02 Nov 2015

HELLO! 1

Con Faustina Kowalska, ciertamente creo que la misericordia del Dios de Vida se debe traducir en confianza de nuestra parte. Temo, porque así soy yo, cuando veo los rayos celestes y fucsias salir del pecho de un Jesús edulcorado; no me gusta pensar en la misericordia como algo ‘por venir’ en el día de necesidad. Tal vez demasiado pelagiano, me resulta un pobre sustituto de la convicción de que Jesucristo ya me mostró que habrán lágrimas, pérdidas y agonías…, pero nunca estará lejos el amor del Padre.

Esa sonrisa casi complaciente en las estampas del señor de la misericordia, me hacen pensar que Dios sabe que soy bastante inútil para alcanzar la promesa y casi con sorna está esperando que me tire de rodillas a pedirle compasión, fuerza…, ni modo, son vías que me ponen de mal humor. No temo pedir, me molesta creer tan poco en lo humano y en mi humanidad y, después, decir que Jesús fue plenamente humano: ¿si el confió en nosotros como su iglesia, por qué motivo tenemos que auto-flagelarnos?, ¿si el entregó su obra a nuestro cuidado, por qué razón tememos aceptar el compromiso con la frente en alto?

Creo que el amor del Dios que vemos revelado en Jesús fue el del profeta: me exige, me obliga a luchar por ser mejor cada día…, cierto, no compro nada con mis acciones…, ni lo hago para comprar algo más; lo hago convencido de que ser fiel a este Maestro me conduce a un camino de amor en el del servicio a la humanidad, el de la opción por los más pobres, el de quien no tuvo miedo a sentarse a la mesa de fariseos ni de invitar a  mujeres, ni de entrar a casa de Zaqueo, ni de confiar en titubeantes galileos…, en una palabra, creo que la misericordia que hemos recibido en Jesús más que un cariñoso extra, es una exigencia brutal para cambiar los ‘valores’ que pueden estar guiando mi vida: su amor me mostró que nada humano nos debe resultar ajeno.

Sí, creo que la misericordia se traduce en la confianza de que el evangelio que nos ha sido dado, es el camino, EL ÚNICO CAMINO que me convence, para trascender los valores de negociación, ganancia, utilidad. Y, tú, ¿cuál es tu visión de misericordia?, ¿te impulsa a vivir con más plenitud tu humanidad’, ¿te ha retado a madurar?

 

Por: Dr. Luis Eugenio Espinosa.

29 Oct 2015

HELLO! 1

… la misericordia está en el Cielo y a ella se llega ejerciendo

misericordia en la tierra (Sermón sobre la misericordia, Cesáreo de Arlés)

Decía este santo nacido en suelo de la actual Francia allá alrededor del año 500: Bienaventurados los misericordiosos porque alcanzarán misericordia (Mt 5, 7). Dulce es el nombre de la misericordia, hermanos; y si lo es el nombre, ¡cuánto más lo será la realidad! Aunque todos los hombres quieren tenerla, por desgracia no todos obran de manera que merezcan recibirla: todos quieren recibir misericordia, pero pocos son los que quieren darla.

(…) Dios tiene frío y hambre en todos los pobres de este mundo, como Él mismo afirma: cuantas veces lo hicisteis con el más pequeño de mis hermanos, conmigo lo hicisteis (/Mt/25/40). Dios, que se digna dar desde el Cielo, quiere recibir en la tierra. 

A lo largo de la historia, hombres y mujeres han visto en Jesucristo no solamente a un intercesor divino, una especie de mago sacando ‘milagros’ de su sombrero, sino a un ejemplo a seguir, un hermano mayor. Las primeras iglesias veían en el amor fraterno, en la caridad en su sentido más profundo, el reflejo de haber aceptado al Dios de Jesús como nuestro Señor: en su sentido del único jefe político (social) que vale la pena.

Hoy, como una nueva Marta, muchos viven la misericordia trasformada en acción. Desde Cipriano o Jerónimo hasta las órdenes religiosas nacidas en los 1600s en Francia, la convicción es que la misericordia nos ha sido dada, pero debe ser entregada, compartida. Algo así como la fe volviéndose obras.

La diferencia esencial con la primera vía está en que nos sabemos amados antes de cualquier merecimiento nuestro, por el Dios revelado en Jesús de Nazaret y, por ello, comprometidos a ser misericordiosos. En la Pascua _así con mayúscula_, vivida en Egipto, no fue la justicia, sino la iniciativa de un Dios que está por su pueblo el que se hace presente. No tuvieron que ‘ganarse’ el favor de un dios, Él ya está con nosotros.

La misericordia ha sido iniciativa de un Dios que, desde el día de la creación, no deja de ser ofrecida a la humanidad. El Santo de Israel no tuvo miedo a acercarse, aún en los momentos de mi más grave pecado. Es lo que cantamos en el Miserere. Junto a aquel leproso que temiendo por su triste vida se humilla (Mc 1, 40ss), rogamos al Señor ser curados. En justicia, nos esperaba una lapidación; en Jesús, el enfermo encontró un toque de humanidad, lo dignificó, no le tuvo miedo a su enfermedad. Desde esta óptica, la misericordia parece no negar, pero ciertamente supera los acuerdos sociales

REFLEXIONA:

1. Al pensar en misericordia, ¿evalúo mis acciones con mis compañeros, amigos, familia…, o sigo limitando el término a lo que yo espero de parte de Dios?

2. ¿Mis compromisos caritativos son una extensión del amor que siento, son una respuesta a la invitación de ser “cuerpo de Cristo” o andamos pretendiendo abonar méritos para la vida eterna?

3. ¿La misericordia que vivo es inteligente, inserta en la Vida, o soy paternalista?, ¿derramo miel y azúcar frente a los pecadores, pero no me doy cuenta si ellos están haciendo su parte para crecer y superarse? (¿no he entendido que la misericordia atraviesa la justicia que ayuda a madurar a la persona y no se trata de sacarle la vuelta?)

23 Oct 2015

HELLO! 1

Los restos de San Teófimo llegaron al seminario en 1924. Cabe señalar que eran tiempos de la persecución cristiana en México, donde el gobierno de Calles perseguía a los fieles católicos. Llegó cuando en ese entonces el Excmo. Sr. José Juan de Jesús Herrera y Piña era obispo de nuestra diócesis, el padre Rafael Plancarte Ygartúa, párroco de la Basílica de la Purísima Concepción, los consiguió para el Seminario. Dichos restos los conservaban las religiosas llamadas Turquinas en Roma.

Llegó en un momento importante para la vida de los seminaristas, puesto que las reliquias eran de un mártir de las primeras eras cristianas, quien no renegó de su fe cristiana y murió por causa de ella; este ejemplo llegaba en un momento importante para los seminaristas que vivían tiempos muy difíciles, sobre todo para expresar la fe. Los cristianos eran perseguidos y más el clero y los seminaristas. San Teófimo llegó para dar ánimo a los seminaristas y ver en él un ejemplo de vida entregada y sellada en Cristo con su sangre. Desde entonces San Teófimo es el Patrono principal del Seminario, llegando a tener el nombre del seminario “Seminario de Monterrey de San Teófimo”. Cabe señalar que también se tiene compartiendo ese patrocinio con San José.

Se dice que las reliquias de San Teófimo estuvieron escondidas en algunas casas, después llegaron a las instalaciones del seminario cuando este se encontraba en anexo al Templo San Luis Gonzaga, en el año de 1935 y en el año de 1959 llegaría a las instalaciones del seminario ubicado en el municipio de San Pedro; San Teófimo, junto con todo el Seminario Mayor, en el año de 1995 cambiaron de casa, es decir dejaron las instalaciones de San Pedro para estrenar instalaciones pero en esta ocasión en la ciudad de Juárez, Nuevo León, donde actualmente se encuentran sus restos para su veneración, debajo del altar de la capilla del edificio de rectoría, y como cada año se sigue celebrando a tan impulsor mártir e intercesor de los seminaristas. Es el 5 de noviembre cuando se conmemora la fiesta de San Teófimo en un ambiente que se involucra a la comunidad formativa, presbiterio, bienhechores y trabajadores del seminario.