25 Jun 2021

HELLO! 1

Vivir sin compartir es como vivir sin vivir, porque cuando algo realmente bueno se encuentra, se comparte. No se necesitan fórmulas muy elaboradas para dar lo que se recibe; lo valioso, brilla sin necesidad de adornos, pues el que ama quiere el bien de los demás. El cristiano que tiene a Dios por amigo siente en su corazón la necesidad de llevar esa dicha a los que se encuentra por el camino, tal como los discípulos cuando salieron de dos en dos y proclamaron la alegría de ser llamados, compartieron ese querer estar con el Maestro.

De igual manera, en el tiempo actual se manifiestan esos signos del amor que fluye hacia cada comunidad o parroquia en donde se celebra la fe. Porque Dios escucha la voz de su pueblo y atiende a sus oraciones, Él envía a sus colaboradores para que compartan la vida, la fe y la esperanza de una vida plena a través del amor hacia el prójimo.

El apóstol, aquel que es enviado a proclamar el Evangelio, se vuelve mensajero de todos los tiempos y no por ello cambia el mensaje. Aunque sea diferente el pensamiento de los hombres a través de las épocas, sólo se modifica la forma en que se presenta, los medios que se usan son diversos, pero el contenido permanece: ¡Cristo murió y resucitó para dar vida verdadera a todos los hombres! ¡Él vino para que el mundo tenga vida en abundancia!

Cuando Jesús anduvo caminando por Galilea y Jerusalén la gente se reunía en las sinagogas, las plazas o en el campo para escuchar la enseñanza de Cristo. En los tiempos actuales (siglo XXI), es diferente la forma en la que se distribuye el mismo mensaje de amor, más aún cuando la comunicación ordinaria se limita y las personas se ven en la necesidad de utilizar medios tales como: televisión, internet (video llamadas, transmisiones en vivo, etc.). Una envoltura diferente, un contenido permanente.

El alma tendrá siempre hambre y sed de Aquél que le creó, los problemas o la enfermedad que se lleguen a presentar al cristiano no podrán detener su necesidad de Dios. El hombre necesita del agua viva que es Cristo, la vida de fe no se detiene, sólo encuentra otros caminos, se abre paso entre las vicisitudes y, como un riachuelo, crea nuevos caminos para empapar la tierra y hacerla florecer.

He visto dentro del apostolado presencial y ahora virtual, la misma sed de Dios, ese anhelo de vivir de verdad, de ser pleno y avanzar en santidad. Lo iniciado por nuestro creador es verdadero y perfecto; pues, quién hay que le diga a Dios: “tu pensamiento no es correcto” (cfr. Ez 18, 25), mejor como San Martín Caballero dice: “Señor, si aún soy necesario a tu pueblo, no rehuyo el trabajo, hágase tu voluntad”.

Al principio de este camino “virtual” experimenté –como algunos— una resistencia interna a los medios de transmisión masiva, resultado de mi desconocimiento. Pero ahora, me son de buena ayuda para estos tiempos excepcionales. Porque, de cualquier manera se ha de manifestar el amor verdadero que fluye por doquier, que los obstáculos son sólo escalones para ir hacia la única meta por la cual el cristiano lleno de fe quiere gastar la vida, con Jesucristo, el verdadero Dios por quien se vive.

 

Mauro Villegas Barboza | 3° de Filosofía

Revista San Teófimo No. 154

30 Ago 2019

HELLO! 1

El Maestro Jesús llamó a sus apóstoles, primero para que estuvieran con Él y segundo para enviarlos a predicar (Mc 3,14), fue de este modo que el Maestro Jesús formó una comunidad. El ejemplo de Jesús y la misma vida en comunidad, con las distintas personalidades de cada uno de sus miembros, con la diversidad de carismas que cada uno ponía al servicio, la vida en común y el amor que ahí se vivía, eran elementos formativos que iban marcando la vida de los apóstoles en su configuración con Jesús.

Las comunidades parroquiales de origen de los seminaristas, aun teniendo en cuenta la separación que la opción vocacional lleva consigo, siguen ejerciendo un influjo en la formación del futuro sacerdote, al acogerlo entrañablemente en los tiempos de vacaciones, al respetar y favorecer la formación de su identidad presbiteral, y ofrecerle ocasiones oportunas y estímulos vigorosos para probar su vocación a la misión.

El sacerdote proviene de una comunidad cristiana y a ella regresa, para servirla y guiarla en calidad de pastor; es por eso que el seminarista, primero, y presbítero, después, tienen la necesidad de un vínculo vital con la comunidad. Ella se presenta como un hilo conductor que armoniza y une las dimensiones formativas.

Otra comunidad importante es la de apostolado, donde cada fin de semana el seminarista pone en práctica lo aprendido en su formación. El compartir es recíproco, porque dependiendo las necesidades de la comunidad, ésta va enseñando qué es lo que el seminarista tiene que ir trabajando y formando para su futuro ministerio.

Una comunidad más, que forma parte de la formación sacerdotal, son las comunidades a las que asistimos de colecta del “Día del Seminario”, en ella el seminarista agradece al pueblo de Dios por su ayuda espiritual y su ayuda material. Es la oportunidad para rendir cuentas de su avance y trabajo, porque la comunidad responde al llamado en ayuda de las necesidades del Seminario, el seminarista está obligado a responder con buenos resultados.

La comunidad de fieles son el ejemplo por el cual los jóvenes se animan a llevar su estilo de vida a una forma más radical, entregando su vida a Dios en la vocación sacerdotal.
Es deber de toda la comunidad fomentar las vocaciones con una vida totalmente cristiana, con su oración incesante, su preocupación por las vocaciones sacerdotales, con su unidad, vida de fe y el ejercicio de la caridad. Es decir, cada comunidad tiene el sacerdote por el que pide y trabaja.

Juan Carlos López Martínez
Tercero de Filosofía