18 Sep 2015

HELLO! 1

El pasado fin de semana se celebró en Monterrey el Congreso Eucarístico Nacional (CEN), al cual asistieron gran cantidad de personas de todo México. Durante el mismo se reflexionó sobre este gran misterio central de nuestra fe: la Eucaristía. La Eucaristía toca todos los aspectos de la vida de las personas; familia, alegría, celebración, gozos, misterio entre otros.

Ya desde hace un tiempo me ha llamado la atención cuando se denomina a la misma «pan de fraternidad». Si bien la celebración eucarística es el encuentro profundo del cristiano con Cristo, también lo es para los cristianos entre sí. He tenido la oportunidad de participar, en diferentes ocasiones, en muchas celebraciones eucarísticas multitudinarias a las que asisten personas de muchas partes del mundo. En ellas todos somos extraños unos con otros pero también todos somos cercanos en el sacramento y la fe.

La eucaristía a diferencia de cultos de iglesias cristianas no-católicas es una acción netamente comunitaria. En ella se actualiza la nueva alianza sellada con la sangre y el cuerpo de Cristo; de esta participamos cada uno con sus propias alegrías, tristezas y esperanzas pero siempre en comunión con el otro. En ella Cristo muere por todos y nos llama a ser pueblo suyo. Nos llama a estar y ser con Él en el otro. El que asiste a la eucaristía dominical, por ejemplo, sabe que se encontrará con Cristo, su Señor, pero también tiene por seguro que se encontrará con los hermanos, con la comunidad. Todos comerán del mismo pan como quien se sienta a la mesa de familia, por eso podemos decir que la eucaristía no es solo el alimento personal para el cuerpo y el alma del cristiano, sino que esta se convierte en el alimento comunitario y familiar.

En la eucaristía todos somos familia, todos somos hermanos, todos comemos un mismo pan. Sin embargo la eucaristía no se reduce solo a un punto o momento concreto de nuestra participación en la celebración, sino que ella se extiende a la misma asamblea reunida, a la Iglesia terrestre y celeste. Cabe resaltar que desde antiguo, pensar la Iglesia era pensarla unida al ámbito sacramental, pues tanto Eucaristía e Iglesia recibían el título de «cuerpo de Cristo».

La eucaristía, por tanto, nos hace vivir en la «communio sanctorum» (comunión de los santos), nos lleva a invocar a los que ya gozan de la fiesta sin fin, a pedir por los difuntos, a fraternizar con los que asistieron e incluso con los que se quedaron en casa. La eucaristía nos impulsa a salir de nosotros mismos, a ir en busca de nuestros hermanos y llevarles el pan que comulgamos a través de la fraternidad. La sacramentalidad de la comunión con Cristo nos lleva a la fraternidad con el prójimo.

Una verdadera participación eucarística conlleva, para nosotros, comulgar del pan sacramental y del pan de fraternidad. El que ha participado de la eucaristía busca comulgar a su hermano, entrar en comunión con él, pues al entrar en comunión con los hermanos inmediatamente entra en comunión con Cristo y con su Iglesia.

El que ha comulgado no puede olvidarse de la fraternidad, pues en la fraternidad encuentra realizado lo que en el altar ha comulgado. Cristo pone siempre en nuestras manos el pan de fraternidad. Comulgar al hermano es hacer Iglesia, es ser Iglesia. El que participa de la celebración eucarística y comulga ya sea sacramentalmente o espiritualmente hace posible la fraternidad sacramental, pues para Dios todos somos hijos, todos hermanos. Por tanto ricos o pobres, pequeños o grandes, solteros, casados o divorciados, todos estamos llamados, al comulgar ya sea sacramental o espiritualmente, a llevar la fuerza sacramental de la comunión fraternal.

Nuestra fraternidad es signo de Cristo que se hace cercano a los alejados, nuestra fraternidad es sacramento de unidad, pues en la Iglesia todos comemos de un mismo pan, todos comemos de un mismo Cristo, así como todos nos nutrimos del pan que da la vida, también todos nos nutrimos del pan de fraternidad. Comulgar a Cristo es comulgar al hermano.

 

Escrito por: Pbro. Jesús Gerardo Delgado Martínez

14 Sep 2015

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Este domingo el Congreso Eucarístico Nacional llegó a su conclusión, fueron cinco días llenos de bendiciones que Jesús Eucaristía dejó en nuestra ciudad y para nuestro país, además de estas bendiciones derramadas, deja un gran compromiso para renovar la vivencia de la fe y el amor con todos los que nos rodean.

El cierre se realizó con la Santa Misa presidida por el Cardenal Francisco Javier Errazúriz Ossa, Delegado del Papa Francisco para este Congreso, quien invitó a todos los presentes atender el llamado que Jesús nos hace a todos.

“Que nadie diga mirando su debilidad y recordando sus pecados: ‘la vocación a la santidad no es para mí’. La vocación de ser otros Jesucristo es para todos”.

Por su parte el Arzobispo de Monterrey Mons. Rogelio Cabreara López en su mensaje de despedida recalcó el compromiso que nos deja este trascendente encuentro: “Nos deja muchas tareas sobre todo en tres órdenes. En continuar nuestra tarea de seguir predicando a todos y a todas las personas, de seguir poniendo más cuidado de nuestras celebraciones eucarísticas y que no se nos olvide que el cristianismo es caridad.

“Es compromiso de todos los que somos alimentados por Cristo, que no pasemos por este mundo siendo indiferentes ante las necesidades de nuestro prójimo, debemos de vivir la amistad con Dios a través de la amistad y cercanía con el hermano. Debemos ser una ciudad en donde hagamos que desaparezcan las batallas que solo dividen y complican nuestro caminar y permitamos que la luz de Cristo sea la que ilumine nuestra vida”, apuntó.

Mons. Cabrera agradeció la participación de todos de manera especial a los organizadores: “De todo corazón agradezco a todos los laicos y sacerdotes que trabajaron desde hace tiempo para que este Congreso se realizara con éxito, pido a Dios sea quien les recompense”.

Antes de concluir se mostró un video a manera de resumen con algunas de las actividades y ponencias desarrolladas durante el VI Congreso Eucarístico.

Posteriormente, Mons. Rogelio Cabrera López regaló al Arzobispo de Yucatán Mons.  Gustavo Rodríguez Vega una imagen de San Pascual Bailón, santo patrono de los Congresos Eucarísticos, como signo de fraternidad ya que esta Iglesia Arquidiócesana será la encargada de organizar el próximo Congreso Eucarístico Nacional.

Que este tiempo de reflexión deje abundantes frutos de santidad para nuestra ciudad.

Por. Juan Pablo Vázquez Rodríguez

 

Con información de Pastoral Siglo XXI

12 Sep 2015

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Las procesiones tienen su origen en la antigüedad como signo público de veneración a Dios. Es así que, por ejemplo, los judíos tenían sus procesiones rumbo a Jerusalén para visitar al Señor en su Templo, cada año en la festividad de la Pascua.

De igual manera, el imperio romano acostumbraba realizar este tipo de eventos para congraciar al emperador que era visto como un dios. Posteriormente esta práctica pasa al mundo cristiano para reverenciar a Jesús, a María y a todos los santos en ocasiones especiales.

Por lo general una procesión inicia con el incensario y la cruz alta con los ciriales a los lados de la misma. Posteriormente los fieles que conforman propiamente la procesión, y al final la imagen del santo o de Jesús, en honor de quien se realiza dicha actividad de manifestación pública de la fe. Sin embargo, el orden puede variar y se pueden incorporar algunos otros elementos con fuerza simbólica, tales como un coro que amenice con cantos, estandartes, velas, etc.

La riqueza simbólica que aporta esta actividad espiritual y devocional quiso ser aprovechada también en el desarrollo del VI Congreso Eucarístico nacional, por lo que se planeó una procesión con el Santísimo Sacramento a la cual están invitados todos los fieles creyentes que desean acompañar a Jesús en la Eucaristía y de esa manera adorarle y manifestar el amor del pueblo al Señor como un signo de esperanza para la familia y el mundo.

El día sábado 12 de septiembre, en punto de las 6 de la tarde dará inicio la procesión con el Santísimo Sacramento, organizada por el CEN, partiendo de las instalaciones de Cintermex rumbo a la explanada del Museo de Historia Mexicana, ubicado frente a la Macroplaza.

Al arribar al lugar alrededor de las 8 de la noche, se llevará a cabo un momento de adoración a Jesús Eucaristía, animando el momento el ministerio de música Jésed. El acceso no tendrá costo alguno y podrá permanecer en oración todo aquel que desee acercarse un momento a contemplar el misterio eucarístico con un corazón sincero y dispuesto a experimentar el amor del Señor.

En cuanto a la posibilidad de tormenta, el equipo organizador no ha pronunciado aún ningún comunicado oficial de su cancelación, por lo que el horario y logística planeados siguen en pie.