06 Dic 2021

HELLO! 1

En este año como Iglesia, iniciamos un camino de reflexión con destino al próximo Sínodo de los Obispos en el año 2023; en el cual, el Papa Francisco nos invita a que pongamos atención en una característica propia de la Iglesia: “la sinodalidad”. Para este Adviento 2021, también nuestro Arzobispo Mons. Rogelio Cabrera nos ha pedido que incluyamos esta visión y reflexión dentro del tiempo que estamos iniciando.

Primero que nada, recuerda que el Adviento por su etimología hace referencia a una ‘venida’, del griego adventus. La liturgia, nos habla del tiempo por el cual un nuevo año litúrgico inicia, con una duración de cuatro domingos y en la cual predominara el sentido de “prepararnos” que podemos ver reflejado en las lecturas como en el uso del color morado. Nuestro Catecismo de la Iglesia Católica afirma que adviento es “el tiempo en donde la Iglesia actualiza la espera del Mesías: participando en la larga preparación de la primera venida del Señor; como también aquella segunda venida de Cristo” (cf. CEC, 524).

Entonces, Adviento es el tiempo propio por el cual nos preparamos para así esperar al Mesías que está pronto a nacer. ¿Cómo nos preparamos? Por una parte, rectificando el camino; es decir, abandonar todo lo malo de nuestras vidas y volver al camino que nos lleva a la santidad; por otro lado, estar vigilantes, que no nos pase de largo el misterio divino de la encarnación, donde Dios se ha hecho hombre, el nacimiento del Mesías, del Emmanuel (‘Dios-con-nosotros’). Recuerdo bien las palabras de mi abuelita al preparar a sus nietos para la Navidad: «Adviento es el tiempo propicio para que nuestros corazones sean aquel pesebre en donde el niño Jesús pueda nacer». Considero estas dos actitudes propias a vivir durante el tiempo de Adviento: «rectificar nuestras vidas y estar vigilantes».

En cuanto a la sinodalidad, es importante entender que ella es propia de nosotros como Iglesia. “La sinodalidad en la vida y en la Misión de la Iglesia” en el número 3 nos dice: “La Iglesia es la asamblea convocada para dar gracias y cantar alabanzas a Dios como un coro, una realidad armónica donde todo se mantiene unido, porque quienes la componen, mediante su relación recíproca y ordenada coinciden en el mismo sentir”. Vivir sinodalmente como Iglesia es saber que caminamos juntos, que todos los que hemos sido llamados y formamos un solo cuerpo en la Iglesia (cf. 1 Co 12, 27), tenemos la misma responsabilidad de compartir el amor de Jesús. El Papa, obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas, laicos en sus distintas maneras de vivir, estamos llamados a ser y hacer Iglesia. Es saber que el Espíritu Santo nos colma de dones y carismas distintos a cada uno de nosotros (cf 1 Co 12, 1-11), pero también es reconocer que cada quien tiene una riqueza por aportar para hacer presente el Reino de Dios (cf. Mt 13, 44). Considero que esto nos lleva a sabernos con mucho valor, mismo que Dios nos ha dado, y que lo podamos ofrecer a los demás participando como una sola Iglesia.

¿Cómo poder vivir este Adviento 2021 con sinodalidad? La invitación creo que es clara. Podemos rectificar nuestro camino, pero en especial que podemos sanar aquellas instancias en donde tal vez hemos faltado a vivir fraternos con otros o al no ser ejemplo como cristiano, a que podamos prepararnos para la venida del Señor, pero que también ayudemos a otros a prepararse. Seamos consientes de que no todos tenemos la oportunidad de tener una cercanía grande con Dios, extendamos nuestras manos y ayudemos a otros a vivir esta experiencia. En este Adviento propongámonos caminar como una Iglesia fraterna, como una sociedad firme, como una familia unida.

Que la Sagrada Familia, modelo de todas las familias, sean nuestro ejemplo de vivir un Adviento y una sinodalidad: vivir unidos profundamente a Dios, poniendo nuestras capacidades ante Él, y tomar juntos la responsabilidad de una misión en particular.

Abraham Rodrigo Oliva Espinosa
Seminarista | 3ero de Teología

02 Oct 2020

HELLO! 1

La felicidad es algo muy importante en la vida de las personas y en muchas ocasiones se busca ser feliz y vivir en paz, aunque a veces suene imposible. Es difícil detenerse para ir más allá de lo que se puede ver, ya que esto exige tiempo, que en ocasiones no tenemos, o no estamos dispuestos a ceder.

El encuentro con el otro nos lleva hacia una aventura, ya sea por las ideas o planes que pueda proponer. Estar en contacto con los demás nos ayuda a ver fuera de nosotros mismos, yendo más allá de lo cotidiano, y si ponemos atención, nuestra vida puede mejorar considerablemente.

Todos queremos saber para qué estamos aquí en el mundo, tenemos dudas sobre lo que debemos hacer o en dónde deberíamos estar, queremos estar seguros de nuestra vida y también ser exitosos en esta búsqueda.

Ser llamado a una vida de fe exige mucho de nuestra parte y no siempre es como se supone que deba ser, pero se tiene una oportunidad tan valiosa que llenará con creces nuestra vida. Por esto, buscar encontrarme con Aquel que me dio la vida, sea cual fuere el camino, aunque pueda causar miedo y duda, alcanza la certeza de que será una vocación feliz por el simple hecho de tener a Dios como nuestro origen y nuestro fin.
No hacen falta grandes discursos para saber hacia dónde ir. En el momento que nos quedamos sin habla ante la presencia de Dios, cuando miramos a Cristo, todo está claro, Jesús es el camino, la verdad y la vida. La vida con Dios hace al hombre feliz.

Recemos juntos:

Señor Jesús,
reconocíéndome amado por ti,
he visto cuanto te necesita el mundo;
A pesar del miedo y la duda, ¡aquí estoy!
Envíame a ser lo que has soñado para mi desde la eternidad.

María, madre de los jóvenes,
tú que dijiste sí con alegría,
enséñame a hacer todo lo que Él me diga.
Amén.

Seminaristas Mauro Villegas
Tercero de Filosofía

25 Ene 2019

HELLO! 1

Desde 1985, cada cuatro años, la juventud católica se reúne con el Papa para celebrar en torno a la fe y la alegría, la Jornada Mundial de la Juventud, en ésta ocasión, la sede es Panamá.

¡El Papa Francisco visita nuevamente el continente Americano! y esto trae un mensaje de esperanza y paz, eso es lo que se ve reflejado en los jóvenes, que con su alegría responden al llamado que Jesús les hace. ¿Cómo puedo decir esto? Basta seguir las redes sociales y ver las publicaciones, para darnos cuenta de la emoción, la fraternidad, los cantos, los bailes, o esa imagen que se ha hecho viral (dónde suben a un joven en silla de ruedas).

Como joven esto me da esperanza. Saber que hay más jóvenes que pueden vislumbrar lo bello que es la vida caminando de la mano de Jesús, y saber que tenemos un representante con un espíritu demasiado jovial para comprender la inquietud del joven.

Otra de las cosas que me llaman la atención de esta Jornada es la presencia de María, y cómo los jóvenes la hacen presente en sus actividades. Cantos populares como “la Guadalupana” cantado por los jóvenes mexicanos presentes en este evento enternecen el corazón, unen a un pueblo y demuestran su cariño por Jesús, la Iglesia y en especial por la madre de Dios.

Por último quisiera resaltar que aunque el Papa haya visitado Panamá, el gesto de su venida habla al mundo entero de su disposición, preocupación y cuidado por la Iglesia que se le ha encomendado en el rostro de cada joven que quiere alcanzar la santidad y cumplir con el proyecto de Dios. Se nota que él es atento a cada necesidad y hace realidad este sueño de una Iglesia de puertas abiertas, que a la vez trae una imagen fresca del rumbo que ella va llevando haciendo lío y llegando a los últimos.

Y como dice el tweet del Papa Francisco, acerca de la Jornada Mundial de la Juventud: ¿Qué nos mueve a encontrarnos en esta JMJ? La seguridad de saber que hemos sido amados con un amor entrañable que no queremos y no podemos callar, y nos desafía a responder de la misma manera: con amor.

Alexis de Jesús Hernández Fuentes.
Segundo de Teología.

08 Dic 2016

HELLO! 1

La Santa Sede, a través del “L’Osservatore Romano” y en torno a la celebración de la Inmaculada Concepción, ha dado a conocer la nueva “Ratio Fundamentalis Institutionis Sacerdotalis” que dará luces a todos los seminarios del mundo para la formación de los futuros pastores del Pueblo de Dios.

La nueva ratio, anhelada y esperada para muchos formadores y seminaristas del mundo, es el documento de la Iglesia que establece los nuevos criterios para la formación en los Seminarios.

¿Por qué este documento ha generado grandes expectativas?

Desde hace treinta años, en 1985 se actualizó la antigua ratio y, aunque la Iglesia contó con grandes aportaciones, como es el caso de la exhortación apostólica post-sinodal “Pastores Dabo Vobis”, entre otras; requería ya un documento que actualizara y aportara luces muy concretas, por las nuevas realidades que viven los jóvenes en formación, los sacerdotes en la pastoral y por el mundo cambiante en el que vivimos.

Este documento de la nueva ratio, tiene su génesis en la reunión de Aparecida, cuando la Iglesia con la luz del Espíritu busca una renovación en el caminar del cristiano, la cual entiende, que en la época actual y para dar respuesta al mundo, requiere una Iglesia de discípulos y misioneros.

Para quienes desean ser servidores de Cristo y anhelan el Sacerdocio como medio de santificación, la nueva ratio establece que el elemento discipular-misionero está en la formación. La nueva ratio da un vuelco a la formación actual, tan orientada a las etapas académicas en los Seminarios y que establecía prácticamente, como único criterio evaluación, el ámbito intelectual. Lo medular de este nuevo proceso es que al discípulo en el Seminario se le evalúa por su madurez humana y vocacional y no solamente por su madurez intelectual.

La gran novedad de este documento es que establece, además de la etapa inicial, las etapas “discipular” y “configurativa” en lo que hoy se conoce como filosofía y teología resumida en un sexenio. Y al finalizar la formación en las etapas “pastoral” o “de síntesis vocacional”.  Todas unidas por un itinerario y un camino gradual y unificador para que no queden como etapas aisladas y descoordinadas unas de otras, sino tener un solo camino en el Señor.

El documento agrega que la formación del discípulo no termina en el Seminario, la formación permanente es para toda la vida e inicia en el momento de su ordenación.

Finalmente, consideramos que este documento trae gran esperanza, porque renueva la visión de la formación del sacerdote, que más que un cúmulo de programas busca una nueva actitud en el discípulo-misionero.