12 Nov 2021

HELLO! 1

El hombre ha sido creado por Dios de una manera perfecta y muy compleja, que es la unión de alma y cuerpo. Esto quiere decir que el ser humano posee una realidad espiritual y corporal.

Por mucho tiempo han surgidos distintas maneras de entender el cuerpo humano, algunas corrientes filosóficas lo consideraron como algo malo. Ejemplo de esto tenemos a Platón, quien planteaba que el cuerpo era la cárcel del alma. Otros dirán que el cuerpo solamente es sufrimiento y que la verdadera esencia del hombre es el alma porque ella es inmortal y no padece de agotamiento.

Pero vale la pena tan solo pensar que el Hijo de Dios quiso encarnarse, Él siendo eterno y sin estar sujeto a la temporalidad de la corporalidad asume un cuerpo mortal. Entonces, si Dios mismo se encarnó, ya desde ahí podemos ver que el cuerpo es algo de muy alta dignidad. Y esta dignidad se confirma con la resurrección de Jesús en un cuerpo glorioso.

El hombre posee inteligencia, es capaz de aprender y de realizar grandes acciones que van marcando su misma historia y la vida de quien lo rodea. Por eso es necesario pedir a Dios su sabiduría para que nuestras acciones estén en concordancia entre alma y cuerpo. De modo que haya integralidad en nuestra vida involucrando todo nuestro ser.

Conviene recordar que el hombre al ser una realidad espiritual, es capaz de hacer oración y de entrar en diálogo con Dios, por el bien de los demás y por él mismo. La oración es fundamental para cuidar el estado espiritual, así como lo es la comida saludable para el cuerpo. El hombre necesita de su creador, necesita hablar con él, alimentarse de él, decirle sus alegrías y angustias, sus problemas y agradecimientos, platicarle de su familia, trabajo, amigos y pedirle perdón cuando se ha cometido una falta. Por eso, el ámbito espiritual no puede quedar fuera de la vida del hombre, porque es algo que lo constituye como persona.

Somos llamados a llevar una vida plena y esto parte del reconocer nuestra integralidad espiritual y corporal. Reducir a la persona a una sola de estas dimensiones sería empobrecerla y coartarla en sus capacidades.

Roberto Manrique Nielsen
Seminarista | Primero de Filosofía

18 Oct 2019

HELLO! 1

La felicidad es aquella satisfacción por un bien alcanzado o logrado. En el desarrollo de la cultura queda plasmada la búsqueda de esta felicidad, a la cual se referían de diversas formas, pero con un mismo fin: la posesión de un bien.

Los griegos buscaban la eudaimonía, los romanos la felicitas, en la edad media cristiana se pretendía alcanzar la beatitud. A pesar de establecer estos conceptos con una carga de significado particular, el trasfondo de esta búsqueda es la satisfacción plena de todos los bienes.

La sociedad griega de tiempos de Aristóteles está regida por un parámetro de búsqueda y práctica de la excelencia, la virtud (areté). En este modelo de sociedad, cada individuo busca la felicidad (eudaimonía) que es el estado de absoluta realización. El camino para alcanzar esta felicidad se logra en la búsqueda y realización del bien común: es en el orden social y el equilibrio comunitario que se concreta la plenitud personal.

Tal aspiración es digna de ser fomentada y estimulada, pues, ¿Quién no quiere ver satisfechos todos sus anhelos? Aunque la brecha generacional entre aquellas sociedades y las nuestras es bastante amplia, esta búsqueda de la felicidad, de la plenitud humana continua vigente, es atemporal.

Ciertamente la posmodernidad se ha encargado de presentarnos una amplia gama de opciones mercadotécnicas con la finalidad de satisfacer nuestros voraces apetitos. El capitalismo y el liberalismo económico propician el mercado y flujo de bienes y servicios de manera tal que no es necesario esperar para obtener algo, sino que la inmediatez de las transacciones indiscriminadas nos insta a llenar ese deseo de plenitud, ya no solamente con la búsqueda de la perfección en virtud, como los coetáneos de Aristóteles, sino mediante bienes desechables.

Esta cultura pragmática donde impera lo desechable y lo efímero puede sernos de utilidad, pues facilitan los quehaceres de nuestra vida, cada vez más acelerada. Queda demostrado que, con el progreso de los siglos, el hombre ha plasmado su incesante búsqueda de la felicidad en la técnica y ésta ha sido un medio fascinantemente monstruoso a la hora de brindar satisfacciones instantáneas.

Pretendiendo interpelar se presentan las siguientes cuestiones: ¿Qué entendemos por felicidad? ¿Estamos, actualmente, fomentando el bien común como búsqueda, práctica y realización de la felicidad? ¿Somos felices?

César Arturo Sánchez Lara
3ero. de Filosofía