18 Jun 2021

HELLO! 1

Los profetas, a semejanza de los líderes que buscan un bien común, son los hombres de la Palabra, aquellos que escuchan con atención el mensaje del Señor y lo transmiten con claridad; están seguros de lo que comunican, pues lo recibe de inspiración de Dios y busca el bien del pueblo, y no los intereses propios.

Vemos la misma acción de parte de Dios, que impulsa en la realidad actual a su pueblo. Durante este tiempo, hemos podido ver a tantos hermanos nuestros, científicos, políticos, o líderes económicos que han buscado soluciones a la situación de contingencia que actualmente vivimos y ya todos conocemos. Han sacrificado tiempo, esfuerzo, trabajo, salud e inclusive lo más sagrado y preciado, la propia familia, para atender a millones de enfermos, algunos desde casa, otros en los hospitales y centros de asistencia social, etc.  También se ha trabajado en conjunto para buscar una cura o tratamiento contra este virus que amenaza la salud y el bienestar del ser humano. Por otra parte, hemos podido darnos cuenta de la creatividad de muchas personas, algunas muy optimistas con la capacidad de alentar y animar a la ciudadanía en los momentos difíciles, de crisis, soledad; podemos decir que se ha despertado el espíritu de solidaridad, esperanza y corresponsabilidad. Hemos sentido la sabiduría del Espíritu Santo, que ha conducido a muchos líderes en busca del bien común.

Es una pena que también durante este tiempo hemos descubierto, cómo las fuerzas del mal actúan en personas abusivas, en líderes que no toman conciencia y se aprovechan de la situación actual para manipular, para obtener logros personales y dañar a los más necesitados. Ante esto, es importante que tengamos los ojos bien abiertos y orar, para que el Señor suscite la conversión de estos hermanos y el mundo cambie de dirección. Es importante que de este tiempo de pandemia obtengamos una enseñanza desde una mirada de fe y escuchemos la voz de Dios que nos habla e invita a contemplar a Jesús como el profeta que sana, salva y todo lo hace bien. Recordemos que Jesús, nuestro gran Maestro se acerca al enfermo, y sin miedo le restituye a la sociedad, le devuelve la dignidad perdida y le pide que construya un mundo mejor.

El Papa Francisco nos ha recalcado que ya nos acostumbramos a vivir en una sociedad enferma y es tiempo de construir una realidad más limpia, no tan contaminada, es tiempo de contagiar el amor. Ojalá que este tiempo en el que seguimos en casa y estamos retomando poco a poco nuestra vida ordinaria nos ayude a volvernos más humanos. Dejemos de pensar en nosotros mismos y comencemos a colaborar unos con otros en los diferentes ambientes, para lograr un cambio positivo en nuestra sociedad.

Pidámosle al Señor que, por intercesión de la Santísima Virgen María, Reina de los Profetas, aquella que sigue ejerciendo esa misión para con los hijos que le fueron confiados al pie de la Cruz, podamos crear un mundo mejor y más humano.

 

Jesús Emmanuel Garza Torres | 2do. de Filosofía

Revista San Teófimo No. 154

05 Feb 2021

HELLO! 1

“Dios sigue derramando en la humanidad semillas de bien”.   (Papa Francisco, 2020)

Aún en estos tiempos tan difíciles de pandemia, donde todo se ha vuelto caótico, es increíble que Dios sigue llamando trabajadores a sus mies, y, aún más sorprendente es el hecho de que hombres valientes se deciden a adentrarse en la aventura de la fe, respondiendo de manera positiva al llamado que nos hace El dueño de las mies. En medio de esta crisis que estamos viviendo como sociedad, sigue habiendo jóvenes y hombres valientes que deciden renunciar a las seducciones del mundo para formarse y transfigurarse con Cristo, con Áquel que los ha llamado; hacen a un lado a su familia, sus pertenencias, sus metas y aceptan llevar a buen término el plan que Dios ha designado para ellos. Aceptan ese sacrificio por amor a los hombres y a su Creador.

Pero, en realidad, ¿Vale la pena ser sacerdote? La respuesta es Sí, no vale solamente la pena, vale la vida, vale renunciar a todo por ser partícipe del sacerdocio ministerial de Cristo, vale la vida entregarse en su totalidad a la iglesia, que hoy en día está tan fracturada y herida, que necesita de ese espíritu libre de los que se sienten invitados a esta maravillosa vocación, que necesita de personas que se desvivan por la “edificación del cuerpo de Cristo, que exige funciones diversas y nuevas adaptaciones, principalmente en estos tiempos”. (San Juan Pablo II, 1992).

En estos tiempos en importantísimo que estemos dispuestos a aceptar los cambios y adaptarnos a la nueva realidad que nos toca vivir, hay que buscar nuevas alternativas para seguir con la tarea de la edificación de la iglesia. Hoy mientras se cierran los templos y se limita la convivencia física, se han abiertos miles de templos en cada uno de los hogares católicos, se acrecentó la fe y la confianza en Dios.  También, hemos descubierto nuevas formas de estar relacionados mediante las redes sociales, mediante el internet,  hay que ser cyber-apóstoles y valernos de esta herramienta para continuar con esta labor de compartir la Buena Nueva y construir el Reino de los cielos desde aquí.

El mundo hoy más que nunca necesita pastores que sosieguen el rebaño que El Buen Pastor les ha encomendado, que acarreen a las ovejas por la senda de vida, hoy, en estos días que la humanidad sufre de inestabilidad, soledad, preocupaciones, crisis, y es por eso que día a día nos seguimos entregando a la voluntad del Señor porque el mundo nos necesita. Necesita de ese amor que nosotros queremos ofrecerle, necesita personas que se hagan prójimas a sus necesidades, a sus aflicciones, ofreciendo su vida como lo hizo Jesús en el suplicio de la cruz. Cuando alguien se siente amado por Dios, siente la necesidad de compartir ese amor con los demás y más aún, vivir ese amor. Y es por eso que nosotros entregamos nuestras vidas para servir a la Iglesia que se nos ha sido conferida.

 

Ramsés Gpe.Ortiz Zamarrón

Seminarista | 2do de preparatoria

REFERENCIAS

FRANCISCO. (2020). Fratelli Tutti. Ciudad del Vaticano: Buena Prensa.

JUAN PABLO. II (1992). Pastores Dabo Vobis. Cuidad del Vaticano: Buena Prensa.

 

 

29 Jul 2020

HELLO! 1

Recuerdo los primeros días de mi ingreso al Seminario; todo era nuevo, el lugar donde vivía, las personas que estaban a mi alrededor y las actividades que realizaba. En mi mente ha quedado muy marcada la primera noche, en la que ya acostado en mi cama, en una gran habitación, junto a otros que me eran casi desconocidos, me pregunté: ¿Qué hago aquí?, ¿Quiénes son todos ellos? Y cuando parecía que el miedo se iba apoderar de mi corazón, se apoderó la voz de Dios que me decía: ¡Ten fe y confía en mí!

Ahora entiendo que aquella noche estaba allí porque el Señor me invitaba a formar parte de una gran comunidad de discípulos que día con día se esfuerzan en seguir sus pasos. Comprendí que Jesús me invitaba a subir con Él a la barca y que esa barca era el Seminario. No pasó mucho tiempo, cuando ya amaba aquel lugar, pues en él comencé a vivir momentos que para siempre quedarán guardados en mi corazón; orar, estudiar, trabajar, jugar y muchos otros. En pocas palabras consideré el Seminario no solo un espacio de formación, sino el lugar donde me sentía feliz encontrándome con Aquel que me había invitado a seguirle.

Así, el Seminario se convirtió para mí en un lugar de encuentro, principalmente con Jesús de quien día con día me enamoraba más y más. Aprendí a amar y aceptar a mis hermanos seminaristas a quienes Jesús, también había invitado a subir a la barca. De esta manera pude comprender que el camino vocacional no se recorre en la soledad. La vocación me ha regalado compañeros que se han convertido en mis amigos y hermanos. Ellos siempre serán signo de la presencia de Jesús en mi vida.

Debido a la pandemia que el mundo enfrenta, hace unos meses tuvimos que abandonar el Seminario. Aunque al principio fue muy duro tener que dejarlo todo, supe que el camino vocacional no nos pertenece, no nos atribuimos un llamado, es Cristo quien nos llama. Es Él quien toma la iniciativa de invitarnos a este camino, no para seguirnos a nosotros mismos, sino para seguirlo a Él. Por eso, a pesar de no estar en el Seminario, sabía que debía tener fe y confiar como el primer día, pues es Jesús quien conduce esta barca. Y aunque estaría lejos de mis hermanos seminaristas, en mi corazón residía la certeza de que, lo que nos une, no es el vivir en un mismo lugar, sino el haber sido llamados por Jesús.

Hogar es aquel lugar donde descubrimos que somos felices y donde sabemos que nos aman. Por tanto, el Seminario es para nosotros eso: ¡un hogar! Después de casi 5 meses de no estar en el Seminario, mi corazón se llena de inmensa alegría al saber que retorno a casa. Aunque no abandonamos la barca, sino que permanecimos de modo nuevo a bordo de ella, ahora sé que Jesús la vuelve conducir a puerto seguro en medio de esta tempestad que pronto pasará. Regresar al Seminario nos llena de gozo, porque continuamos con nuestro “Sí” a Dios, un “Sí” que se prolonga todos los días y a cada instante. Un “Sí” que transforma la propia vida. Un “Sí” que nos dona totalmente a Aquel que nos ha invitado a morar en su casa.

Erick Alfonso Rivera Ortiz
3ero de Filosofía

19 Jun 2020

HELLO! 1

Sin duda alguna, el pasaje del peregrino de Emaús es uno de los más bellos y significativos del evangelio de San Lucas, pues es muy semejante a lo que la Iglesia experimenta diariamente, el dolor, la soledad, la angustia; pero después de encontrarse con Cristo todo cambia a alegría, confianza y seguridad.

Desde hace ya varios días, hemos emprendido un caminar con algunas comunidades de nuestra Iglesia local, especialmente con los jóvenes. Ha sido una experiencia muy enriquecedora de misión de verano, pues es un compartir mutuo sobre lo vivido en estos días y cómo hemos descubierto a Dios en la adversidad.

Podría parecer difícil, y a la vez algo extraño el pensar: ¿Cómo podremos misionar en tiempos de contingencia? Como Iglesia no podemos quedarnos con los brazos cruzados, tenemos que trabajar por el Reino de Dios. Por eso saldremos al encuentro de sus hijos, partiremos con ellos hacía Emaús, hacia ese lugar al que todos anhelamos llegar, hacia esa tierra prometida, donde descubriremos al Señor en los acontecimientos del ordinario.

El primer paso de esta misión, es el unirse a la peregrinación; la Iglesia está en marcha; aún en tiempos de pandemia, sigue caminando, no podemos entorpecer ese camino ni mucho menos hacerlos ir por otro. Tenemos que unirnos a ese camino y entender poco a poco el por qué ir hacia allá.

En un segundo momento, después de haber entendido un poco el rumbo de los peregrinos, compartiremos lo que hay en el corazón, aquellas palabras de esperanza: “ánimo”. “¡Dios está con nosotros!”. Pues en el rostro de las personas pareciera haber miedo, incertidumbre.

Y por último, al llegar a Emaús, a lo más íntimo para nosotros, dejaremos que ese peregrino entre con nosotros, pues su rostro nos es familiar, sus palabras nos han devuelto la vida, nos han sanado, han cambiado nuestro luto en alegría; y es ahí, en lo más íntimo del corazón, en lo más profundo de nuestro ser, donde lo encontraremos y descubriremos. No solo al fraccionar el pan, no solo en los momentos de felicidad y gozo, sino en todo, pues Dios ha visitado, ha entrado y se ha querido quedar en mi casa, en mi vida.

Ahora más que nunca, como los discípulos de Emaús, queremos como Iglesia, anunciar a todos que verdaderamente el Señor está con nosotros, nos ha visitado, lo hemos descubierto y no hay por qué temer.

La Iglesia está y seguirá en marcha pues Cristo camina con nosotros. Gracias Señor por quedarte en nuestras vidas.

Jesús Emmanuel Garza Torres
1ero. de Filosofía

12 Jun 2020

HELLO! 1

De las pandemias que ha sufrido la humanidad, la Iglesia ha sido testigo en la historia, no sólo como esa vieja espectadora de los hechos; sino como madre que sufre con sus hijos. Muchos de sus santos se han desgastado en las pestes que han azotado al mundo, como san Luis Gonzaga o san Juan de Dios.

Hoy, el mundo entero enfrenta esta herida y la Iglesia está allí, cargando la cruz con sus hijos y siendo signo de esperanza y de consuelo.

Con el comienzo de esta pandemia las cosas cambiaron, los templos se vaciaron, los grupos parroquiales dejaron de juntarse, la forma de ir a catecismo cambió, incluso la forma de participar en la misa. Todo con tal de cuidar, especialmente, a los más vulnerables: los niños, los ancianos.

Esta nueva realidad nos ha recordado algo. Que la Iglesia está más viva que nunca, y este tiempo ha servido para que broten los sentimientos más genuinos de piedad y solidaridad. Motiva saber que las familias se congregan para mirar por la TV la Eucaristía o por alguna red social. Anima el que los grupos apostólicos hayan hecho de la tecnología su aliada, para no detener su crecimiento en la fe. Miles de sacerdotes trasmiten la Eucaristía, otros participan en Horas Santas o dando temas de formación, y nuestro Señor Sacramentado ha salido a las calles para bendecir.

La Iglesia se adapta a estos nuevos tiempos y no sólo se ha quedado en la parte del discurso o la formativa, tampoco en lo litúrgico, ¡no! Ella misma asume aquello mismo que el Señor les dijo a sus apóstoles en el monte: “denles ustedes de comer”.

Cáritas, por ejemplo, ha sido para miles de hogares la mano providente que ha atendido sus necesidades. El Seminario de Monterrey hace de su misión de verano, una “misión de esperanza”, enviando a sus seminaristas a animar, acompañar y compartir la fe, en todas sus redes sociales; junto con Cáritas de Monterrey, la Pastoral Juvenil, La Pastoral Vocacional, y la Vicaría de Pastoral con la Misión COVID.

La Iglesia sabe que el anuncio del Reino es integral, y la esperanza que se comparte es una esperanza fundada en la fe y en la caridad. No sólo predica; sino que actúa en silencio, discretamente, llegando a donde tiene que llegar, sin luces ni reflectores.

Mario Alberto de Luna Guevara
2do. de Filosofía

03 Abr 2020

HELLO! 1

Nos encontramos viviendo uno de los desafíos más fuertes de los últimos tiempos en la historia de la humanidad, han sido días de incertidumbre, de desesperanza donde a veces nuestra fe ha entrado en crisis.

Que interesante es la historia, que nos ayuda a reflexionar; es curioso que cuando el ser humano se ha sentido más capaz, más autosuficiente, es cuando se han visto las grandes pestes, las grandes epidemias. Esto debe ayudarnos hacer una profunda reflexión sobre nuestra vida, sobre nuestra existencia. Somos seres frágiles, seres de polvo, no somos tan autosuficientes ni tan capaces, no tenemos en nuestras manos el destino del mundo ni el ritmo del tiempo. Sin embargo; nada está perdido, es un tiempo de crisis que nos debe ayudar a ser más fuertes, nos debe ayudar a confiar más y a ser mejores cristianos, mejores ciudadanos y mejores católicos.

¿Por qué sentimos miedo? El miedo es un sentimiento muy natural de los seres humanos, que sale a flote cuando estamos en una situación de inseguridad o incertidumbre, pero el miedo no de predominar en aquel que cree en algo que es superior a nosotros. El que confía no teme y el que no teme camina, avanza, construye y da testimonio en tiempos de dificultad.

Estamos a unos días de iniciar la Semana Santa, el tiempo litúrgico que recuerda y actualiza los acontecimientos más importantes de nuestra redención; la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor. Este año todo será diferente, pero debe ser un buen momento de renovación personal y comunitario, debe despertar en nosotros el sentido de la fe y la adición a nuestra Iglesia. Este año no saldremos en procesión con ramos en nuestras manos, pero desde el interior de nuestras casas si podemos proclamar a Jesús como el rey de nuestra vida y de nuestra familia; quizá no contemplaremos el signo del lavatorio de los pies durante la misa del jueves santo, pero si podremos servir a los que viven en casa; no besaremos la cruz durante el viernes santo, pero si podremos contemplar aquella cruz que cuelga en la cabecera de nuestra cama, y ver en ella la profundidad del misterio que sigue floreciendo en nosotros los cristianos. Este año no encendernos el cirio pascual, pero si encendernos la flama de la fe, la esperanza y la caridad.

Durante estos días donde somos sacudidos por una fuerte tormenta, acudamos a los pies del maestro y pidamos su ayuda y su protección, para que a pesar de la tormenta que sacude la barca de nuestra existencia, encontremos la paz y la calma, y así como contemplaremos al Señor glorioso y resucitado, seamos testigos; que la muerte, la desolación o la enfermedad no tienen las última palabra. Pues la última palabra ya fue dada por Jesús con su muerte y resurrección.

Que la Virgen Santísima sea nuestro ejemplo de fortaleza y que ella nos ayude en estos momentos de adversidad. Recuerda nada está perdido, pronto vendrá la calma.

Héctor Elías Morales Montes.
2do. de Teología