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HELLO! 1
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He aquí la primera gran cuestión que nos podemos plantear, y no sin razón: si Dios ha creado todo de la nada, sin ninguna colaboración externa; si Dios ha llevado a cabo la gran obra de la Redención enviando al mundo a su propio Hijo; si Dios, en definitiva, como Omnipotente que es, no necesita de nadie ni de nada para actuar; ¿por qué llama a su servicio a determinados hombres y mujeres?
Evidentemente, la argumentación tiene todo su peso. Y la respuesta no puede ser otra que el Amor.
Por amor hacia sus hijos, Dios permite que cada uno, en uso de su libertad, pueda elegir entre el camino de la correspondencia y el de la separación de su Padre. Por amor quiere contar con la ayuda de algunos hombres y mujeres que, entregados a su servicio, estén dispuestos a dar su vida por la salvación de los demás.
Ese Amor se pone de manifiesto, en primer lugar, hacia los propios elegidos, haciéndoles participar de la felicidad que conlleva la intimidad con Dios. Y en segundo lugar, hacia el resto de la humanidad, poniendo a su alcance a otros hombres y mujeres como ellos, con sus mismas dificultades, con sus mismas debilidades, que les entienden, y que consecuentemente están en una disposición inmejorable para prestarles ayuda y consejo.
Puedes estar seguro, de que esta sociedad que hoy se encuentra emborrachada de autocomplacencia y satisfacción por los logros que se van alcanzando año tras año, se lamentará a no mucho tardar al ver las consecuencias que se siguen de su comportamiento egoísta.
Por eso, hoy más que nunca, Dios necesita de un puñado de hombres y mujeres, rebeldes con causa, que no tengan reparo en dedicar todo su tiempo y todas sus energías en gritar a sus semejantes que abandonen esos caminos de egocentrismo que sólo llevan a la desgracia y busquen la verdadera felicidad: la correspondencia al amor.