabras del sacerdote nos lleva en tiempo, momento y día en que “Cristo nuestra Pascua, fue inmolado”, convirtiéndose en una invitación constante a vivir todo nuestro año como si fuera Pascua. Es decir, con la alegría de sabernos salvados del pecado, siendo redimidos por Cristo, restaurados en la dignidad de hijos de Dios, recuperando lo que habíamos perdido por causa de Adán; y vencedores de la muerte en Cristo Jesús. ¿No es acaso todo eso, el motivo suficiente para estar alegres todo el año?

¡Celebremos la Pascua de Cristo, todos los días!

Jesús Pablo Saldívar Castillón / 3ero. de Teología
Revista San Teófimo No. 141

18 Ene 2019

HELLO! 1

Es fácil identificar por lo menos 3 signos o características importantes que representen a los tiempos litúrgicos del Adviento, Cuaresma o la Pascua, pero al llegar al Tiempo Ordinario nos atoramos. Y es que, precisamente el “Tempus per annum” (que en latín significa literalmente Tiempo Durante el Año, y tradicionalmente llamado Tiempo Ordinario) no tiene signos notoriamente particulares o decoraciones tan vistosas o llamativas como otros tiempos, pero eso no significa que por llamarse “ordinario”, su nombre sea sinónimo de “indiferente”, al contrario, el Tiempo Ordinario es algo extraordinario dentro de los cotidiano.

¿Cuál sería pues la característica principal del Tiempo Ordinario? Podríamos comenzar diciendo que la primera peculiaridad de este tiempo es su duración. El Tiempo Ordinario es un periodo largo, que ocupa más de la mitad del año, contando de 33 a 34 semanas de duración, dividido en dos partes. La primera que abarca de 7 a 8 semanas y va desde el lunes siguiente al Bautismo del Señor, hasta el martes antes del Miércoles de ceniza; y la segunda parte de 26 a 27 semanas, que va desde el lunes siguiente al domingo de Pentecostés, hasta el sábado antes del primer domingo de Adviento.

Otra característica muy notoria de este tiempo es el color verde. Los ornamentos del sacerdote y algunos manteles del prebisterio resaltan ese color, que para algunos simboliza la esperanza.

Fiestas importantes como la Santísima Trinidad, el Jueves de Corpus Christi, el Sagrado Corazón y la Transfiguración del Señor se celebran en el Tiempo Ordinario; y no olvidemos la Solemnidad de Cristo Rey del Universo, con la que se da fin al tiempo y año litúrgico, en el último domingo Ordinario.

También, en el Tiempo Ordinario ponemos especial interés en el santoral, es decir en la conmemoración de los santos en cada día, dandonos la oportunidad perfecta para recordar a aquellos que durante su vida vivieron el evangelio de manera heroica y valiente y ahora gozan
en la presencia de Dios, invitándonos al mismo seguimiento de Cristo, y dándonos con su ejemplo la promesa de que es posible vivir el Evangelio.

La característica principal y esencial del Tiempo Ordinario y que lo hace extraordinario, es la maravillosa oportunidad de vivir los sucesos de la vida de Jesús sobre la tierra, sus palabras y gestos, así como sus acciones, dándonos la ocasión para reflexionar las situaciones más comunes de nuestra vida a la luz del misterio de Cristo. Disfrutemos pues este santo Tiempo Ordinario, viviéndolo como Dios manda.

Jesús Pablo Saldívar Castillón
3º. de Teología