01 Dic 2023

HELLO! 1

Estén siempre alegres en el Señor. Otra vez se los digo: Estén alegres. Que su bondad sea conocida de todos. El Señor está cerca. (Flp 4, 4-5)

Finalizando la Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo (en la cual reconocemos que nuestro fin último es participar de la Gloria del Hijo al final de los tiempos), ahora nos preparamos para el nuevo año litúrgico, específicamente el Ciclo B, iniciando con el tiempo de Adviento. Con ello empieza un tiempo de espera y preparación para una de las fiestas más emblemáticas del año, la Navidad; pero ¿es realmente necesario una dedicación exhaustiva de este tiempo litúrgico?, ¿es necesario el tiempo de Adviento?

Primero hay que responder a la pregunta ¿qué significa Adviento? La palabra tiene su origen en el latín, adventus, que significa venida, así mismo este tiempo inaugura un período litúrgico que abarca cuatro semanas y que tiene como finalidad celebrar la venidad del Señor, tanto en su aspecto histórico como en el escatológico[1].

Sin duda, el tiempo de Adviento tiene una pedagogía más que amplia, porque nos acerca a vivir fuertemente el misterio de la Encarnación, preparando nuestro corazón y vida. Esto se puede observar en la división de las dos grandes partes de este tiempo: la primera abarca desde las I visperas del primer domingo (de Adviento) hasta el 16 de diciembre, donde se celebra especialmente la venida escatológica de Cristo; es decir, su retorno en gloria y majestad (…) A partir del 17 de diciembre (hasta el 24), se centrarán un poco más en la preparación de la Navidad[2]. Respectivamente, la primera parte se le considera como feria menor, cuya liturgia de la palabra estará guiada por el profeta Isaías, yla segunda parte, la feria mayor, por los evangelios.

Observando el contexto del tiempo de Adviento, ahora sí podemos preguntarnos, ¿es necesario el tiempo de Adviento? Considero que sí. Es un tiempo para prepararnos al encuentro del Señor, donde hacemos vida la palabra “Maranatha” (Ven Señor), con un mayor énfasis en la esperanza de encontrarnos con Él llenos de júbilo: no es un tiempo gris o estéril, es la esperanza activa y recreativa, no es triste; es el tiempo de la “devota y gozosa espectativa”[3]

Para iniciar este tiempo de esperanza y conversión de corazón, necesitamos disponernos en este camino, respondiendo al llamado que Dios nos hace, como a los pastores (cfr. Lc 2,8-11). Lo menciona perfectamente Benedicto XVI: los pastores eran hombres de vigilia. En nosotros tiene que permanecer la vigilia de corazón, la capacidad de percibir las realidades más profundas, la capacidad de dejarse dirigir por la palabra de Dios[4].

También debemos esperar con alegría las bendiciones que Dios nos tiene preparados para este tiempo; por ello es necesario escuchar la voz de quien nos ha creado, para que, acercándonos al Padre, reconozcamos su amor en el Hijo, a ejemplo de la Virgen María: Alégrate, llena eres de gracia, el Señor está contigo (Lc 1, 28).

Vivamos esta espera con alegría de corazón, y que las palabras del apóstol impregnen nuestros compromisos en este tiempo de conversión, sobretodo con una actitud dócil y dinámica a la voluntad de Dios: Estén alegres. El Señor está cerca (Flp 4, 4b-5b).

Osmar Gregorio Rivera Hernández

3ero. de Teología


[1] Propio del tiempo de adviento, Liturgia de la hora de los fieles, p. 3.

[2] Propio del tiempo de adviento, Liturgia de la hora de los fieles, p. 3, 43.

[3] Calendario Litúrgico, 39

[4] Ratzinger, Joseph; Y Dios hizo al hombre, p. 2.

25 Mar 2022

HELLO! 1

Es en el desierto donde renacemos, es en el desierto donde podemos ver lo necesitados que somos, es en el desierto donde nuestra debilidad se hace presente, donde nos damos cuenta que somos pequeños y que necesitamos una fuerza para poder avanzar, para poder salir adelante, a flote de la autoreferencialidad.

En esta Cuaresma aún con pandemia y queriendo regresar a la vida ordinaria, nos damos cuenta que estamos caminando bajo nuestras propias fuerzas, que no avanzamos, que nuestros pasos son débiles y que quizá caminamos sin sentido, sin ninguna meta.

Nuestros ojos están cegados, caminando bajo las sombras del mundo, no nos ha bastado una pandemia sino que ahora estamos en medio de una guerra y bajo la avaricia del poder. Sin embargo, lo grandioso de todo esto es que aún estamos a tiempo de salir victoriosos, de triunfar de la mano de Dios.

En esta Cuaresma, diferente a muchas otras, Dios nos está hablando y queriendo quitarnos la ceguera y la dureza de piedra que tenemos en el corazón (Ezequiel 11, 19), solo basta aclamarlo, solo basta  llamarle para pedir su gracia, misericordia y paz para todo el mundo (cf. Jeremías 33, 3). Dios nunca nos abandona, es el hombre quien se aleja de Él, pero nunca es tarde para regresar y tomar del agua viva donde nuestra sed es saciada (cf. Juan 4, 14).

En este tiempo que aún no termina podemos tomar una dirección diferente y ver la promesa de Dios presente en nuestras vidas. Aún estamos a tiempo (cf. Joel 2, 12) de caminar bajo la protección de Dios, como aquel Pueblo que sacó de Egipto (cf. Éxodo 15).


Caminemos de la mano de José y María para poder llegar a la Pascua de Cristo y ser hombres nuevos llenos de su gracia.

Dios nos ha hablado al corazón, sigamos caminando, sigamos confiando en Él.

José Albero Pérez Estrada | Experiencia Eclesial