16 Feb 2024

HELLO! 1

Una de las frases que me gustan de la Sagrada Escritura es esta:“El Señor ha hecho grandes cosas por nosotros y estamos alegres” (Salmo 125). Porque siento que Dios ha sido bondadoso conmigo, y no hay otra manera de manifestarlo que en el servicio a los demás, y con una sonrisa.

¡Hola, qué tal! Mi nombre es Karlos Cristian Ortiz González, tengo 29 años, y estoy de experiencia eclesial en la parroquia San Juan Bautista, en García, Nuevo León. Lugar donde he estado muy contento y alegre porque Dios se manifiesta de una manera inconmensurable hacia mi persona, y donde puedo descubrir la mirada de Dios con misericordia por la gente que me rodea. Expreso mi agradecimiento y alegría por poder compartir mi testimonio vocacional con todos aquellos que leen este blog de nuestro querido Seminario Arquidiocesano de Monterrey.

En primera instancia, es necesario partir que mi deseo de querer ser sacerdote nació por la entrega generosa y la experiencia de vida de mi párroco. Esa alegría que manifestaba al atender diariamente a los fieles que a él acudían, cómo celebraba los sacramentos, era algo inexplicable por lo que al ver su alegría por las cosas de Dios, me gustó demasiado que tomé la decisión de entrar al Seminario.

Después de un tiempo de estudio y oración, en la etapa de Configuración; los seminaristas somos enviados a realizar un año de servicio que se llama: “Experiencia eclesial” o “Magisterio”, un encuentro fuerte con Dios a través de su Iglesia ya sea por una pastoral en específico, o en mi caso una comunidad parroquial.

Este año de servicio pastoral he podido experimentar esa alegría por la cual me enamoré por las cosas de Dios. Y tal vez te estés preguntando ¿Qué actividades realizan los seminaristas durante este año?

Principalmente, la atención a las personas en los diferentes carismas que tiene nuestra Iglesia. He podido constatar que me encuentro en una parroquia verdaderamente misionera. La extensión territorial de la parroquia es extensa, cuenta con realidades diversas, rurales y urbanas. Son aproximadamente 58 comunidades, donde mi tarea principal es apoyar al párroco en lo que se me encomiende como organizar actividades pastorales, celebraciones de la Palabra, atender y formar al grupo de monaguillos, lectores y jóvenes entre otras acciones pastorales.

Este año de servicio, es un tiempo formidable para ir a la raíz de nuestra vocación, es meditar sobre el futuro ministerio sacerdotal; significa aprender de nuestros párrocos que con sus experiencias nos invitan a reflexionar y aceptar con madurez los retos que representa el llamado al sacerdocio en este contexto actual.  Aprovecho para agradecerle a mi párroco, que con su testimonio y acompañamiento ha ayudado en mi camino de formación.

Son tres acciones en síntesis, acompañar a los grupos, ayudar en las actividades en la parroquia y aprender a amar a Dios en medio de su Iglesia y a través de ella. Cada una de estas acciones representa un papel fundamental en mi historia vocacional, pues al trabajar con niños, adolescentes, jóvenes y adultos puedo hacer mías las palabras del Salmo 125,  de la cual me siento llamado: “A estar alegre porque este año en García, Dios ha hecho grandes cosas conmigo”.

Karlos Cristian Ortiz González

Experiencia Eclesial

Parroquia San Juan Bautista, García., Nuevo León

30 May 2022

El apostolado es parte fundamental en la formación sacerdotal, ya que este implica la práctica de lo que se ha aprendido dentro de las aulas, así como también de la expresión de la fe por medio del amor al prójimo y el servicio. Es el medio por el que se puede servir a los demás, el cual permite tomar experiencia para un futuro ministerio en las parroquias.

Este año tuve la oportunidad de hacer apostolado en la parroquia de San Juan Bautista en el centro de Cadereyta Jiménez, junto con otros compañeros seminaristas y en conjunto con los padres que ahí se encuentran dando su ministerio. Puedo decir en primer lugar que fue una experiencia muy grata volver a las parroquias de manera presencial, especialmente porque la pandemia nos había quitado esta experiencia el año pasado.

Al principio comenzamos solo yendo algunos de los que formábamos el equipo, esto como medida de precaución ante la pandemia. Por eso algunas actividades las tuvimos que realizar de manera virtual. Así sucedió durante un semestre. De esto pude aprender a utilizar mejor los medios de comunicación, pues era necesario para poder estar en contacto con la comunidad. Sin embargo, sentía que era necesario ya estar en contacto de manera presencial con las personas, para compartir mejor las experiencias y las actividades.

Una de las actividades que más disfruté fueron las celebraciones litúrgicas, sirviendo en los bautismos y eucaristías. Debo decir también que disfruté mucho la convivencia, gracias a la buena relación que llevo con mis compañeros seminaristas, como con los padres y las personas cercanas a la parroquia.

Fue hasta el segundo semestre, luego de unas merecidas vacaciones de Navidad, que volvía de nuevo a la parroquia pero ahora con todos mis compañeros, ya que la situación de la pandemia nos permitía más apertura. Ahora tocaba tener mayor participación en la vida parroquial.

Las actividades que realizamos en la parroquia eran el acompañamiento en los grupos de catecismo, compartir algún tema con los jóvenes y ayudar en las celebraciones litúrgicas, como bautismos, bodas, quinceañeras y misa dominical.

Considero que este año el apostolado me permitió conocer las circunstancias exteriores y cómo enfrentarlas, de cómo ante ello se persevera y se resiste con fortaleza y por amor. Fue también el conocer a las ovejas y a los pastores, su relación entre ellos y con Dios. Agradezco mucho a esta comunidad por su calidez, por su amor a la Iglesia, por su ejemplo y servicialidad, porque pude aprender de su generosidad y esfuerzo para hacer las cosas bien para la gloria de Dios. Puedo decir que fue un aprendizaje para servir, y fue un encuentro con Dios en las personas que sirven. Me quedo con la experiencia y la enseñanza de este apostolado, y espero que me sirva para los próximos y para un futuro ministerio.

Jesús Alfredo López Díaz | 1º de Teología

27 May 2016

HELLO! 1

Por: Diác. Erick Adrián Leal Ibarra

El 14 de agosto del año pasado, el Señor Arzobispo Mons. Rogelio Cabrera López nos dio los destinos para el ministerio diaconal: “Erick Adrián Leal Ibarra, Pastoral de la Salud y Parroquia de Nuestra Señora de Lourdes”. Me emocioné, una sonrisa se dibujó en mi rostro y mi mente voló hacia los hospitales.

No era la primera vez que estaba en la Pastoral de la Salud; por dos años había asistido a visitar enfermos a la clínica 6. Al principio muy difícil, después, con la ayuda de Dios, fui aprendiendo mucho de los enfermos.

Una nueva oportunidad se me presentaba; visitar hospitales y acompañar a las personas en su enfermedad. Muchas veces me preguntan que cómo me va en mi ministerio diaconal; difícil respuesta: “Cómo te explico que estoy muy contento de poder acompañarlos en su enfermedad, es raro sentirme feliz en medio de sufrimiento, dolor y muerte… pero Dios me ha concedido esta maravillosa oportunidad y por eso soy feliz”.

En los hospitales se pueden experimentar diversas vivencias a la vez: ir a dar gracias a Dios por un recién nacido, hacer oración con un enfermo, bautizar de emergencia a un bebé, ir a la capilla a alabar a Dios por un familiar que se recupera, tomar la mano de la familia que acaba de perder a un ser querido, ver la sonrisa de una persona cuando la dan de alta, cantar con el corazón en la mano, jugar con los niños, llorar por la situación que pasan, llevar flores para alegrar el día, correr a urgencias por alguien que llega muy grave, disfrutar con calma a Jesús en la Eucaristía.

¿Qué más les puedo decir? He aprendido a ver a Jesús tanto en las familias como en los enfermos. Jesús se me hace el encontradizo y siempre me sorprende: me sonríe, me aprieta la mano, me acaricia, me da ánimo, me llena de esperanza, me enseña a darle sentido al sufrimiento y a la enfermedad.

Este ministerio en los hospitales, me ha ayudado a vivir una vida más plena, me ha permitido sanar mis relaciones con Dios y con los cercanos a mí, me ha sensibilizado el corazón y me sigue exigiendo extender el ministerio sanador de Jesús a todos por igual y manifestar la ternura de Jesús hacia la humanidad que sufre.

25 Abr 2016

HELLO! 1

Por: Ángel Josué Loredo García, seminarista.

Corría el mes de Agosto del año 2015. Comenzaba, en aquellos días, a cursar mi noveno año de formación, propiamente iniciaban para mí, los estudios del tercer año escolar en el Instituto de Teología y me encontraba con una gran expectativa al retomar mi formación académica en el Seminario. Indudablemente, una de las noticias que los seminaristas esperamos con más ansias a inicio de año, es la de poder conocer cuál será nuestra nueva experiencia de apostolado.

Recuerdo claramente, que en primer momento, vi en la lista de apostolados, los nombres de dos hermanos seminaristas y el mío, el destino eran dos capillas: Espíritu Santo y San Judas Tadeo, ambas ubicadas en Juárez, Nuevo León. Junto a las capillas, también decía en la lista como lugar de apostolado el Centro Multimedia Aletheia del Seminario, esta noticia, tengo que decirlo, me impacto demasiado, ya que Aletheia es un estudio donde se trabaja mucho con computadoras, cámaras de video, entre otras tareas, y la verdad, en las cuestiones tecnológicas no soy nada bueno.

Así mismo, aparecía como encargado del proyecto el padre Martín Galicia, director espiritual del Seminario en el Instituto de Filosofía. Lo más pronto posible, me acerque al padre Martín para aclarar qué es lo que me esperaba, me aclaró, gracias a Dios, que la encomienda era solamente en las capillas, junto a esto, me encuentro ahora con la sorpresa de que el proyecto es comenzar a forjar una comunidad parroquial con los fieles de estas  capillas. ¿Por qué una sorpresa? Lo ordinario, al menos en la experiencia apostólica que he vivido, había sido, estar en parroquias ya establecidas pastoralmente o propiamente en la pastoral Vocacional. Entonces, el reto presentado fue muy interesante desde aquél momento.

Hoy en día, puedo afirmar, que el tiempo que Dios me ha permitido vivir en estas dos bellas comunidades, verdaderamente ha sido enriquecedor. Y es que, contemplar la fe sencilla y fervorosa de las personas que forman estas comunidades, ha sido para mí proceso vocacional un fortalecimiento del mismo. De igual modo, el encuentro con la parte del pueblo de Dios que vive en estos lugares donde hemos compartido juntos la fe, ha sido una realidad que me ayuda a renovar la respuesta vocacional que busco dar a la invitación que Dios me hace a seguirle.

En mi persona, sin duda alguna, el sentimiento que más ha aflorado, es el de la gratuidad, ante tantas muestras de aprecio y cariño por parte de la comunidad. Es una alegría inmensa, el poder ver la confianza de tantas personas, cuando comparten desde lo más profundo de su corazón, las vivencias de su vida con un servidor. Esto es, un tesoro incalculable que va forjando en mi persona un corazón de futuro pastor del rebaño de Dios. Agradezco a nuestro buen Dios por la oportunidad que me da de poder servirlo a Él en su pueblo.

19 Feb 2016

HELLO! 1

Por: Diác. Juan Reynaldo Díaz Castillo

Tengo la bendición de participar en la Pastoral Penitenciaria de Monterrey, específicamente en el penal del Topo Chico, junto con otros hermanos que durante toda la semana brindan su servicio pastoral. Ha sido una experiencia muy especial, pues el Señor me permite verlo a través de la mirada que clama misericordia de los internos.

Desgraciadamente esta semana pasada ocurrió la tragedia que ya la mayoría conoce, donde 49 internos perdieron la vida por una riña en el interior del penal. Lo que quisiera compartirles es una pequeña reflexión.

Hay muchas opiniones acerca de lo ocurrido, unas tantas en preocupación por los familiares dolientes que perdieron un ser querido en el incidente, otras acerca de la situación de seguridad de los penales, también hay opiniones indiferentes que les da lo mismo si murieron 1 o 49.

Yo no tengo familiares dentro del penal, y aún así sentía incertidumbre por todo lo ocurrido, tenia la duda de los que están mas cerca de las actividades de la capilla estaban bien o cómo se encontraban. No imagino el dolor de los familiares que si tienen a un ser querido cumpliendo una condena. El no saber si sus hijos estaban bien o aparecían en la lista de nombres de los fallecidos.

No necesito padecer el dolor directamente para tener compasión y misericordia. Nos deberían de dolor cada perdida humana, cada hijo de Dios que se pierde, nos debería de importar, más cuando perdemos un alma del pueblo de Dios. No me toca a mi juzgar los actos de los demás, me toca ayudar a mi hermano, y sobre todo al hermano necesitado, al rechazado y marginado.

Ahora nos toca orar por sus almas, por sus seres queridos, por quien dejaron hijos e hijas, por esos que la sociedad no supo mostrarles un camino de compasión. Un ejemplo de conversión.