20 Dic 2021

HELLO! 1

Dominus pars hereditatis meae et calicis mei tu es qui restitues hereditatem meam mihi, estas palabras son tomadas del salmo 16, 5-6, que dice: “El Señor es mi parte de la herencia y mi copa, mi suerte está en tus manos. Me ha tocado un lote delicioso; sí, mi heredad es la más bella”. Esta frase era pronunciada por el Obispo y repetida por el aspirante al sacerdocio en el rito de Tonsura.

Antes del Concilio Vaticano II, el rito de Tonsura era la puerta de entrada al estado de vida clerical, este era el primer paso a la recepción de las órdenes sagradas. Pablo VI con el motu proprio Ministeria Quaedam, hizo las reformas convenientes para que dentro de la liturgia se conservaran y adaptaran los oficios peculiares a las necesidades actuales, quedando abolido el rito de Tonsura.

Actualmente, el Código de Derecho Canónico dice que: “Ningún aspirante al diaconado o al presbiterado debe recibir la ordenación de diácono o de presbítero sin haber sido admitido antes como candidato, por la autoridad indicada en los cc. 1016 y 1019, con el rito litúrgico establecido, previa solicitud escrita y firmada de su puño y letra, que ha de ser aceptada también por escrito por la misma autoridad” (CCE 1034  § 1).

Aunque la admisión a ser candidato al sacerdocio no significa la inclusión a la vida clerical, sí guarda en cierto modo relación con el rito de Tonsura. Las palabras del Salmo 16, recuerdan que la promesa de Dios se veía cumplida en la repartición de la tierra a las tribus de Israel. Sin embargo, la tribu de Leví fue la única en no poseer una porción de tierra. La heredad de los levitas, la tribu sacerdotal, fue el vivir únicamente para Dios.

Quien recibe la admisión a ser candidato a las órdenes sagradas ha de reconocer con toda convicción que la vida sacerdotal es vivir para Dios. La vida del candidato al sacerdocio debe estar marcada por la Palabra de Dios y por la Eucaristía. Esta es la heredad a la que aspira, esta es la parte de la herencia que ha de conformar toda su existencia. El candidato al sacerdocio ya no debe vivir según sus criterios, ideales y pensamientos, sino que todo su quehacer ha de estar orientado a cumplir la voluntad de Dios. De tal modo que toda su vida exprese su continuo habitar delante de la presencia de Dios.

“Ellos lo dejaron todo y lo siguieron” (Lc 5, 1-11), el candidato vive la libertad al solicitar la admisión a las órdenes sagradas, y a la vez experimenta la renuncia para pertenecer totalmente a Dios. La vocación sacerdotal solo puede darse en este gesto de libertad y de renuncia, de tal modo que quien ha sido admitido a ser candidato a las órdenes sagradas pueda expresar junto con el salmista: “me ha tocado un lote delicioso; sí, mi heredad es la  más bella” (Salmo 16, 5-6).

Erick Alfonso Rivera Ortiz

Seminarista | Primero de Teología

18 Jun 2021

HELLO! 1

Los profetas, a semejanza de los líderes que buscan un bien común, son los hombres de la Palabra, aquellos que escuchan con atención el mensaje del Señor y lo transmiten con claridad; están seguros de lo que comunican, pues lo recibe de inspiración de Dios y busca el bien del pueblo, y no los intereses propios.

Vemos la misma acción de parte de Dios, que impulsa en la realidad actual a su pueblo. Durante este tiempo, hemos podido ver a tantos hermanos nuestros, científicos, políticos, o líderes económicos que han buscado soluciones a la situación de contingencia que actualmente vivimos y ya todos conocemos. Han sacrificado tiempo, esfuerzo, trabajo, salud e inclusive lo más sagrado y preciado, la propia familia, para atender a millones de enfermos, algunos desde casa, otros en los hospitales y centros de asistencia social, etc.  También se ha trabajado en conjunto para buscar una cura o tratamiento contra este virus que amenaza la salud y el bienestar del ser humano. Por otra parte, hemos podido darnos cuenta de la creatividad de muchas personas, algunas muy optimistas con la capacidad de alentar y animar a la ciudadanía en los momentos difíciles, de crisis, soledad; podemos decir que se ha despertado el espíritu de solidaridad, esperanza y corresponsabilidad. Hemos sentido la sabiduría del Espíritu Santo, que ha conducido a muchos líderes en busca del bien común.

Es una pena que también durante este tiempo hemos descubierto, cómo las fuerzas del mal actúan en personas abusivas, en líderes que no toman conciencia y se aprovechan de la situación actual para manipular, para obtener logros personales y dañar a los más necesitados. Ante esto, es importante que tengamos los ojos bien abiertos y orar, para que el Señor suscite la conversión de estos hermanos y el mundo cambie de dirección. Es importante que de este tiempo de pandemia obtengamos una enseñanza desde una mirada de fe y escuchemos la voz de Dios que nos habla e invita a contemplar a Jesús como el profeta que sana, salva y todo lo hace bien. Recordemos que Jesús, nuestro gran Maestro se acerca al enfermo, y sin miedo le restituye a la sociedad, le devuelve la dignidad perdida y le pide que construya un mundo mejor.

El Papa Francisco nos ha recalcado que ya nos acostumbramos a vivir en una sociedad enferma y es tiempo de construir una realidad más limpia, no tan contaminada, es tiempo de contagiar el amor. Ojalá que este tiempo en el que seguimos en casa y estamos retomando poco a poco nuestra vida ordinaria nos ayude a volvernos más humanos. Dejemos de pensar en nosotros mismos y comencemos a colaborar unos con otros en los diferentes ambientes, para lograr un cambio positivo en nuestra sociedad.

Pidámosle al Señor que, por intercesión de la Santísima Virgen María, Reina de los Profetas, aquella que sigue ejerciendo esa misión para con los hijos que le fueron confiados al pie de la Cruz, podamos crear un mundo mejor y más humano.

 

Jesús Emmanuel Garza Torres | 2do. de Filosofía

Revista San Teófimo No. 154

05 Feb 2021

HELLO! 1

“Dios sigue derramando en la humanidad semillas de bien”.   (Papa Francisco, 2020)

Aún en estos tiempos tan difíciles de pandemia, donde todo se ha vuelto caótico, es increíble que Dios sigue llamando trabajadores a sus mies, y, aún más sorprendente es el hecho de que hombres valientes se deciden a adentrarse en la aventura de la fe, respondiendo de manera positiva al llamado que nos hace El dueño de las mies. En medio de esta crisis que estamos viviendo como sociedad, sigue habiendo jóvenes y hombres valientes que deciden renunciar a las seducciones del mundo para formarse y transfigurarse con Cristo, con Áquel que los ha llamado; hacen a un lado a su familia, sus pertenencias, sus metas y aceptan llevar a buen término el plan que Dios ha designado para ellos. Aceptan ese sacrificio por amor a los hombres y a su Creador.

Pero, en realidad, ¿Vale la pena ser sacerdote? La respuesta es Sí, no vale solamente la pena, vale la vida, vale renunciar a todo por ser partícipe del sacerdocio ministerial de Cristo, vale la vida entregarse en su totalidad a la iglesia, que hoy en día está tan fracturada y herida, que necesita de ese espíritu libre de los que se sienten invitados a esta maravillosa vocación, que necesita de personas que se desvivan por la “edificación del cuerpo de Cristo, que exige funciones diversas y nuevas adaptaciones, principalmente en estos tiempos”. (San Juan Pablo II, 1992).

En estos tiempos en importantísimo que estemos dispuestos a aceptar los cambios y adaptarnos a la nueva realidad que nos toca vivir, hay que buscar nuevas alternativas para seguir con la tarea de la edificación de la iglesia. Hoy mientras se cierran los templos y se limita la convivencia física, se han abiertos miles de templos en cada uno de los hogares católicos, se acrecentó la fe y la confianza en Dios.  También, hemos descubierto nuevas formas de estar relacionados mediante las redes sociales, mediante el internet,  hay que ser cyber-apóstoles y valernos de esta herramienta para continuar con esta labor de compartir la Buena Nueva y construir el Reino de los cielos desde aquí.

El mundo hoy más que nunca necesita pastores que sosieguen el rebaño que El Buen Pastor les ha encomendado, que acarreen a las ovejas por la senda de vida, hoy, en estos días que la humanidad sufre de inestabilidad, soledad, preocupaciones, crisis, y es por eso que día a día nos seguimos entregando a la voluntad del Señor porque el mundo nos necesita. Necesita de ese amor que nosotros queremos ofrecerle, necesita personas que se hagan prójimas a sus necesidades, a sus aflicciones, ofreciendo su vida como lo hizo Jesús en el suplicio de la cruz. Cuando alguien se siente amado por Dios, siente la necesidad de compartir ese amor con los demás y más aún, vivir ese amor. Y es por eso que nosotros entregamos nuestras vidas para servir a la Iglesia que se nos ha sido conferida.

 

Ramsés Gpe.Ortiz Zamarrón

Seminarista | 2do de preparatoria

REFERENCIAS

FRANCISCO. (2020). Fratelli Tutti. Ciudad del Vaticano: Buena Prensa.

JUAN PABLO. II (1992). Pastores Dabo Vobis. Cuidad del Vaticano: Buena Prensa.

 

 

20 Ene 2021

HELLO! 1

Nací en el núcleo de una familia católica que siempre ha buscado tener a Dios en su centro para resolver las dificultades con espíritu de fe y para disfrutar las alegrías con amor. Allí, mis padres me enseñaron desde pequeño la importancia de acercarme a Dios no sólo para pedirle por mis necesidades, sino también para agradecerle por todos los dones y beneficios que llegan a mi vida día tras día.

Cuando llegué a los quince años, descubrí que en mi corazón tenía una necesidad muy grande de compartir mi vida con los demás y de ayudar a quienes más lo necesitaban. La experiencia de misiones de evangelización en comunidades rurales fue la que me llevó precisamente a comprobar que en la vida vale la pena seguir a Jesús y entregar la vida por Él.

Descubrí que Dios me invitaba a ser plenamente feliz a través de esta labor que tanto me iba llenando año tras año: la evangelización. Sumado a esto, vivir en una sociedad tan golpeada y lastimada por desafortunadas situaciones que denigran a las personas y atentan contra el gran amor de Dios, fue algo que poco a poco me ayudó a confirmar que el mundo necesita de Dios, y Él a su vez necesita de personas que estén dispuestas a entregar su vida por el Evangelio, que estén dispuestas a ayudarle en esta labor que busca la conversión de las almas. Y entonces me pregunté: si yo puedo gozar del conocer a Dios y amarlo de la manera en que lo hago, ¿por qué tantas personas no pueden gozar de esto también?

Más tarde comencé a estudiar la carrera de arquitectura y al mismo tiempo seguí con mi labor apostólica en mi parroquia, pues era indispensable para mi vida. Llegó de repente un día en el que la duda por ser sacerdote entró a mi corazón y poco a poco, a través de mi diálogo con Dios y de mi cercanía a los sacramentos, en especial a la Eucaristía, esta idea fue abarcando todo mi ser. Dios me llamaba a seguirlo en el seminario, para formarme y un día ser su sacerdote.

Eso es lo que hago desde que terminé mi carrera y decidí entrar al seminario: despierto cada día diciéndole “Sí” al Señor y a la invitación que me hace de seguirlo y ser su instrumento, para de esta manera, ser completamente feliz.

 

Escrito por: Patricio Rico Villarreal

29 años / Seminarista de 1ero de Teología del Seminario de Monterrey / Arquitecto.

Previo al Seminario: Coordinador del grupo MSJ: Misiones San Jerónimo en Monterrey / Ministro Extraordinario de la Comunión / Miembro del Coro Emaús/ Misión en Kenia, África.

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20 Ene 2021

HELLO! 1

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