19 Jun 2020

HELLO! 1

Sin duda alguna, el pasaje del peregrino de Emaús es uno de los más bellos y significativos del evangelio de San Lucas, pues es muy semejante a lo que la Iglesia experimenta diariamente, el dolor, la soledad, la angustia; pero después de encontrarse con Cristo todo cambia a alegría, confianza y seguridad.

Desde hace ya varios días, hemos emprendido un caminar con algunas comunidades de nuestra Iglesia local, especialmente con los jóvenes. Ha sido una experiencia muy enriquecedora de misión de verano, pues es un compartir mutuo sobre lo vivido en estos días y cómo hemos descubierto a Dios en la adversidad.

Podría parecer difícil, y a la vez algo extraño el pensar: ¿Cómo podremos misionar en tiempos de contingencia? Como Iglesia no podemos quedarnos con los brazos cruzados, tenemos que trabajar por el Reino de Dios. Por eso saldremos al encuentro de sus hijos, partiremos con ellos hacía Emaús, hacia ese lugar al que todos anhelamos llegar, hacia esa tierra prometida, donde descubriremos al Señor en los acontecimientos del ordinario.

El primer paso de esta misión, es el unirse a la peregrinación; la Iglesia está en marcha; aún en tiempos de pandemia, sigue caminando, no podemos entorpecer ese camino ni mucho menos hacerlos ir por otro. Tenemos que unirnos a ese camino y entender poco a poco el por qué ir hacia allá.

En un segundo momento, después de haber entendido un poco el rumbo de los peregrinos, compartiremos lo que hay en el corazón, aquellas palabras de esperanza: “ánimo”. “¡Dios está con nosotros!”. Pues en el rostro de las personas pareciera haber miedo, incertidumbre.

Y por último, al llegar a Emaús, a lo más íntimo para nosotros, dejaremos que ese peregrino entre con nosotros, pues su rostro nos es familiar, sus palabras nos han devuelto la vida, nos han sanado, han cambiado nuestro luto en alegría; y es ahí, en lo más íntimo del corazón, en lo más profundo de nuestro ser, donde lo encontraremos y descubriremos. No solo al fraccionar el pan, no solo en los momentos de felicidad y gozo, sino en todo, pues Dios ha visitado, ha entrado y se ha querido quedar en mi casa, en mi vida.

Ahora más que nunca, como los discípulos de Emaús, queremos como Iglesia, anunciar a todos que verdaderamente el Señor está con nosotros, nos ha visitado, lo hemos descubierto y no hay por qué temer.

La Iglesia está y seguirá en marcha pues Cristo camina con nosotros. Gracias Señor por quedarte en nuestras vidas.

Jesús Emmanuel Garza Torres
1ero. de Filosofía

09 Jun 2020

HELLO! 1

No cabe duda que la vida da muchas vueltas y siempre nos sorprende repentinamente; en ocasiones podemos tener muchos planes, actividades, proyectos, etc.; pero siempre es Dios quien tiene la última palabra.

Hace ya más de tres meses que nuestros días ordinarios se volvieron extraordinarios, dejamos tal vez muchas cosas que para nosotros eran importantes y valiosas, como por ejemplo, la Santa Misa, las horas santas, la espiritualidad comunitaria, el apostolado, las clases entre muchas otras cosas; pero hemos encontrado y reconocido algo que teníamos olvidado: la Iglesia doméstica.

Desde el día que salimos de nuestra casa común para iniciar el confinamiento en casa de nuestras familias, nos parecía difícil lo que se venía, nos sentíamos solos, desamparados, angustiados, al igual que muchas otras personas; iniciábamos un nuevo caminar e íbamos preguntándonos por el camino: ¿Qué seguirá?, ¿Cuándo volveremos a la normalidad?, y fue precisamente en ese momento en el que alguien especial se unió a nosotros. Ya era muy conocido por todos, en ocasiones habíamos platicado con Él, inclusive, nos ha acompañado algunas otras veces, pero en esta ocasión, se hizo el encontradizo.

Entre muchas actividades en casa, como el pintar las paredes, ayudar en las labores de la cocina y los mandados, los momentos de convivencia en la hora de la comida, sentíamos como esa presencia nos era familiar, nos daba una esperanza grande, y sobretodo, veíamos en el a alguien que nos amaba de corazón y nos unía como familia en su amor.

Sí, era Él, que venía a visitarnos y a quedarse con nosotros, no solo un rato, sino para siempre, porque así como nos dijo una vez: “Con amor eterno te he amado” (Jer 31,3), así es su fidelidad, eterna. Este gran regalo de su presencia en este tiempo es algo que no podremos olvidar jamás, pues ha salido a nuestro encuentro, ha venido a darnos su amor y sobretodo ha venido a unirnos más en su amor.

Nosotros somos testigos de las cosas maravillosas que ha hecho y sigue haciendo.Gracias Jesús por tu cercanía ayer, hoy y siempre; te pedimos que nos ayudes a saber reconocerte en todos los acontecimientos de la vida, y que a ejemplo tuyo sepamos también acompañar a muchos otros hermanos que aún siguen caminando y no te han encontrado.

Jesús Emmanuel Garza Torres
1º. de Filosofía