17 Feb 2023

HELLO! 1

Estando en el ombligo del mes de febrero, estando todavía en el Mes del Seminario, los seminaristas de las distintas casas de formación nos hemos dado a la tarea de visitar las Zonas Pastorales de la Arquidiócesis, teniendo presencia en las parroquias y comunidades para compartir la alegría de la propia vocación, pero principalmente, vamos por una sola razón: AGRADECER.

En las diversas comunidades que he visitado, he sido testigo de que los fieles cristianos de nuestras parroquias oran, ya sea en comunión o individualmente, por el seminario y los seminaristas. Oran a Dios Nuestro Señor para que dé pastores a su Pueblo, y para que los que están en formación nos asista con su gracia en la respuesta que le damos a Él. Los fieles laicos no escatiman sus oraciones por pedir por nosotros y en muchas ocasiones nos lo hacen saber con mucho entusiasmo y alegría: Seminarista ¡Yo oro por ustedes! ¡Siempre están en mis oraciones!

Esto es lo que alegra y anima la propia vocación, y pienso, es lo que mueve al seminarista a corresponder y tener siempre en los labios un GRACIAS a toda comunidad a la que va a Colecta del Seminario.

Y aunque los recursos materiales en sí mismos son un medio, nunca un fin, siempre agradecemos anticipadamente a las comunidades por su apoyo generoso para con el Seminario, en el sostenimiento de la casa y los estudios de los seminaristas, los futuros sacerdotes del Pueblo de nuestro Señor.

A toda la comunidad en general, nos seguimos encomendando a sus oraciones, ya que, en este Mes del Seminario, los seminaristas celebramos que hemos sido llamados a esta vocación específica y con su gracia hemos dado una respuesta generosa. Y, por último, a nombre de mis hermanos seminarista les decimos ¡Gracias por su oración! ¡Gracias por su generosidad! ¡GRACIAS!

Luis Miguel Éxiga López

2do. de Teología

03 Feb 2023

HELLO! 1

El mes de febrero es un tiempo muy especial para nosotros los seminaristas, es el «Mes del Seminario» y mes de celebrar y agradecer por nuestras vidas y nuestro llamado. Cabe recordar que esto no es nuevo, es una fiesta que ha estado en nuestra institución y en la Iglesia que peregrina en Monterrey desde hace años, y éste no es la excepción.

El Seminario de Monterrey acude al Pueblo de Dios, a las parroquias, a que le ayuden a celebrar este acontecimiento con acciones muy concretas: pidiendo que se unan en oración por el aumento de vocaciones y solicitando ayuda económica para sostener nuestras casas de formación.

Estos días de preparación del día del seminario, sirven para motivar a la gente a orar durante toda la semana por las vocaciones sacerdotales y estar preparados para celebrar este gran día, que en este año lo festejaremos en todo el mes de febrero y en cada fin de semana se harán visitas a diversas zonas de la Arquidiócesis. 

Bien sabemos todos nosotros que nuestro pueblo atraviesa algunas situaciones difíciles que afectan a nuestra población y principalmente a nuestras familias.  También somos conscientes de la pérdida de valores morales y cristianos, consecuencia de una vida llevada por el egocentrismo y materialismo. Por otro lado, tenemos en nuestra Iglesia la escasez de sacerdotes, ¡No nos damos abasto! Ciertamente somos muchos los ciudadanos y muy pocos los que velan por el pueblo de Dios.

En mi experiencia esto se debe a la falta de escucha de nuestro pueblo, nuestra ciudad, cómo vamos a pedir que los jóvenes escuchen la voz de Dios si a su alrededor hay muchas otras voces que les dicen ¡ven! Y los distraen de lo verdaderamente importante ¡hacer la voluntad de Dios!

Es cierto que no todos son llamados al sacerdocio. Es aquí donde necesitamos su ayuda en la oración, dice Jesús: pidan obreros a su mies, ya que es mucha y los trabajadores pocos (Lc 10, 2) y en otra parte dice que el Señor va a dar lo que necesitan si no se cansan de pedir (cfr. Lc 11, 5-13), por esto pidamos al Señor arduamente por los jóvenes inquietos para que sepan escuchar, por nosotros los seminaristas para seguir perseverando y por los sacerdotes para que el Señor haga fecundo su apostolado.

¡Feliz día del seminario!

Alexis de Jesús Hernández Fuentes, diácono.

25 Feb 2022

HELLO! 1

“La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los campos que envíe trabajadores para su cosecha” (Mt 9, 37-38).

Durante el mes de febrero la Iglesia de Monterrey se dedica a orar por las vocaciones sacerdotales, siendo así conocido como “el mes del Seminario”. Durante este tiempo los seminaristas de Monterrey tenemos la oportunidad de visitar las distintas parroquias de nuestra Arquidiócesis, invitando a los fieles a orar constantemente por los sacerdotes y seminaristas y agradeciendo el donativo que durante el mes de febrero (y durante todo el año) hacen para el sostenimiento de nuestro Seminario.

Al ser la primera experiencia de Colecta Anual que he tenido de manera presencial debido a la pandemia, ha dejado momentos guardados en mi interior, pues las muestras de aprecio y cariño de los fieles hacia el Semanario, y sus mensajes de ánimo, son de gran motivación para mi caminar vocacional. Llamó especialmente mi atención el comentario que realizó una señora con la cual conversaba en uno de los domingos de colecta, pues ella mostraba una gran preocupación por la falta de vocaciones, preguntándose qué pasaría si en un futuro ya no hubiese vocaciones sacerdotales, preguntándose cómo podrían los fieles ir a Misa, acercarse a la Eucaristía, reconciliarse con Dios, o incluso ser constituidos hijos de Dios por medio del Bautismo, esto me hizo reflexionar acerca de lo alarmante que es la actual falta de vocaciones.

La Iglesia necesita sacerdotes, y cada vez más presenciamos una disminución en el número de vocaciones al sacerdocio, por ello, es importante la oración constante de los fieles. No nos cansemos de orar por el bien de la Iglesia, por los sacerdotes que guían al rebaño y por los jóvenes que se preparan para algún día serlo; pero sobretodo, oremos mucho por los jóvenes que buscan el sentido de su vida, por los jóvenes a quien Dios llama a su viña, para que sepan atender con generosidad y amor a la voz del Señor que los invita a seguirlo.

Agradezco grandemente la ayuda económica que cada fiel hace al Seminario, pero sobretodo agradezco mucho la ayuda espiritual que nos dan por medio de la oración, esta oración nos hace mucho bien, pues es la que nos sostiene y nos alienta a seguir adelante, para llegar un día a configurarnos con Cristo Buen Pastor.

Armando Sánchez Rodríguez | 2º de Propedéutico

04 Feb 2022

HELLO! 1

Porque quiero tratar de cambiar la manera de pensar de los jóvenes, que piensen en todos no nada más en ellos, y que se unan las generaciones, niños con adolescentes, adolescentes con adultos, adultos con ancianos, todos de la mano de Dios.  

Quiero que seamos un grupo, una familia grande, que seamos no solo un conjunto de personas amando a Dios, quiero que vivamos como una familia que ama ante todo a Cristo y que amenos a nuestra iglesia.

¡Quiero que la fe de los jóvenes sea algo inmenso y que lo jóvenes amen a Dios que no solo sea un deber! Jóvenes y adolescentes, nosotros somos el futuro de la santa madre iglesia. Que nuestra relación con ella, sea como un noviazgo fuerte, con fidelidad y lo más importante, “amor a Cristo” nuestro maestro. A veces los jóvenes vemos a nuestros maestros como enemigos, y la verdad es que solo nos quieren enseñar, incluso cuando nos tratamos entre alumno y maestro, hay una conexión muy fuerte de amistad, y así es la amistad con Cristo. Cuando nos acercamos mediante la oración se crea una amistad inigualable, no veamos a Cristo como una creencia de ancianos.

Además, la amistad de Jesús con cada uno de nosotros, puede ser un enlace donde se unen las generaciones de adolescentes y ancianos. En los ancianos se ve a Cristo reflejado, amemos y cuidemos a nuestros ancianos a nuestros abuelos, como nietos es lo más bello que tenemos; platiquemos y convivamos con ellos, porque no sabemos cuándo será el último momento que estemos con ellos. Ayudémosles a ser fuertes y más en estos tiempos de crisis, no los abandonemos, seamos la vara que enderece ese árbol que se está enchuecando por tristeza, por soledad.

Jóvenes y adolescentes, no todo es fiesta y diversión. Enfoquémonos en la vida académica, la estructura académica es y será el sostén de nuestra vida pública; es algo pesado, pero todo principio tiene un fin, y en un futuro tendremos “arquitectos”, para que construyan las viviendas; “abogados” que buscan la justicia, “químicos” que descubran y fomenten la ciencia, “maestros” que formen grandes profesionistas, que tengamos más “seminaristas” que lleguen a ser “sacerdotes” buenos, guías de una nueva generación.

Somos una generación que tiene como propósito remodelar, ser una nueva iglesia. Con la misma enseñanza de nuestros abuelos, pues Cristo siempre permanecerá con nosotros como lo dijo a sus apóstoles: “En la casa de mi Padre hay lugar para todos. Si no fuera cierto, no les habría dicho que voy allá a prepararles un lugar. Después de esto, volveré para llevarlos conmigo. Así estaremos juntos. Ustedes ya saben a dónde voy, y saben también el camino que deben tomar.” (Juan 14, 1-4). Dios siempre estará con nosotros y permanecerá con nosotros hasta el fin de los tiempos.

Tenemos una misión, hermanos y hermanas como dice Jesús, “tomen el camino que deben tomar”, el camino que nos acerca a Dios.

Confíen en Dios y confíen también en mí, que sigo el camino para ser sacerdote.

Omar Alessandro Rodríguez Alvarado

Seminarista | 2do. De Preparatoria

04 Ene 2022

HELLO! 1

Estas dos palabras unidas entre sí, son la síntesis de un camino vocacional, pues cuando un joven se siente inquieto por Dios, la respuesta para que la vocación fluya es: “Sí, quiero”.

Ese “si” comienza en la infancia, adolescencia o juventud de muchos, en algunos comienza ya más tarde. Al final, el tiempo no es tan importante, lo importante es decir “Sí, quiero”.

Allí se fragua la razón, la voluntad, la libertad, el corazón; porque decir “Sí, quiero” implica conocer a quien nos llama, saber que nos llama y responder desde nuestra libertad y voluntad.

Así comienza todo, pero no solo es un “sí” inicial, el sí se va madurando, se va confirmando; va creciendo, va haciendo de la vida del joven una respuesta alegre.

Día con día lo decimos, y aunque a veces cuesta, nos negamos o nuestra fragilidad nos entristece. Sabemos que el primero en decir “Sí, quiero” ha sido Jesús cuando vino al mundo, cuando asumió nuestra carne, cuando dio la vida por nosotros.

Este “Sí, quiero” es también el sí de muchos de ustedes, de nuestros papás al darnos la vida, el tuyo al salir a trabajar, el de tu familia al luchar por la unidad, es el “Sí, quiero”  de la madre que cuida a su hijo enfermo, el “Sí, quiero” de la novia a su novio al recibir la promesa de una vida juntos.

Este inicio de año digamos también nosotros: Sí quiero a Jesús, a su Iglesia, a su amor. Digamos Sí quiero ayudar a los más necesitados, compartir el pan con quien menos tiene y hacer de nuestra vida, una vida mas cristiana, más humana, más llena del “sí” de Jesús.

Hoy vuelven los seminaristas a nuestro Seminario, tal vez para algunos costará regresar, otros regresarán con mucha alegría, otros dirán “Sí, quiero”  de una manera más sólida, la familia ayuda a fortalecer el sí; otros en 15 días la Iglesia les dirá “Sí, quiero”, al recibir nombrarlos candidatos a las órdenes sagradas, otros cambiarán de etapa de formación, allí abra otro “sí”, otros están muy emocionados porque con la gracia de Dios se acerca los días en que dirán “Sí, quiero” ser ordenado diácono o sacerdote delante del Obispo.

“Sí, quiero”, palabras tan sencillas pero tan profundas en la vida del Cristiano; “Sí, quiero”, como María al Ángel, como Cristo al Padre, como tú vida a Jesús.

¡Feliz inicio de año! Vamos adelante diciendo: ¡Sí!

Pbro. Darío Fco. Torres Rodriguez

Coordinador de Espiritualidad del Seminario Menor

Coordinador del Dpto. de Comunicación del Seminario de Monterrey

12 Nov 2021

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El hombre ha sido creado por Dios de una manera perfecta y muy compleja, que es la unión de alma y cuerpo. Esto quiere decir que el ser humano posee una realidad espiritual y corporal.

Por mucho tiempo han surgidos distintas maneras de entender el cuerpo humano, algunas corrientes filosóficas lo consideraron como algo malo. Ejemplo de esto tenemos a Platón, quien planteaba que el cuerpo era la cárcel del alma. Otros dirán que el cuerpo solamente es sufrimiento y que la verdadera esencia del hombre es el alma porque ella es inmortal y no padece de agotamiento.

Pero vale la pena tan solo pensar que el Hijo de Dios quiso encarnarse, Él siendo eterno y sin estar sujeto a la temporalidad de la corporalidad asume un cuerpo mortal. Entonces, si Dios mismo se encarnó, ya desde ahí podemos ver que el cuerpo es algo de muy alta dignidad. Y esta dignidad se confirma con la resurrección de Jesús en un cuerpo glorioso.

El hombre posee inteligencia, es capaz de aprender y de realizar grandes acciones que van marcando su misma historia y la vida de quien lo rodea. Por eso es necesario pedir a Dios su sabiduría para que nuestras acciones estén en concordancia entre alma y cuerpo. De modo que haya integralidad en nuestra vida involucrando todo nuestro ser.

Conviene recordar que el hombre al ser una realidad espiritual, es capaz de hacer oración y de entrar en diálogo con Dios, por el bien de los demás y por él mismo. La oración es fundamental para cuidar el estado espiritual, así como lo es la comida saludable para el cuerpo. El hombre necesita de su creador, necesita hablar con él, alimentarse de él, decirle sus alegrías y angustias, sus problemas y agradecimientos, platicarle de su familia, trabajo, amigos y pedirle perdón cuando se ha cometido una falta. Por eso, el ámbito espiritual no puede quedar fuera de la vida del hombre, porque es algo que lo constituye como persona.

Somos llamados a llevar una vida plena y esto parte del reconocer nuestra integralidad espiritual y corporal. Reducir a la persona a una sola de estas dimensiones sería empobrecerla y coartarla en sus capacidades.

Roberto Manrique Nielsen
Seminarista | Primero de Filosofía

22 Ene 2021

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Cuando en el apostolado tengo la oportunidad de compartir con los niños algún tema del catecismo suelo preguntarles si dentro de sus deseos se encuentra el de ir al cielo, y me llena de gusto que con mucha alegría levanten su mano y digan: ¡sí, profe, yo quiero ir al cielo! Qué digno de admiración es su deseo por alcanzar un día aquello que tanto se les ha dado a conocer como el lugar en el que se está con Dios y se es feliz. ¡Qué grande es su esperanza!

En mi formación como seminarista he aprendido (aunque poco) y tomado gusto por la música y, para explicar de una forma un poco más sencilla nuestro “ser esperanza” para los demás, me atreveré a hacer una analogía entre una pieza musical y nuestra labor como agentes que animan y llevan a los demás un mensaje de esperanza en Dios en tiempos difíciles.

Para que la pieza musical logre hacer sentir en el corazón de las personas lo que el autor en su creación quiso expresar, es necesario que todos y cada uno de los elementos que con detalle la conforman, así como su ejecución, se lleven a cabo en tiempo y forma. Si durante su ejecución, el número de instrumentos no se encuentra balanceado o alguno de ellos está desafinado, quien lo toca no lo hace de acuerdo con la partitura o se escucha ruido entre el público, no será posible apreciar en su totalidad lo que busca trasmitir.

Pensémonos como aquellos músicos que están por ejecutar esa bella pieza. Para hacerlo requieren de una previa e intensa preparación, de un deseo por dar a conocer a través de su trabajo lo que la obra quiere decir, de demostrar que; aunque en los ensayos se equivocaron una y otra vez y que en su vida ordinaria hubo situaciones que los desanimaban para seguir adelante, se encuentran ahí de pie, listos y firmes para su ejecución. Pensemos en la necesidad que tiene el mundo, que hoy se encuentra en una situación muy difícil, de que llevemos esperanza, de que sepa que a pesar de las muertes que hay, de las situaciones de pobreza, las enfermedades, el sufrimiento, la perdición, Dios permanece siempre a su lado.

Todos formamos parte de esta obra maestra que ha hecho Dios con nosotros, pero porque lo conocemos tenemos la responsabilidad de llevar la promesa que nos ha hecho de permanecer junto a nosotros a todos aquellos que hoy lo necesitan más que nunca, así como de prepararnos humana y espiritualmente para ello. La obra musical no se escuchará igual si falta el más pequeño de sus elementos, la obra de Dios necesita de ti. Hagamos un gran esfuerzo para que este concierto que llamamos vida suene como una melodía creada y dirigida por Dios.

 

Luis Carlos Solís Garza

3ero de Filosofía

20 Ene 2021

HELLO! 1

Nací en el núcleo de una familia católica que siempre ha buscado tener a Dios en su centro para resolver las dificultades con espíritu de fe y para disfrutar las alegrías con amor. Allí, mis padres me enseñaron desde pequeño la importancia de acercarme a Dios no sólo para pedirle por mis necesidades, sino también para agradecerle por todos los dones y beneficios que llegan a mi vida día tras día.

Cuando llegué a los quince años, descubrí que en mi corazón tenía una necesidad muy grande de compartir mi vida con los demás y de ayudar a quienes más lo necesitaban. La experiencia de misiones de evangelización en comunidades rurales fue la que me llevó precisamente a comprobar que en la vida vale la pena seguir a Jesús y entregar la vida por Él.

Descubrí que Dios me invitaba a ser plenamente feliz a través de esta labor que tanto me iba llenando año tras año: la evangelización. Sumado a esto, vivir en una sociedad tan golpeada y lastimada por desafortunadas situaciones que denigran a las personas y atentan contra el gran amor de Dios, fue algo que poco a poco me ayudó a confirmar que el mundo necesita de Dios, y Él a su vez necesita de personas que estén dispuestas a entregar su vida por el Evangelio, que estén dispuestas a ayudarle en esta labor que busca la conversión de las almas. Y entonces me pregunté: si yo puedo gozar del conocer a Dios y amarlo de la manera en que lo hago, ¿por qué tantas personas no pueden gozar de esto también?

Más tarde comencé a estudiar la carrera de arquitectura y al mismo tiempo seguí con mi labor apostólica en mi parroquia, pues era indispensable para mi vida. Llegó de repente un día en el que la duda por ser sacerdote entró a mi corazón y poco a poco, a través de mi diálogo con Dios y de mi cercanía a los sacramentos, en especial a la Eucaristía, esta idea fue abarcando todo mi ser. Dios me llamaba a seguirlo en el seminario, para formarme y un día ser su sacerdote.

Eso es lo que hago desde que terminé mi carrera y decidí entrar al seminario: despierto cada día diciéndole “Sí” al Señor y a la invitación que me hace de seguirlo y ser su instrumento, para de esta manera, ser completamente feliz.

 

Escrito por: Patricio Rico Villarreal

29 años / Seminarista de 1ero de Teología del Seminario de Monterrey / Arquitecto.

Previo al Seminario: Coordinador del grupo MSJ: Misiones San Jerónimo en Monterrey / Ministro Extraordinario de la Comunión / Miembro del Coro Emaús/ Misión en Kenia, África.

¡Apoya a los jóvenes que han recibido el llamado de Dios, para anunciar su Palabra y entregar su vida al servicio de los demás!

20 Ene 2021

HELLO! 1

Como en el hogar de una gran familia, el Seminario de Monterrey utiliza las aportaciones de sus bienhechores en el mantenimientos de las casas de formación, en el pago de servicios y sueldos de empleados, alimentación, formación académica y humana de los seminaristas, así como en la atención médica de los mismos.

 

Con tu apoyo, podemos seguir con nuestra misión.

¡Con tu ayuda seremos más y mejores sacerdotes!

20 Ene 2021

HELLO! 1

Somos una comunidad educativa de discípulos misioneros, que abiertos a la acción del Espíritu Santo, cultiva, discierne y acompaña eclesialmente el don de la vocación presbiteral.

 

En el Seminario de Monterrey…

FORMAMOS A LOS FUTUROS SACERDOTES

Por medio de una preparación integral, humana, espiritual, intelectual y pastoral, preparamos a los futuros pastores del Pueblo de Dios, fomentando la caridad, el servicio y el amor a los más necesitados.

 

SERVIMOS EN PARROQUIAS Y EN MISIONES 

Para acompañar en la fe y llevar una palabra de consuelo y esperanza a aquellos que atraviesan situaciones de vida difíciles en los centros penitenciarios, hospitales, asilos, orfanatos, además de ayudar en la formación catequética y pastoral, en las parroquias de nuestra Arquidiócesis.

 

INVITAMOS A MÁS JÓVENES A SEGUIR A JESÚS

Por medio del Centro Vocacional, motivamos y acompañamos a los jóvenes,  a discernir su vocación, para ayudarlos a descubrir y responder al llamado que Dios les hace, en particular a una de las tres vocaciones específicas: laical, consagrada o sacerdotal.

Gracias a tu oración y ayuda económica, podemos cultivar  y acompañar eclesialmente el don de la vocación presbiteral para formar sacerdotes configurados con Cristo Buen Pastor dispuestos a servir a su Pueblo.