07 Dic 2015

HELLO! 1

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He aquí la primera gran cuestión que nos podemos plantear, y no sin razón: si Dios ha creado todo de la nada, sin ninguna colaboración externa; si Dios ha llevado a cabo la gran obra de la Redención enviando al mundo a su propio Hijo; si Dios, en definitiva, como Omnipotente que es, no necesita de nadie ni de nada para actuar; ¿por qué llama a su servicio a determinados hombres y mujeres?

Evidentemente, la argumentación tiene todo su peso. Y la respuesta no puede ser otra que el Amor.

Por amor hacia sus hijos, Dios permite que cada uno, en uso de su libertad, pueda elegir entre el camino de la correspondencia y el de la separación de su Padre. Por amor quiere contar con la ayuda de algunos hombres y mujeres que, entregados a su servicio, estén dispuestos a dar su vida por la salvación de los demás.

Ese Amor se pone de manifiesto, en primer lugar, hacia los propios elegidos, haciéndoles participar de la felicidad que conlleva la intimidad con Dios. Y en segundo lugar, hacia el resto de la humanidad, poniendo a su alcance a otros hombres y mujeres como ellos, con sus mismas dificultades, con sus mismas debilidades, que les entienden, y que consecuentemente están en una disposición inmejorable para prestarles ayuda y consejo.

Puedes estar seguro, de que esta sociedad que hoy se encuentra emborrachada de autocomplacencia y satisfacción por los logros que se van alcanzando año tras año, se lamentará a no mucho tardar al ver las consecuencias que se siguen de su comportamiento egoísta.

Por eso, hoy más que nunca, Dios necesita de un puñado de hombres y mujeres, rebeldes con causa, que no tengan reparo en dedicar todo su tiempo y todas sus energías en gritar a sus semejantes que abandonen esos caminos de egocentrismo que sólo llevan a la desgracia y busquen la verdadera felicidad: la correspondencia al amor.

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30 Nov 2015

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Hay gente que imagina la llamada de Dios como un fenómeno paranormal en el que aparece una luz cegadora o un ser lleno de rayos y de ángeles. Y se pasan la vida esperando ese acontecimiento que nunca llegará. Otros están convencidos de que Dios va a llamarles a través de intensas experiencias místicas, haciendo resonar su voz en su cabeza, en una oración o en una convivencia. Está claro que si llega ese momento, tendrán vocación, y si no, pues a otra cosa. Pero esta no suele ser la manera de actuar de Dios (¡aunque podría serlo!).

La llamada de Dios consiste en escuchar su Palabra. Y la Palabra de Dios es más que la Biblia. En la Biblia encontramos palabras directas a nuestro corazón. Pero, además, también a nuestro alrededor el mundo está dispuesto a hablarnos de Dios. Todo lo que se presenta ante nosotros nos interpela, nos interroga: desde nuestra propia forma de ser hasta los grandes problemas que conocemos a nuestro alrededor.

Dios está en tu historia personal: 
Dios se manifiesta en la historia, en los acontecimientos que suceden en el tiempo. Y seguro que en tu propia vida hay mensajes de parte de Dios, en tu situación personal y en el camino que has recorrido hasta hoy. Dios también habla en lo que eres y en lo que deseas ser. Y así, con su invitación, te llama a escoger tu vida.

Dios te escoge para algo:
La llamada de Dios sucede en un encuentro personal fundante, es una manifestación de Dios. Dios describe, en primer lugar, una situación de necesidad a la que quiere responder, y aparece ante la persona llamada. Se revela y encomienda una misión a la persona, a la que capacita y ofrece un signo como garantía de su presencia. Finalmente, Dios envía a esa misión.

Dios tiene la iniciativa:
La llamada, la vocación, siempre es iniciativa de Dios. Esto se ve perfectamente en la Biblia. Dios elige, y habitualmente escoge a personas “normales”, con sus debilidades, para una gran misión. Dios elige a la persona para encomendarle una misión que supone un liderazgo, un compromiso a favor de otros. Por supuesto, Dios supera las expectativas de la persona, que no se cree capaz, y comienza a experimentar los temores de responder a esa llamada, al mismo tiempo que la atracción de una vida nueva y mejor. El mismo Dios que llama da la fuerza necesaria para seguirle.

 

Fuente: http://vocacionredentorista.redentoristas.org/

 

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13 Nov 2015

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Muchas veces creemos que la llamada de Dios es EXTRAORDINARIA, que Él se nos aparecerá de forma física y nos dirá hacia dónde es nuestro camino. Sin embargo el llamado de Dios suele ser muy ordinario se da en el común de nuestras vidas, lo vemos en miles de personas que han sido llamadas por Dios de una forma muy clara. Sin embargo ante este llamado de Dios, la vocación nos hace ver lo particular, lo sencillo con ojos de fe.

Así, lo que para algunos por el camino es común, para otros puede ser parte del llamado de el llamado de Dios se da en medio de lo cotidiano, se da ante la realidad que muchas veces puede llamarnos a servir a los demás. Es Dios quien llama, cuando quiere, a quien quiere y en el momento que quiere; por ello es una llamada divina y no humana. Cada uno va descubriendo si Dios lo llama a formar parte de los seguidores del Maestro Divino. La pregunta inmediata que nos haríamos sería: ¿tengo vocación?

La vocación es un acontecimiento en tu vida. Cuando tomas conciencia del llamado de Dios, tu vida adquiere un sentido nuevo. Cuando comienzas a vivir en la clave de la escucha y la respuesta, tu vida adquiere un sentido nuevo y así, pese a vivir circunstancias difíciles, te sientes feliz. Una persona que vive vocacionalmente está ya marcada con el sello de la alegría, porque su don para los demás le ayuda a unificar su existencia en armonía con el mundo, con los hombres y con Dios. La llamada de Dios te configura con el modelo humano perfecto, que es Jesucristo, que ha venido a servir y a dar la vida. Eres feliz porque eres plenamente hombre en un proyecto que te identifica con Cristo en el camino de tu vocación específica.

Sin embargo, la vocación no se vive sólo con gozo. Percibir un llamado ocasiona con frecuencia una gran turbación. Ante el proyecto grande de Dios pueden surgir en ti muchos temores. No será raro que te invadan las dudas, y éstas te hagan sufrir.

Podrás experimentar sensaciones contradictorias: alegría e inquietud; valentía y temor; deseo de entregarte y apego a una situación más cómoda.

Pese a todo, experimentas una seducción irresistible hacia el llamado de Dios. Deseas en lo más hondo hallar el camino adecuado. Necesitas vivir vocacionalmente. Porque la vida es una aventura, y por la llamada de Dios te asomas a la aventura de tu vida. Por eso vale la pena tu esfuerzo por reflexionar, comunicar y orar lo que estás viviendo hasta responder a la apremiante llamada que toda la realidad te hace en nombre de Dios. Dios no suele llamar por apariciones o visiones.

El camino ordinario de su llamada son los acontecimientos que ocurren en tu vida diaria: situaciones personales, comunitarias y sociales. La llamada surge unida a un momento específico de la sociedad y de la historia.

Para descubrir el llamado de Dios es necesario que percibas toda esa realidad como misterio. Un misterio no es algo incomprensible, sino una realidad en la que está presente Dios dándole sentido.