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HELLO! 1
Vivir sin compartir es como vivir sin vivir, porque cuando algo realmente bueno se encuentra, se comparte. No se necesitan fórmulas muy elaboradas para dar lo que se recibe; lo valioso, brilla sin necesidad de adornos, pues el que ama quiere el bien de los demás. El cristiano que tiene a Dios por amigo siente en su corazón la necesidad de llevar esa dicha a los que se encuentra por el camino, tal como los discípulos cuando salieron de dos en dos y proclamaron la alegría de ser llamados, compartieron ese querer estar con el Maestro.
De igual manera, en el tiempo actual se manifiestan esos signos del amor que fluye hacia cada comunidad o parroquia en donde se celebra la fe. Porque Dios escucha la voz de su pueblo y atiende a sus oraciones, Él envía a sus colaboradores para que compartan la vida, la fe y la esperanza de una vida plena a través del amor hacia el prójimo.
El apóstol, aquel que es enviado a proclamar el Evangelio, se vuelve mensajero de todos los tiempos y no por ello cambia el mensaje. Aunque sea diferente el pensamiento de los hombres a través de las épocas, sólo se modifica la forma en que se presenta, los medios que se usan son diversos, pero el contenido permanece: ¡Cristo murió y resucitó para dar vida verdadera a todos los hombres! ¡Él vino para que el mundo tenga vida en abundancia!
Cuando Jesús anduvo caminando por Galilea y Jerusalén la gente se reunía en las sinagogas, las plazas o en el campo para escuchar la enseñanza de Cristo. En los tiempos actuales (siglo XXI), es diferente la forma en la que se distribuye el mismo mensaje de amor, más aún cuando la comunicación ordinaria se limita y las personas se ven en la necesidad de utilizar medios tales como: televisión, internet (video llamadas, transmisiones en vivo, etc.). Una envoltura diferente, un contenido permanente.
El alma tendrá siempre hambre y sed de Aquél que le creó, los problemas o la enfermedad que se lleguen a presentar al cristiano no podrán detener su necesidad de Dios. El hombre necesita del agua viva que es Cristo, la vida de fe no se detiene, sólo encuentra otros caminos, se abre paso entre las vicisitudes y, como un riachuelo, crea nuevos caminos para empapar la tierra y hacerla florecer.
He visto dentro del apostolado presencial y ahora virtual, la misma sed de Dios, ese anhelo de vivir de verdad, de ser pleno y avanzar en santidad. Lo iniciado por nuestro creador es verdadero y perfecto; pues, quién hay que le diga a Dios: “tu pensamiento no es correcto” (cfr. Ez 18, 25), mejor como San Martín Caballero dice: “Señor, si aún soy necesario a tu pueblo, no rehuyo el trabajo, hágase tu voluntad”.
Al principio de este camino “virtual” experimenté –como algunos— una resistencia interna a los medios de transmisión masiva, resultado de mi desconocimiento. Pero ahora, me son de buena ayuda para estos tiempos excepcionales. Porque, de cualquier manera se ha de manifestar el amor verdadero que fluye por doquier, que los obstáculos son sólo escalones para ir hacia la única meta por la cual el cristiano lleno de fe quiere gastar la vida, con Jesucristo, el verdadero Dios por quien se vive.
Mauro Villegas Barboza | 3° de Filosofía
Revista San Teófimo No. 154