13 Ago 2021

HELLO! 1

El sábado 14 de agosto serán ordenados sacerdotes, 7 jóvenes de nuestra Arquidiócesis. ¿Cuáles son los desafíos a los que se enfrentan, en un mundo necesitado del Evangelio?

 

Vivir lo que creemos, plenamente felices.

Creo que uno de los principales retos que tenemos como neo sacerdotes es buscar nuevas formas de transmitir el Evangelio a los niños, jóvenes y adultos. El Evangelio es para todos y debemos de usar la creatividad que Dios nos da para trasmitir su amor por cada uno de nosotros.

Necesitamos ser hombres de fe, que sean los primeros en creer, en vivir lo que creemos y enseñar lo que creemos. Que todos puedan encontrar en el sacerdote el ejemplo de una verdadera vida humana y cristiana.

¡Vivir alegres! Que la gente quiera acercarse a Dios y a su Iglesia porque nos ve que somos plenamente felices teniendo a Cristo como centro de nuestra vida.

Diác. José Ignacio Ávila Rangel

 

Mostrar el Amor de Dios 

Un joven sacerdote se tiene que enfrentar a un mundo que vive de manera individualista, que vive de manera en que solo sus propios criterios son los que quiere imponer y que por lo tanto,  cuando alguien le habla de Dios, lo primero que siente es que se les quiere imponer una serie de reglas o preceptos.

Por lo que uno de los retos de un joven sacerdote es ayudar a descubrir que seguir y amar a Dios no es solo una normativa, sino que involucra algo más profundo; es descubrir el amor más grande que puede haber en nuestra vida y que en respuesta a ese amor nuestra vida cambia de dirección y se orienta a buscar ya no solo el bien personal, sino a descubrir al verdadero amor que es querer el bien para el otro.

Un sacerdote en nuestros tiempos tiene que saber dialogar con las distintas percepciones que se van dando en nuestros círculos sociales y mostrar que Dios siempre está presente, que Dios no excluye a nadie y por lo tanto, el sacerdote tiene el reto de ser canal, de mostrar ese mismo amor de Dios.

Diác. Adrián A. Garza Morales 

 

 

Para un mundo necesitado del Evangelio: el Evangelio. 

El Evangelio es Cristo. El mayor reto que encuentro es no perder la identidad como amigo, discípulo y apóstol de Jesús. Cada vez que un consagrado pierde su identidad, el mundo pierde un poco el Evangelio. Creo que ese es el mayor reto que yo encuentro… mientras tengamos la mirada en Jesús, nuestra vida reposada en su pecho, discípulos de su Sagrado Corazón y, como nos enseña nuestra Madre, haciendo lo que Él nos diga, el mundo siempre será alimentado por la alegría del Evangelio: Cristo.

Diác. Antonio de Jesús Peña Díaz  

 

 

 

Presentar un Cristo Vivo 

Uno de los desafíos más importantes del siglo XXI, será la indiferencia religiosa y el empirismo reacio, donde tenemos que enfrentarnos con una Iglesia que ya no le importa nada; una sociedad que vive sin que le importe nada; con jóvenes que no les interesan las cosas que no les puedas comprobar de alguna manera, por eso tenemos que renovar más que nunca nuestros métodos, nuestras expresiones, nuestro ardor por el Evangelio, que no es otra cosa que poder presentar a un Cristo vivo y real en la vida de todos nosotros.

Diác. Jorge Ricardo González López 

 

 

 

Ser creativos para transmitir el Evangelio

Los retos que tenemos son muchos y variados, es menester ser creativos si queremos llevar nuestra experiencia de Dios al mundo. El primer reto es ser hombres de Dios, es cuidar nuestra espiritualidad y estilo de vida para ser un buen testimonio de Cristo. Debemos amar a Dios y a la Iglesia y estar dispuestos a sacrificarnos por ellos.

Considero que un gran desafío es “traducir” el Evangelio al lenguaje de hoy, de tal manera que pueda ser digerible y atractivo para cualquier persona independientemente de su educación o condición social.

El internet revolucionó la manera no solo de comunicarnos, sino de vivir, por ello debemos ser lo suficientemente astutos para transmitir el mensaje íntegro de Jesús, utilizando los medios modernos. Además, es una obligación estar al pendiente de los avances científicos y tecnológicos, ello en virtud de ofrecer luces que iluminen el camino a seguir.

Diác. Rodolfo Guadalupe Amador García

 

Ser testigos del amor de Dios 

Hoy en día, el mundo está viviendo incertidumbre, indiferencia, soledad, falta de compromiso, de fe, de esperanza y de amor. Considero que un desafío para el sacerdote joven es ser testigo del amor de Dios, de que, en medio de toda tormenta, Jesús va en la misma barca, sereno, confiando en el Padre, que no estamos solos, que nunca se ha ido y camina a nuestro lado.

Se necesitan sacerdotes alegres, llenos de fe, enamorados de Jesús, de la Eucaristía, que transmitan esperanza y que practiquen la caridad; sacerdotes humildes, que no busquen ser servidos sino que vivan sirviendo a los demás, que estén dispuestos a desgastar su vida por el otro, por el más necesitado; que al predicar, los demás escuchen las palabras de Jesús y no las nuestras, que vean las acciones de Jesús y no las nuestras, sacerdotes que reflejen los sentimientos de Jesús y no los nuestros. Que en cada gesto, cada detalle y en todo momento, las personas no se sientan solas, que se sientan amadas por Dios, que experimenten la presencia y la compañía de un Dios que ama, que perdona, que espera con los brazos abiertos para celebrar, para sanar y para abrazar con amor.

Diác. Oziel Rodríguez Martínez

Habitar donde Cristo habita 

Los desafíos que tiene un sacerdote, no varían mucho de los desafíos que tienen los católicos comprometidos. Pero quisiera mencionar al menos uno de los grandes desafíos de los que un joven sacerdote necesita cuidarse, es el no deslumbrarse por las aparentes ofertas que en nuestra sociedad ciegan a más de alguno.

Un claro ejemplo de esto es que si bien, las grandes potencias tienen puesta su mirada en la colonización de otros planetas, el auténtico cristiano (incluido el sacerdote) debe de aprender a poner su mirada, hacia abajo. Debe atreverse a poner la vista donde nadie quiere ver, hacer visibles a los que el mundo quiere hacer invisibles (los pobres, los migrantes, los marginados), porque los considera “descartables”.

El reto es este, salir sin deslumbrarse por las ofertas que se anclan a nuestro egoísmo. Lo realmente importante es anclarse en Jesucristo para habitar donde Cristo habita. Para terminar deseo citar al Cardenal Ratzinger en una de sus homilías cuando habla sobre la amistad con Cristo:

“El Hijo de Dios, es el hombre verdadero. Él es la medida del verdadero humanismo. No es «adulta» una fe que sigue las olas de la moda y la última novedad; adulta y madura es una fe profundamente arraigada en la amistad con Cristo. Esta amistad nos abre a todo lo que es bueno y nos da el criterio para discernir entre lo verdadero y lo falso, entre el engaño y la verdad”.

Diác. Gilberto Eliud Gómez Pérez 

12 Feb 2021

HELLO! 1

Febrero del 2021, ha pasado un  año desde que la pandemia por Covid-19 comenzó en la historia de nuestro país. Sin duda alguna, este ha sido un evento muy difícil que trajo consigo tristeza; porque miles de personas ya no están para contarlo; miedo, porque uno no se puede sentir tranquilo ni siquiera en su hogar; pobreza y sueños rotos, pues ya no se pudieron mantener con firmeza algunos negocios o instituciones, y también trajo una revolución en la Iglesia y en los seminarios de formación sacerdotal, porque nos vimos obligados a continuar nuestra formación desde casa… ¡un total desastre!

Un intruso invisible vino a sacar lo peor y lo mejor de la gente. Hemos visto en los noticieros una incontable cantidad de injusticias en la sociedad, pero a la vez una igual cantidad de obras de misericordia. Y al decir sociedad me refiero a TODOS: padres de familia, maestros, empresarios, doctores, servidores públicos, personal de limpieza, sacerdotes, ¡todos!

Me he encontrado con el testimonio de sacerdotes que, aterrados por la pandemia, han preferido hacer todo de “lejitos” y tienen a su rebaño más enfermo y descuidado que si hubiera sido atacado por el virus del Covid, y me da mucha tristeza porque el sacerdote es instituido servidor para sus hermanos y para el bien de sus almas y, por egoísmo y falta de esperanza en Dios, los han dejado a la suerte. Obviamente esto no es lo que espero para nuestro futuro, queridos hermanos seminaristas y fieles laicos, pero me parece importante mostrar la realidad que ya todos conocemos.

Por otra parte, también he visto que otros sacerdotes en verdad tomaron en cuenta la necesidad de sus comunidades y se pusieron a trabajar. Comenzaron, con sus proyectos digitales, a evangelizar con la Palabra de Dios, dar formación en diferentes pastorales, ofrecer la oportunidad de ver y vivir la misa a distancia, visitar a los enfermos en los hospitales, prestar el servicio funerario para miles de personas que lo han requerido, impartir los sacramentos de manera creativa y eficaz, brindar mensajes de esperanza por medio de cartas, videos o canciones, y defender la verdad ante ideologías que han confundido al pueblo. Es así como yo identifiqué que debía y quería ser, en una palabra: GENEROSO, porque ¿de qué le sirve al sacerdote guardarse lo que le fue confiado para el pueblo? o ¿de qué le sirve al pueblo un sacerdote que no es capaz de dar la vida?

Simplemente no comprendo que haya sacerdotes que riñan ante una situación como esta o ante cualquier situación que se llegue a presentar en la historia del hombre, pues Jesús tenía para los demás cien toneladas de cariño para calmar los miedos e incertidumbres de los corazones. Comprendo que un sacerdote, si tiene miedo o es vulnerable al contagio, tenga derecho a cuidarse o protegerse, pero no creo que lo mejor sea esconderse cuando sus fieles están frente al batallón de sus vidas.

Estoy seguro que la generosidad nunca pasará de moda y es un valor que, en nuestra formación sacerdotal y el futuro ministerio, siempre tendrá un lugar muy importante porque a través de ella nos entregamos a ejemplo de Cristo en la cruz.

Para el futuro, yo espero sacerdotes con ganas de darse a sí mismos sin medida, espero sacerdotes con los que me pueda identificar, espero sacerdotes que atiendan cualquier necesidad de la gente, que no sean ciegos ante los pobres ni ante la verdad y, sobre todo, espero sacerdotes que conserven su humanidad pero se sientan motivados y confiados en que han sido elegidos por Dios en favor de las almas. Y cuando esta misión se haga muy pesada y difícil, siempre será bueno recordar que Dios es capaz de hacerla posible.

 

Santiago Cárdenas Murillo

Seminarista | 2do. de Filosofía

30 Ago 2019

HELLO! 1

El Maestro Jesús llamó a sus apóstoles, primero para que estuvieran con Él y segundo para enviarlos a predicar (Mc 3,14), fue de este modo que el Maestro Jesús formó una comunidad. El ejemplo de Jesús y la misma vida en comunidad, con las distintas personalidades de cada uno de sus miembros, con la diversidad de carismas que cada uno ponía al servicio, la vida en común y el amor que ahí se vivía, eran elementos formativos que iban marcando la vida de los apóstoles en su configuración con Jesús.

Las comunidades parroquiales de origen de los seminaristas, aun teniendo en cuenta la separación que la opción vocacional lleva consigo, siguen ejerciendo un influjo en la formación del futuro sacerdote, al acogerlo entrañablemente en los tiempos de vacaciones, al respetar y favorecer la formación de su identidad presbiteral, y ofrecerle ocasiones oportunas y estímulos vigorosos para probar su vocación a la misión.

El sacerdote proviene de una comunidad cristiana y a ella regresa, para servirla y guiarla en calidad de pastor; es por eso que el seminarista, primero, y presbítero, después, tienen la necesidad de un vínculo vital con la comunidad. Ella se presenta como un hilo conductor que armoniza y une las dimensiones formativas.

Otra comunidad importante es la de apostolado, donde cada fin de semana el seminarista pone en práctica lo aprendido en su formación. El compartir es recíproco, porque dependiendo las necesidades de la comunidad, ésta va enseñando qué es lo que el seminarista tiene que ir trabajando y formando para su futuro ministerio.

Una comunidad más, que forma parte de la formación sacerdotal, son las comunidades a las que asistimos de colecta del “Día del Seminario”, en ella el seminarista agradece al pueblo de Dios por su ayuda espiritual y su ayuda material. Es la oportunidad para rendir cuentas de su avance y trabajo, porque la comunidad responde al llamado en ayuda de las necesidades del Seminario, el seminarista está obligado a responder con buenos resultados.

La comunidad de fieles son el ejemplo por el cual los jóvenes se animan a llevar su estilo de vida a una forma más radical, entregando su vida a Dios en la vocación sacerdotal.
Es deber de toda la comunidad fomentar las vocaciones con una vida totalmente cristiana, con su oración incesante, su preocupación por las vocaciones sacerdotales, con su unidad, vida de fe y el ejercicio de la caridad. Es decir, cada comunidad tiene el sacerdote por el que pide y trabaja.

Juan Carlos López Martínez
Tercero de Filosofía

22 Nov 2016

HELLO! 1

Por: José Luis Morán Becerra, seminarista (T1)

“Maestro de la fe, (…) de los senderos que conducen a la unión con Dios, teólogo y místico, poeta y artista”. Esta es la noble descripción que San Juan Pablo II hizo en su visita a España, en 1982, al santo sacerdote carmelita. El día de hoy, como Iglesia celebramos su memoria, recordando su ejemplo de vida y santidad, y su sabia respuesta ante las distintas tribulaciones que enfrento en carne propia.

Juan de Yepes nació en 1942 en Fontiveros (Avila), España. Ingresó al Orden del Carmen en 1563; ordenado sacerdote en 1567, le pidió a Dios la gracia de soportar con valor y paciencia toda clase de sufrimientos. Tiempo más tarde tuvo un encuentro con Santa Teresa de Jesús, quien lo convenció de que observará la Orden de Carmelitos Descalzos. Formador y maestro de gran inteligencia y sabiduría, enseñaba la doctrina de la fe. Trabajando arduamente y con gran celo apostólico, teniendo siempre su fuerza y confianza en Dios, logró enfrentar una gran “sequedad espiritual”, que le impedía tener una devoción sensible al rezar o meditar, y a toda clase de calumnias e injurias que hacían en contra él.

A pesar de haber sido encarcelado injustamente, padeció con paciencia cada ultraje, creciendo de este modo en santidad. Este tiempo de sufrimiento le permitió a San Juan crear una de las grandes obras titulada “La noche oscura del alma”, que le permite reconocerlo como Doctor de la Iglesia. Muere en 1591.

El santo sacerdote carmelita es un hombre ejemplar, que con sus escritos y enseñanzas enriquecen la vida del creyente, el cual busca constantemente el rostro de Dios. Para nosotros que estamos de formación nos ayuda a apreciar el celo por contemplar el misterio de amor de Dios, sobre todo, en la adoración eucarística cada jueves durante la Hora Santa, como también en esos momentos de “crisis vocacional”, en donde nos vemos sedientos de saber la voluntad de Dios en nuestras vidas.

Te invito a que hagamos esta oración, pensado en aquellos sacerdotes que están pasando por alguna tribulación en su ministerio, para que San Juan de la Cruz sea su intercesor, y ellos puedan recibir de Dios la gracia y fortaleza que necesitan para continuar en su servicio humilde con amor y alegría a la Iglesia.

«Señor, Dios nuestro, que hiciste a tu presbítero San Juan de la Cruz modelo perfecto de negación de sí mismo y de amor a la cruz; ayúdanos a imitar su vida en la tierra para llegar a gozar de tu gloria en el cielo. Amén».

 

31 Ago 2016

HELLO! 1

Entré al seminario a los 24 años, terminé la carrera de Lic. en Derecho y Ciencias Sociales. Y me encontraba como misionero en la comunidad del ITE, un instituto que pertenecía a la diócesis.

“¿Cuándo descubriste tu vocación? ¿Cómo fue?”
Recuerdo que me encontraba en unas misiones de Semana Santa en el 2004, cuando sentí por primera vez que Dios me llamaba a algo, pero no sabía que quería de mi vida.

Descubrí el rostro de Dios en el rostro de unos niños y también vi la necesidad de darlo a conocer a las personas que tenían hambre del Él, pero no había quien se los transmitiera. Creo que mi primer llamado lo sentí a la vida misionera y ya en la misión logré comprender que Él me quería por completo a su servicio en la vida Sacerdotal.

Los sentimientos que tuve al aceptar el llamado, pues de primer momento creo que miedo, pero a la vez alegría y entusiasmo de sentirme llamado por Dios. También confieso que cuando entré al Seminario no lo hice por querer ser Sacerdote, más bien buscaba ser feliz y para mí la felicidad es hacer la voluntad de Dios y pues la voluntad de Dios me hizo llegar al Seminario

“¿Cómo recibieron tus padres o tu familia, la decisión de Servir a Dios? ¿Recuerdas sus palabras?”
Bueno pues mi mamá ya había fallecido cuando yo decidí entrar al Seminario, pero en una ocasión mi hermana me confesó que mi mamá le había comentado que yo terminaría en el Seminario. Cuando le dije a toda mi familia yo me encontraba de misiones en General Treviño y fueron a visitarme el día de mi cumpleaños y después de pasar el día completo con un servidor, ya al final cuando se iban me subí a la camioneta y en ese momento les dije; todos se quedaron helados de la noticia y se quedaron callados por un momento, mi papá fue el primero que tomó la palabra y me dijo: “yo siempre he querido para cada uno de ustedes que sean felices y los he apoyado en sus decisiones, y si tú crees que esa es tu felicidad yo te apoyo”.

Llegar a ser sacerdote, es hacer la voluntad de Dios, responder a su llamado para servir a Él y a su pueblo, y hacer mi corazón semejante al de Él.

Durante mi caminar, han habido dos ocasiones en las ha sido complicado continuar.
En el Curso Introductorio, a raíz de una lesión en el tobillo que me hizo estar en reposo por un buen periodo de tiempo, me llevo a entrar en crisis y estuve a punto de salir, pero gracias al apoyo del padre espiritual y el padre formador decidí permanecer un tiempo más, pero lo más importante fue que descubrí una espiritualidad personal, que hasta la fecha la sigo realizando y es lo que me ayuda a permanecer en el Sí constante a Dios.

La otra fue en tercero de filosofía, no dudaba del llamado de Dios, sino dudaba de mi repuesta, que tan firme y fiel era en mi llamado, la indignidad que sentía, el no sentirme realmente preparado. Pero una vez más me vi acompañado por mis formadores y la guía de mi director espiritual y por supuesto la comunidad (mis hermanos).

Los retos que he vivido han sido conmigo mismo, vencer mis temores, comprender y conocer a la comunidad en la que me toca servir y saber acompañar, aprender a tener capacidad de frustración y romper paradigmas en la evangelización.

30 Ago 2016

HELLO! 1

Entré al seminario a los 35 años. Trabajaba en el hospital, soy cirujano general.

Mi vocación la descubrí en el mes de mayo del 2006. Todo empezó en el año 2002. Empecé a ir a Misa y me enamoré, no pude dejar de ir todos los días. Estudié Biblia, me hice Adorador Nocturno, viví el Taller de Oración y Vida del padre Ignacio Larrañaga, entré al grupo de visitas a enfermos en mi parroquia San Juan Bosco. Todo lo anterior fue vivido entre el año 2002 y 2006. Dos acontecimientos derramaron el cántaro de la vocación, un librito titulado “La Vocación”, que al leerlo sentí que a mí me estaba pasando todo lo que decía ahí, y el otro acontecimiento fue cuando una persona me dijo que el llamado de Jesús es personal. En ese momento me cuestioné si todo lo que había vivido desde el año 2002 no sería un llamado de Jesús a ser sacerdote… y aquí estoy.

“¿Qué sentimientos tuviste al momento de aceptar el llamado de Dios a servir como Seminarista?”

Mucha alegría, felicidad y paz.

Las palabras de mis padres al contarles mi decisión fue: “Aquí estamos para apoyarte, es tu vida y nosotros queremos tu felicidad”.

Llegar a ser sacerdote significa responder al llamado que Jesús me hizo y me hace todos los días, ¡Ven y sígueme! Gracias a Dios, en el caminar de mi formación vocacional no ha habido dudas en que Él me llama.

Uno de los retos que he vivido en la comunidad es cómo trasmitir el mensaje de Jesús al mundo de hoy, de tal manera que no reciban palabras, sino que experimenten en su mente, corazón y vida el Encuentro con Jesús Resucitado.