07 Sep 2016

HELLO! 1

Por: Juan Yosimar Moreno Saucedo, seminarista (T3)

Esta semana seguimos meditando los acontecimientos, de los cuales hemos sido partícipes, como Seminario y como familia de la Iglesia Arquidiocesana de Monterrey. El pasado 3 de septiembre del 2016, vivimos con gran alegría la consagración diaconal de 9 de nuestros hermanos de cuarto de teología. Dentro de la meditación de estas ordenaciones, brotan algunas preguntas al respecto. Primero, ¿qué es un diácono?, y segundo, ¿cuál es su papel en la Iglesia? Las respuestas a estas interrogantes nos ayudarán a comprender lo vivido.

Pues bien, respondiendo a la primera cuestión, encontramos que un diácono «es aquel hombre que ha recibido el primer grado del sacramento del Orden Sagrado». Como parte del rito de la consagración, se le imponen las manos, como signo de la asistencia que harán a su Obispo y sacerdotes en la predicación de la Palabra de Dios, en la distribución de la comunión y en las obras de la caridad, siendo así el servicio lo más específico de su ministerio. Aunque si bien, además de las diversas y nuevas encomiendas que recibe (como ver por los pobres, bautizar, bendecir, entre otras), el diácono debe ser un reflejo vivo de Jesucristo, quien no vino a ser servido, sino a servir.

Y como respuesta a la segunda pregunta, el Señor Arzobispo nos manifestó a toda la comunidad congregada en torno a la celebración, dirigiéndose especialmente a los nuevos diáconos, sobre el papel que asumiría en su ministerio: “les encomendamos a los pobres de Monterrey, pongan su corazón en servirles; en ser testigos del amor de Cristo. El diaconado es servicio, es entrega. Tenemos un gran número de indigentes que necesitan todo nuestro cariño y nuestra caridad”.  La encomienda es muy clara: un continuo desvivirse por amor, amor al pueblo de Dios, con especial servicio y atención a los pobres de nuestra Iglesia Regiomontana.

En lo personal, un momento emotivo y lleno de luz, fue cuando se les confió su destino de ejercicio ministerial, que aunque ellos tenían algunos fines de semana asistiendo a tales comunidades, el expresarlo públicamente fue algo conmovedor, pues acompañaba una expresión de confianza  y compromiso: “les encomendamos a los pobres y desprotegidos de la comunidad…”.

Ser servidor de los demás y, más aún, de alguien a quien no te lo puede retribuir, es un mandato evangélico y una invitación a dar más de nosotros. Estamos seguros que estos hermanos nuestros, tendrán que dar más de sí en este ministerio que les ha sido encomendado, mismo que algún día queremos y esperamos con fe, ser partícipes el resto de seminaristas que seguimos en la formación.

01 Sep 2016

HELLO! 1

Entre al seminario a los 23 años de edad. Era estudiante de la facultad de Ingeniería Civil en la UANL y miembro de grupos parroquiales principalmente coros.

Descubrí mi vocación, cuando en mi interior había como un fuego ardiente que no podía apagar (Jer 20,9) fue cuando le pregunté a Dios respecto a mi vocación. Y todo fue providencial. El llamado de Dios en mi vida lo descubro en el proceso vocacional. Y en medio de mis ocupaciones diarias traté de dejarme llevar por su voz, entiéndase que la voz de Dios la descubrimos en los acontecimientos y signos que muestra a través de las personas de Dios y claro; en su Palabra y en la Eucaristía.

Paz interior y alegría. Creo este binomio de sentimientos me ha acompañado desde que acepté el llamado y en toda la formación, siempre busqué estar abierto a la voluntad del Señor y solamente a través de los frutos es como he podido conocerla.

Al darles la noticia a mis padres, creo que las palabras internas fueron: “Ya nos esperábamos esto, como te la pasas todo el día en la Iglesia”; pero lo que me dijeron en realidad fue, por parte de mi papá: “pues tú ya sabes, ya eres mayor de edad”. Por parte de mi mamá: “Yo sentía que algo tenía Dios para ti”.

Llegar a ser sacerdote significa para mí una manifestación de su gracia en mi persona en donde lo indigno, por su presencia Él lo hace digno. Significa que Dios puede dar para su Pueblo la expresión más grande de Amor, de Misericordia, de perdón, de paz a través de mí.

“Hubo algún momento en tu caminar que dudaste de tu vocación. ¿Cómo enfrentaste esto?”
Si. Primero, reconociéndome necesitado. Segundo, pidiendo ayuda y tercero, dejándome acompañar. La clave está en estas tres cosas: Humildad, limosna y docilidad.

La indiferencia, la dispersión, el egoísmo sobre todo la rutina. Estos son los retos que he descubierto en la comunidad al transmitir a Dios, sobre todo la rutina.

31 Ago 2016

HELLO! 1

Entré al seminario a los 24 años, terminé la carrera de Lic. en Derecho y Ciencias Sociales. Y me encontraba como misionero en la comunidad del ITE, un instituto que pertenecía a la diócesis.

“¿Cuándo descubriste tu vocación? ¿Cómo fue?”
Recuerdo que me encontraba en unas misiones de Semana Santa en el 2004, cuando sentí por primera vez que Dios me llamaba a algo, pero no sabía que quería de mi vida.

Descubrí el rostro de Dios en el rostro de unos niños y también vi la necesidad de darlo a conocer a las personas que tenían hambre del Él, pero no había quien se los transmitiera. Creo que mi primer llamado lo sentí a la vida misionera y ya en la misión logré comprender que Él me quería por completo a su servicio en la vida Sacerdotal.

Los sentimientos que tuve al aceptar el llamado, pues de primer momento creo que miedo, pero a la vez alegría y entusiasmo de sentirme llamado por Dios. También confieso que cuando entré al Seminario no lo hice por querer ser Sacerdote, más bien buscaba ser feliz y para mí la felicidad es hacer la voluntad de Dios y pues la voluntad de Dios me hizo llegar al Seminario

“¿Cómo recibieron tus padres o tu familia, la decisión de Servir a Dios? ¿Recuerdas sus palabras?”
Bueno pues mi mamá ya había fallecido cuando yo decidí entrar al Seminario, pero en una ocasión mi hermana me confesó que mi mamá le había comentado que yo terminaría en el Seminario. Cuando le dije a toda mi familia yo me encontraba de misiones en General Treviño y fueron a visitarme el día de mi cumpleaños y después de pasar el día completo con un servidor, ya al final cuando se iban me subí a la camioneta y en ese momento les dije; todos se quedaron helados de la noticia y se quedaron callados por un momento, mi papá fue el primero que tomó la palabra y me dijo: “yo siempre he querido para cada uno de ustedes que sean felices y los he apoyado en sus decisiones, y si tú crees que esa es tu felicidad yo te apoyo”.

Llegar a ser sacerdote, es hacer la voluntad de Dios, responder a su llamado para servir a Él y a su pueblo, y hacer mi corazón semejante al de Él.

Durante mi caminar, han habido dos ocasiones en las ha sido complicado continuar.
En el Curso Introductorio, a raíz de una lesión en el tobillo que me hizo estar en reposo por un buen periodo de tiempo, me llevo a entrar en crisis y estuve a punto de salir, pero gracias al apoyo del padre espiritual y el padre formador decidí permanecer un tiempo más, pero lo más importante fue que descubrí una espiritualidad personal, que hasta la fecha la sigo realizando y es lo que me ayuda a permanecer en el Sí constante a Dios.

La otra fue en tercero de filosofía, no dudaba del llamado de Dios, sino dudaba de mi repuesta, que tan firme y fiel era en mi llamado, la indignidad que sentía, el no sentirme realmente preparado. Pero una vez más me vi acompañado por mis formadores y la guía de mi director espiritual y por supuesto la comunidad (mis hermanos).

Los retos que he vivido han sido conmigo mismo, vencer mis temores, comprender y conocer a la comunidad en la que me toca servir y saber acompañar, aprender a tener capacidad de frustración y romper paradigmas en la evangelización.

26 Ago 2016

HELLO! 1

Entré al Seminario a los 18 años. Estaba terminando mis estudios de Preparatoria.

Mi primera inquietud hacia la vocación sacerdotal fue el 11 de febrero del 2006 en una misa del Día del Seminario. Yo estaba viendo las opciones para mi futuro profesional y el seminarista dijo que también contempláramos la posibilidad de la vida sacerdotal. Yo formaba parte de un grupo llamado Escuadrón y eso me había sensibilizado a las necesidades de formación y acompañamiento espiritual de los jóvenes.

Emoción, incertidumbre, nervios, fueron los primeros sentimientos que vinieron al aceptar mi vocación.

Al dar la noticia a mis papás, al principio los “sacó de onda” porque ellos tenían en mente otros proyectos para mí, pero me apoyaron desde el primer momento hasta hoy.

Para mí, llegar a ser sacerdote, significa responder a un llamado que Dios me hace y una invitación a servirlo de manera particular.

Durante el caminar de la formación, siempre hay momentos de duda, situaciones complicadas, pero me daba tranquilidad saber que Dios llevaba este proyecto y no yo. Respecto a los retos que he enfrentado y enfrentaré, hay muchos prejuicios en el pueblo de Dios y en su imagen de Dios que primero hay que purificar para poder llevarlos al encuentro del Dios que es Amor y Misericordia.

26 Ago 2016

HELLO! 1

Entre al seminario a los 17 años, cursaba 2o semestre de Universidad, en la Facultad de Ingeniería (FIME). Pertenecía a un grupo de adolescentes en la Parroquia María Madre de la Iglesia.

Creo que Dios hizo audible su llamada a través del sacerdote que en aquél entonces era vicario de la comunidad parroquial a la que pertenecía. El llamado lo sentí como una inquietud que nacía en mi persona al realizar apostolado que como grupo de adolescentes hacíamos en el Hospital 34 del IMSS al ver el rostro de Cristo en mis hermanos y hermanas postrados en cama (sentía que Dios me llamaba a consagrarle mi vida totalmente).

Otro momento especial en el que fui descubriendo el llamado de Dios a ser sacerdote, fue cuando viví el retiro de fin de semana sacerdotal, que organiza el Centro Vocacional, propiamente al contemplar la fraternidad y la alegría de la vocación en mis hermanos seminaristas del equipo vocacional.

En aquellos días tuve un mar de sentimientos, recuerdo que sentía alegría, pero a la vez tenía algo de miedo, me sentía entusiasmado pero también con mucha incertidumbre. Lleno de esperanza, así mismo, algo de temor. El mayor sentimiento era buscar confiar en lo que Dios realizaría en mi persona.

Al dar la noticia a mis papás, recuerdo que lo aceptaron de una manera muy gustosa. Me dijeron que me apoyaban en cualquier decisión que tomara y que estaban conmigo para siempre apoyarme.

Llegar a ser sacerdote, significa intentar responder al llamado que Dios me hace para servirlo a Él en su pueblo. Poder compartir lo que Dios me ha dado: el regalo de la fe. Ser sacerdote para mí significa tratar de ser un puente entre Dios y sus hijos, poder compartir la misericordia de Dios a su pueblo.

Durante el caminar de mi formación ha habido varios momentos difíciles o de dudas, sobre todo en los primeras etapas del Seminario (Menor y CI). Creo que la mejor manera de enfrentar una crisis o dificultad es, primeramente, ponerlo en oración frente a Dios. Segundo, platicarlo con tu director espiritual y también compartirlo con buenos amigos y hermanos seminaristas para que te apoyen.

“¿Qué retos has enfrentado en la comunidad al transmitir a Dios?”
En algunas ocasiones hablar de Dios a la gente puede ser verdaderamente un reto, es un gran reto la manera en la que se debe transmitir el mensaje de Dios, aunado a intentar superar mis propias limitaciones humanas y espirituales, esto con el fin de servir y trasmitir mejor el mensaje de Dios a mis hermanos.

Así mismo, me he enfrentado con el reto de tratar poder transmitir a Dios en una comunidad concreta con problemáticas propias, por ejemplo, un lugar como el tutelar de menores o un asilo, lugares donde me ha tocado servir.