13 Ago 2021

HELLO! 1

El sábado 14 de agosto serán ordenados sacerdotes, 7 jóvenes de nuestra Arquidiócesis. ¿Cuáles son los desafíos a los que se enfrentan, en un mundo necesitado del Evangelio?

 

Vivir lo que creemos, plenamente felices.

Creo que uno de los principales retos que tenemos como neo sacerdotes es buscar nuevas formas de transmitir el Evangelio a los niños, jóvenes y adultos. El Evangelio es para todos y debemos de usar la creatividad que Dios nos da para trasmitir su amor por cada uno de nosotros.

Necesitamos ser hombres de fe, que sean los primeros en creer, en vivir lo que creemos y enseñar lo que creemos. Que todos puedan encontrar en el sacerdote el ejemplo de una verdadera vida humana y cristiana.

¡Vivir alegres! Que la gente quiera acercarse a Dios y a su Iglesia porque nos ve que somos plenamente felices teniendo a Cristo como centro de nuestra vida.

Diác. José Ignacio Ávila Rangel

 

Mostrar el Amor de Dios 

Un joven sacerdote se tiene que enfrentar a un mundo que vive de manera individualista, que vive de manera en que solo sus propios criterios son los que quiere imponer y que por lo tanto,  cuando alguien le habla de Dios, lo primero que siente es que se les quiere imponer una serie de reglas o preceptos.

Por lo que uno de los retos de un joven sacerdote es ayudar a descubrir que seguir y amar a Dios no es solo una normativa, sino que involucra algo más profundo; es descubrir el amor más grande que puede haber en nuestra vida y que en respuesta a ese amor nuestra vida cambia de dirección y se orienta a buscar ya no solo el bien personal, sino a descubrir al verdadero amor que es querer el bien para el otro.

Un sacerdote en nuestros tiempos tiene que saber dialogar con las distintas percepciones que se van dando en nuestros círculos sociales y mostrar que Dios siempre está presente, que Dios no excluye a nadie y por lo tanto, el sacerdote tiene el reto de ser canal, de mostrar ese mismo amor de Dios.

Diác. Adrián A. Garza Morales 

 

 

Para un mundo necesitado del Evangelio: el Evangelio. 

El Evangelio es Cristo. El mayor reto que encuentro es no perder la identidad como amigo, discípulo y apóstol de Jesús. Cada vez que un consagrado pierde su identidad, el mundo pierde un poco el Evangelio. Creo que ese es el mayor reto que yo encuentro… mientras tengamos la mirada en Jesús, nuestra vida reposada en su pecho, discípulos de su Sagrado Corazón y, como nos enseña nuestra Madre, haciendo lo que Él nos diga, el mundo siempre será alimentado por la alegría del Evangelio: Cristo.

Diác. Antonio de Jesús Peña Díaz  

 

 

 

Presentar un Cristo Vivo 

Uno de los desafíos más importantes del siglo XXI, será la indiferencia religiosa y el empirismo reacio, donde tenemos que enfrentarnos con una Iglesia que ya no le importa nada; una sociedad que vive sin que le importe nada; con jóvenes que no les interesan las cosas que no les puedas comprobar de alguna manera, por eso tenemos que renovar más que nunca nuestros métodos, nuestras expresiones, nuestro ardor por el Evangelio, que no es otra cosa que poder presentar a un Cristo vivo y real en la vida de todos nosotros.

Diác. Jorge Ricardo González López 

 

 

 

Ser creativos para transmitir el Evangelio

Los retos que tenemos son muchos y variados, es menester ser creativos si queremos llevar nuestra experiencia de Dios al mundo. El primer reto es ser hombres de Dios, es cuidar nuestra espiritualidad y estilo de vida para ser un buen testimonio de Cristo. Debemos amar a Dios y a la Iglesia y estar dispuestos a sacrificarnos por ellos.

Considero que un gran desafío es “traducir” el Evangelio al lenguaje de hoy, de tal manera que pueda ser digerible y atractivo para cualquier persona independientemente de su educación o condición social.

El internet revolucionó la manera no solo de comunicarnos, sino de vivir, por ello debemos ser lo suficientemente astutos para transmitir el mensaje íntegro de Jesús, utilizando los medios modernos. Además, es una obligación estar al pendiente de los avances científicos y tecnológicos, ello en virtud de ofrecer luces que iluminen el camino a seguir.

Diác. Rodolfo Guadalupe Amador García

 

Ser testigos del amor de Dios 

Hoy en día, el mundo está viviendo incertidumbre, indiferencia, soledad, falta de compromiso, de fe, de esperanza y de amor. Considero que un desafío para el sacerdote joven es ser testigo del amor de Dios, de que, en medio de toda tormenta, Jesús va en la misma barca, sereno, confiando en el Padre, que no estamos solos, que nunca se ha ido y camina a nuestro lado.

Se necesitan sacerdotes alegres, llenos de fe, enamorados de Jesús, de la Eucaristía, que transmitan esperanza y que practiquen la caridad; sacerdotes humildes, que no busquen ser servidos sino que vivan sirviendo a los demás, que estén dispuestos a desgastar su vida por el otro, por el más necesitado; que al predicar, los demás escuchen las palabras de Jesús y no las nuestras, que vean las acciones de Jesús y no las nuestras, sacerdotes que reflejen los sentimientos de Jesús y no los nuestros. Que en cada gesto, cada detalle y en todo momento, las personas no se sientan solas, que se sientan amadas por Dios, que experimenten la presencia y la compañía de un Dios que ama, que perdona, que espera con los brazos abiertos para celebrar, para sanar y para abrazar con amor.

Diác. Oziel Rodríguez Martínez

Habitar donde Cristo habita 

Los desafíos que tiene un sacerdote, no varían mucho de los desafíos que tienen los católicos comprometidos. Pero quisiera mencionar al menos uno de los grandes desafíos de los que un joven sacerdote necesita cuidarse, es el no deslumbrarse por las aparentes ofertas que en nuestra sociedad ciegan a más de alguno.

Un claro ejemplo de esto es que si bien, las grandes potencias tienen puesta su mirada en la colonización de otros planetas, el auténtico cristiano (incluido el sacerdote) debe de aprender a poner su mirada, hacia abajo. Debe atreverse a poner la vista donde nadie quiere ver, hacer visibles a los que el mundo quiere hacer invisibles (los pobres, los migrantes, los marginados), porque los considera “descartables”.

El reto es este, salir sin deslumbrarse por las ofertas que se anclan a nuestro egoísmo. Lo realmente importante es anclarse en Jesucristo para habitar donde Cristo habita. Para terminar deseo citar al Cardenal Ratzinger en una de sus homilías cuando habla sobre la amistad con Cristo:

“El Hijo de Dios, es el hombre verdadero. Él es la medida del verdadero humanismo. No es «adulta» una fe que sigue las olas de la moda y la última novedad; adulta y madura es una fe profundamente arraigada en la amistad con Cristo. Esta amistad nos abre a todo lo que es bueno y nos da el criterio para discernir entre lo verdadero y lo falso, entre el engaño y la verdad”.

Diác. Gilberto Eliud Gómez Pérez 

23 Jul 2021

HELLO! 1

Después de casi 11 años en el Seminario, lo sé, es mucho tiempo; puedo dar testimonio del proceso que la iglesia lleva con los que están por terminar su formación como alumnos en el Seminario de Monterrey.

Es un proceso interesante y lleno de emoción, en mi caso resuena el sueño y anhelo que tenía cuando ingresé a esta institución. En aquel tiempo solo me tocaba conocer a los futuros ordenados por la publicación que se hacía de ellos en los anuarios o en los murales de corcho en los salones y en cada casa. No los conocía personalmente, a algunos solo de vista. Conforme fue pasando el tiempo y yo avanzaba en este camino, las caras de quienes solicitaban ser admitidos al orden sagrado eran más conocidas, coincidía con ellos en misiones, visitas a colegios, colectas en parroquias incluso en apostolados. Aprendía de ellos y llegábamos a ser amigos.

La alegría que sentía iba creciendo cuanto más los conocía, aquél con quien me sentaba en el descanso de la escuela, los que se sentaban conmigo en el comedor, con quienes compartía una taza de café en la tarde estaban llegando a ese tiempo tan especial y que cada vez comprendía mejor.

Y,  ¿cómo es este proceso tan especial? El alumno del Seminario de Monterrey, una vez ingresado al instituto de Teología, se prepara para estos momentos. El primer paso es cuando cursamos el segundo año de Teología, se abre un tiempo para que el joven haga su solicitud para ser aceptado como candidato a las órdenes sagradas y a la administración de los ministerios laicales: lector y acólito. Termina este año escolar e inicia el siguiente.

A mitad del próximo año (tercero de Teología) se abre el tiempo de solicitud de órdenes sagradas (diaconado y presbiterado), así los que están en tercero y cuarto pueden hacer la solicitud del orden correspondiente. Ojo. No siempre es así. Es decir, no todos hacen la solicitud a su debido tiempo y no la hacen por algún motivo personal, por alguna decisión del equipo formador al mandarlos a algún servicio en especial, o simplemente por esperar algún tiempo más. Y esto no tiene nada de malo, los jóvenes nos hacemos muchas preguntas ante la gran responsabilidad y compromiso del sacerdocio de Cristo.

Luego de la solicitud viene un «tiempo de discernimiento», los formadores investigan y evalúan al alumno, sin embargo, esto no lo hacen solos, lo hacen con la comunidad. A algunos compañeros de quien solicitó se le dan unas evaluaciones para que las llene a la luz de la verdad con lo que sabe y conoce de quien solicitó; asimismo, se mandan estas evaluaciones al apostolado donde sirve el seminarista para que algunas personas que lo conozcan hagan también su evaluación, de igual manera se envían éstas a la comunidad parroquial de la que el joven seminarista pertenece. Una vez reunida toda esta información los padres del Seminario se reúnen a realizar los «escrutinios» para determinar si el joven que solicitó algún ministerio es idóneo o no para recibirlo. Posteriormente le corresponde al Arzobispo dar a los jóvenes la respuesta de las evaluaciones y admitir a los jóvenes al orden sagrado.

Ahora me toca estar de ese lado, y vaya que se siente muy distinto, aunque ya haya sido admitido como candidato a las órdenes y ya haya pasado por una etapa de escrutinios, esto es distinto, ya que uno se encuentra de cara a unos ministerios que dan una gracia que desborda la misma naturaleza humana y que conllevan una gran responsabilidad y compromiso. Sin embargo por otro lado se siente la emoción de decir “por fin, estoy llegando”. Entre todas las emociones que pueda sentir en estos momentos de una cosa estoy completamente seguro: Jesús, una vez que nos ha llamado nos invita a seguir caminando con él y nos pone a la Iglesia misma como receptora y al mismo tiempo intercesora para ser en un futuro los ministros que ella misma necesita y merece.

 

Erick Alfonso Rivera Ortíz | 1ero de Teología

Revista San Teófimo No.154

16 Jul 2021

HELLO! 1

Llegó a donde estaba el hombre herido y, al verlo, se conmovió profundamente  (Lc 10, 33).

 

¿Puedes imaginar un modo mejor de ser cristiano? Afortunadamente en torno a nosotros hay algunos que sí, son esos hombres y mujeres que están transformando las cosas alrededor, aquellos que mantienen la llama de la esperanza en los corazones. Si quieres descubrirlos no los encontrarás “dándose la gran vida” sino dando su vida grandemente al servicio de los demás, ¿por qué lo hacen? Ellos experimentan la tranquilidad de ser poseedores de una alegría que no se acaba, pues su fuente es el inagotable amor de Dios y su panorama el horizonte fascinante del Evangelio.

Al leer estas líneas, te invito a que recuerdes los relatos que te han contado sobre el día de tu bautismo, las fotos en donde apareces tú junto con familiares, padrinos y amigos, date cuenta que tu vida ha sido tocada por Dios, que Él ha pronunciado tu nombre, te ha hecho su hijo o hija muy amada, ha salido a tu encuentro.

Y no hace falta que pienses ni en el bien que has hecho, ni en el mal cometido, basta que te abras a la presencia de Dios que lo abarca todo y percibas como hay una luz interior que resplandece en ti cuando reconoces su presencia.

Responder a Dios en la vida es una gracia maravillosa, pues nos permite ser salvados, esto es importante, ya que solo por medio de la amistad con el Señor, como lo dice el Papa Francisco: “somos rescatados de nuestra conciencia aislada y de la autorreferencialidad; llegamos a ser plenamente humanos cuando somos más que humanos, cuando le permitimos a Dios que nos lleve más allá de nosotros mismos para alcanzar nuestro ser más verdadero” (Evangelii Gaudium, 8). 

Aceptar la llamada de Cristo es emprender un camino hacia una humanidad plena, pues el ser humano solo con la gracia es que puede realizar actos de amor extraordinarios, al igual que transformar las obras sencillas en portentosas.

No podemos ser ingenuos en pensar que delante de este proyecto de Dios para nosotros no habrá obstáculos. Todos los relatos iniciales de los cuatro Evangelios nos narran, de un modo u otro, como la presencia de Cristo en este mundo es incómoda tanto para personajes poderosos como Herodes, que le persiguieron sin importar sacrificar vidas inocentes, como para la gente común que no le brinda alojo donde nacer “Vino a su propia casa, y los suyos no lo recibieron” (Jn, 11). Sin duda, todos ellos instigados en lo más profundo por el Enemigo, pues sabe que el Señor, así como sus discípulos, harán que los demonios se sujeten en su nombre y a él lo verán caer del cielo como un rayo (Cfr. Lc 10, 8).

De esto modo podemos palpar lo crucial del compromiso que tenemos como cristianos y la relevancia de la obra evangelizadora; nuestra misión no es el anuncio de palabras dulces o ideas bellas, sino la participación en un proyecto de instauración del Reino de Dios en cada una de las personas, es una lucha contra el poder de las tinieblas que si bien ya vencido por Cristo, continúa astutamente arremetiendo contra nosotros.

Las problemáticas de salud, económicas, sociales, ecológicas y espirituales en las que nos encontramos, son una oportunidad para despertar del sueño, de una vida que se nos ha vendido como dedicada al propio contento, entendiendo este como el pasarlo bien o disfrutar del momento. Este tiempo es momento para hombres y mujeres valientes que, con la cruz de Cristo en cuello, apuesten por una vida significativa y virtuosa, esa que por el bien de sus hermanos es capaz de sacrificar lo propio y darse a sí mismo por una causa más alta, la causa del Reino.

Es tiempo de cristianos: laicos, religiosos y sacerdotes, que con responsabilidad y prudencia reformen y no simplemente destruyan o exploten las estructuras que dan identidad y cohesión a las diversas instituciones y la sociedad. Es ocasión de revalorar y defender las raíces que han forjado nuestro semblante como creyentes y como nación, de hacer memoria histórica, de recuperar el concepto de verdad, de cuidar los pequeños, de favorecer un diálogo cara a cara entre amigos y contrarios, del cultivo de la sabiduría, de rescatar el sentido del bello, de lo sublime, es tiempo de orar y de hacer realidad todo esto amando como el Señor nos ha amado.

Al final, el cristiano en lo cotidiano está llamado a ser como el buen samaritano, que después de hacer el bien “se fue” sin esperar reconocimientos ni gratitudes. La entrega al servicio era la gran satisfacción frente a su Dios y a su vida, y por eso, un deber. Todos tenemos responsabilidad sobre el herido que es el pueblo mismo y todos los pueblos de la tierra. Cuidemos la fragilidad de cada hombre, de cada mujer, de cada niño y de cada anciano, con esa actitud solidaria y atenta, la actitud de proximidad del buen samaritano”( Fratelli Tutti, 70).

Todos tenemos un momento en que la puerta a esa vida radical se nos abre y depende de nosotros entrar, todos recibimos esa invitación, pero no siempre se tiene la valentía.  Pero la puerta sigue ahí, esperando y la voz de Dios firmemente llamando, ¿y si te atreves a entrar?

 

Pbro. José Francisco Gallardo Viera.

05 Feb 2021

HELLO! 1

“Dios sigue derramando en la humanidad semillas de bien”.   (Papa Francisco, 2020)

Aún en estos tiempos tan difíciles de pandemia, donde todo se ha vuelto caótico, es increíble que Dios sigue llamando trabajadores a sus mies, y, aún más sorprendente es el hecho de que hombres valientes se deciden a adentrarse en la aventura de la fe, respondiendo de manera positiva al llamado que nos hace El dueño de las mies. En medio de esta crisis que estamos viviendo como sociedad, sigue habiendo jóvenes y hombres valientes que deciden renunciar a las seducciones del mundo para formarse y transfigurarse con Cristo, con Áquel que los ha llamado; hacen a un lado a su familia, sus pertenencias, sus metas y aceptan llevar a buen término el plan que Dios ha designado para ellos. Aceptan ese sacrificio por amor a los hombres y a su Creador.

Pero, en realidad, ¿Vale la pena ser sacerdote? La respuesta es Sí, no vale solamente la pena, vale la vida, vale renunciar a todo por ser partícipe del sacerdocio ministerial de Cristo, vale la vida entregarse en su totalidad a la iglesia, que hoy en día está tan fracturada y herida, que necesita de ese espíritu libre de los que se sienten invitados a esta maravillosa vocación, que necesita de personas que se desvivan por la “edificación del cuerpo de Cristo, que exige funciones diversas y nuevas adaptaciones, principalmente en estos tiempos”. (San Juan Pablo II, 1992).

En estos tiempos en importantísimo que estemos dispuestos a aceptar los cambios y adaptarnos a la nueva realidad que nos toca vivir, hay que buscar nuevas alternativas para seguir con la tarea de la edificación de la iglesia. Hoy mientras se cierran los templos y se limita la convivencia física, se han abiertos miles de templos en cada uno de los hogares católicos, se acrecentó la fe y la confianza en Dios.  También, hemos descubierto nuevas formas de estar relacionados mediante las redes sociales, mediante el internet,  hay que ser cyber-apóstoles y valernos de esta herramienta para continuar con esta labor de compartir la Buena Nueva y construir el Reino de los cielos desde aquí.

El mundo hoy más que nunca necesita pastores que sosieguen el rebaño que El Buen Pastor les ha encomendado, que acarreen a las ovejas por la senda de vida, hoy, en estos días que la humanidad sufre de inestabilidad, soledad, preocupaciones, crisis, y es por eso que día a día nos seguimos entregando a la voluntad del Señor porque el mundo nos necesita. Necesita de ese amor que nosotros queremos ofrecerle, necesita personas que se hagan prójimas a sus necesidades, a sus aflicciones, ofreciendo su vida como lo hizo Jesús en el suplicio de la cruz. Cuando alguien se siente amado por Dios, siente la necesidad de compartir ese amor con los demás y más aún, vivir ese amor. Y es por eso que nosotros entregamos nuestras vidas para servir a la Iglesia que se nos ha sido conferida.

 

Ramsés Gpe.Ortiz Zamarrón

Seminarista | 2do de preparatoria

REFERENCIAS

FRANCISCO. (2020). Fratelli Tutti. Ciudad del Vaticano: Buena Prensa.

JUAN PABLO. II (1992). Pastores Dabo Vobis. Cuidad del Vaticano: Buena Prensa.

 

 

20 Ene 2021

HELLO! 1

Nací en el núcleo de una familia católica que siempre ha buscado tener a Dios en su centro para resolver las dificultades con espíritu de fe y para disfrutar las alegrías con amor. Allí, mis padres me enseñaron desde pequeño la importancia de acercarme a Dios no sólo para pedirle por mis necesidades, sino también para agradecerle por todos los dones y beneficios que llegan a mi vida día tras día.

Cuando llegué a los quince años, descubrí que en mi corazón tenía una necesidad muy grande de compartir mi vida con los demás y de ayudar a quienes más lo necesitaban. La experiencia de misiones de evangelización en comunidades rurales fue la que me llevó precisamente a comprobar que en la vida vale la pena seguir a Jesús y entregar la vida por Él.

Descubrí que Dios me invitaba a ser plenamente feliz a través de esta labor que tanto me iba llenando año tras año: la evangelización. Sumado a esto, vivir en una sociedad tan golpeada y lastimada por desafortunadas situaciones que denigran a las personas y atentan contra el gran amor de Dios, fue algo que poco a poco me ayudó a confirmar que el mundo necesita de Dios, y Él a su vez necesita de personas que estén dispuestas a entregar su vida por el Evangelio, que estén dispuestas a ayudarle en esta labor que busca la conversión de las almas. Y entonces me pregunté: si yo puedo gozar del conocer a Dios y amarlo de la manera en que lo hago, ¿por qué tantas personas no pueden gozar de esto también?

Más tarde comencé a estudiar la carrera de arquitectura y al mismo tiempo seguí con mi labor apostólica en mi parroquia, pues era indispensable para mi vida. Llegó de repente un día en el que la duda por ser sacerdote entró a mi corazón y poco a poco, a través de mi diálogo con Dios y de mi cercanía a los sacramentos, en especial a la Eucaristía, esta idea fue abarcando todo mi ser. Dios me llamaba a seguirlo en el seminario, para formarme y un día ser su sacerdote.

Eso es lo que hago desde que terminé mi carrera y decidí entrar al seminario: despierto cada día diciéndole “Sí” al Señor y a la invitación que me hace de seguirlo y ser su instrumento, para de esta manera, ser completamente feliz.

 

Escrito por: Patricio Rico Villarreal

29 años / Seminarista de 1ero de Teología del Seminario de Monterrey / Arquitecto.

Previo al Seminario: Coordinador del grupo MSJ: Misiones San Jerónimo en Monterrey / Ministro Extraordinario de la Comunión / Miembro del Coro Emaús/ Misión en Kenia, África.

¡Apoya a los jóvenes que han recibido el llamado de Dios, para anunciar su Palabra y entregar su vida al servicio de los demás!

20 Ene 2021

HELLO! 1

Somos una comunidad educativa de discípulos misioneros, que abiertos a la acción del Espíritu Santo, cultiva, discierne y acompaña eclesialmente el don de la vocación presbiteral.

 

En el Seminario de Monterrey…

FORMAMOS A LOS FUTUROS SACERDOTES

Por medio de una preparación integral, humana, espiritual, intelectual y pastoral, preparamos a los futuros pastores del Pueblo de Dios, fomentando la caridad, el servicio y el amor a los más necesitados.

 

SERVIMOS EN PARROQUIAS Y EN MISIONES 

Para acompañar en la fe y llevar una palabra de consuelo y esperanza a aquellos que atraviesan situaciones de vida difíciles en los centros penitenciarios, hospitales, asilos, orfanatos, además de ayudar en la formación catequética y pastoral, en las parroquias de nuestra Arquidiócesis.

 

INVITAMOS A MÁS JÓVENES A SEGUIR A JESÚS

Por medio del Centro Vocacional, motivamos y acompañamos a los jóvenes,  a discernir su vocación, para ayudarlos a descubrir y responder al llamado que Dios les hace, en particular a una de las tres vocaciones específicas: laical, consagrada o sacerdotal.

Gracias a tu oración y ayuda económica, podemos cultivar  y acompañar eclesialmente el don de la vocación presbiteral para formar sacerdotes configurados con Cristo Buen Pastor dispuestos a servir a su Pueblo.

02 Oct 2020

HELLO! 1

La felicidad es algo muy importante en la vida de las personas y en muchas ocasiones se busca ser feliz y vivir en paz, aunque a veces suene imposible. Es difícil detenerse para ir más allá de lo que se puede ver, ya que esto exige tiempo, que en ocasiones no tenemos, o no estamos dispuestos a ceder.

El encuentro con el otro nos lleva hacia una aventura, ya sea por las ideas o planes que pueda proponer. Estar en contacto con los demás nos ayuda a ver fuera de nosotros mismos, yendo más allá de lo cotidiano, y si ponemos atención, nuestra vida puede mejorar considerablemente.

Todos queremos saber para qué estamos aquí en el mundo, tenemos dudas sobre lo que debemos hacer o en dónde deberíamos estar, queremos estar seguros de nuestra vida y también ser exitosos en esta búsqueda.

Ser llamado a una vida de fe exige mucho de nuestra parte y no siempre es como se supone que deba ser, pero se tiene una oportunidad tan valiosa que llenará con creces nuestra vida. Por esto, buscar encontrarme con Aquel que me dio la vida, sea cual fuere el camino, aunque pueda causar miedo y duda, alcanza la certeza de que será una vocación feliz por el simple hecho de tener a Dios como nuestro origen y nuestro fin.
No hacen falta grandes discursos para saber hacia dónde ir. En el momento que nos quedamos sin habla ante la presencia de Dios, cuando miramos a Cristo, todo está claro, Jesús es el camino, la verdad y la vida. La vida con Dios hace al hombre feliz.

Recemos juntos:

Señor Jesús,
reconocíéndome amado por ti,
he visto cuanto te necesita el mundo;
A pesar del miedo y la duda, ¡aquí estoy!
Envíame a ser lo que has soñado para mi desde la eternidad.

María, madre de los jóvenes,
tú que dijiste sí con alegría,
enséñame a hacer todo lo que Él me diga.
Amén.

Seminaristas Mauro Villegas
Tercero de Filosofía

26 Ago 2020

HELLO! 1

“Evoco el recuerdo de la fe sincera que tú tienes, fe que arraigó primero en tu abuela Loida y en tu madre Eunice, y sé que también ha arraigado en ti.”
2 Timoteo 1, 5

En torno a la celebración anual del día de los abuelos y de los hermanos mayores, tenemos que recordar una realidad dentro de nuestra fe. La fe es trasmitida por la familia, en mi experiencia a través de la fe de mi abuela.

Cuando era niño, mi abuela me enseñó las primeras oraciones como el Padre Nuestro, Ave María; mis padres la oración del ángel de la guarda y a persignarme. De esta realidad de devoción familiar es cómo surge una primera experiencia de Dios con mi abuela y mis padres.

Mi abuela también me inculcó la devoción del rezo del santo rosario, ya que ella tenía una especial devoción a la Santísima Virgen de Guadalupe, anualmente rezaba el novenario de la Virgen y el día 12 de diciembre, con la ayuda de vecinas y algunas actividades de recaudación económica, llevaba una danza de matachines y al finalizar se compartían tamales. Algunas veces participé como danzante, y mi abuela me mandó hacer el traje para que participara con la danza en veneración a la Virgen.

Terminado el novenario de la Virgen de Guadalupe inmediatamente daba inicio a otro momento fuerte de fe: las posadas. Se realizaba el novenario en distintas casas, mi abuela tenía el misterio de “María embarazada y José buscando posada”, lo ponían encima de unas andas, lo adornaban con guirnaldas de colores y paxtle. A mí me vestía en algunas ocasiones del señor San José y a alguna niña de la cuadra la vestían de la Virgen María.

Estas dos experiencias que aún recuerdo con gran alegría, fueron un pilar importante para mi vida religiosa, sobre todo en la línea de la «devoción popular», sin darme cuenta, y sin tener los elementos de discernimiento ni de conocimiento teológico, estas formas de religiosidad encaminaban desde mi infancia al llamado que Dios me haría para la vocación sacerdotal.

Por gracia de Dios he sido ordenado sacerdote el pasado 13 de junio, día de San Antonio de Padua. Aunque en medio de la pandemia, y con un grupo reducido de familia y amigos, mi abuela estuvo presente en la ordenación, y no pude evitar dirigir una palabra de agradecimiento y de reconocer la presencia amorosa de Dios en mi vida de la fe que me había dado mi abuela. Aún recuerdo esa expresión con la voz quebrada y con algunas lágrimas diciendo: Mi abuela me enseñó a rezar el rosario, es decir mi abuela ha sido una catequista, ha sido quien me acercó a María para ir hacia Jesús. Es el mayor regalo que pudo haberme compartido en mi vida.

Pbro. Edgar A. del Río Reyna

25 Ago 2020

HELLO! 1

Cada año, nuestro Seminario se viste de gala para celebrar la gracia que Dios nos concede, a todo su pueblo, a través del don del sacerdocio conferido a sus últimos diáconos ordenados, hoy conocidos como “neosacerdotes” (nuevos sacerdotes) de nuestra Arquidiócesis de Monterrey. Esta celebración es parte de una tradición muy especial que vivimos en el Seminario: la de esperar con alegría el momento de compartir con éstos hermanos nuestros la experiencia del amor de Dios que se encarna en ellos, servidores suyos, para vivir en comunidad la celebración de su Cantamisa (primera misa celebrada por un sacerdote ordenado).

Este año, pese las circunstancias que hoy vivimos en la sociedad, hemos podido ser testigos de esta celebración que verdaderamente llena de esperanza los pasillos de nuestro Seminario. ¡Dios hace vida la oración de su Pueblo! Podemos ver, en la persona de cada uno de nuestros hermanos ya ordenados, cómo se cristaliza la promesa del Señor de permanecer siempre en medio de nosotros (Mt. 28, 20), y quienes aún nos encontramos en formación para un día llegar a ese mismo momento, descubrimos cuán bueno es realmente Dios con cada uno de nosotros, y cuán grande es su gracia que incansablemente se nos manifiesta para abrazar nuestras limitaciones humanas. En esta ocasión, Edgar, Pablo, Jorge y Daniel, compartieron con nosotros el banquete eucarístico, mostrando su infinita gratitud con el Señor por ser hoy portadores del inmerecido don del sacerdocio.

Sus rostros, llenos de alegría, me invitaban a reflexionar cómo es que Dios se hace tan presente en un momento de la historia en el que sentimos tanta incertidumbre, frustración y cansancio. Pensaba en que Dios no se olvida de nosotros, que se nos sigue apareciendo en lo ordinario y sencillo para recordarnos que no estamos solos y que vamos a estar bien; que nos muestra caminos de esperanza y nos colma de su amor a manos llenas: ¡hoy tenemos 4 nuevos sacerdotes en Monterrey! Sin duda alguna, éste es un acontecimiento que marca nuestra vocación y motiva nuestro caminar formativo; que impulsa nuestra entrega y alimenta nuestro espíritu. Los nuevos sacerdotes son ya un signo visible de Cristo que vive por y para su pueblo; son nuevos puentes que se abren para que todos podamos acceder al Reino de los Cielos con mayor facilidad; son prueba viva y palpable de la generosidad de Dios ante la oración de su pueblo que ora incesantemente: ¡Señor, danos muchos y muy santo sacerdotes!

Patricio Rico Villarreal
1º de Teología

29 Jul 2020

HELLO! 1

Recuerdo los primeros días de mi ingreso al Seminario; todo era nuevo, el lugar donde vivía, las personas que estaban a mi alrededor y las actividades que realizaba. En mi mente ha quedado muy marcada la primera noche, en la que ya acostado en mi cama, en una gran habitación, junto a otros que me eran casi desconocidos, me pregunté: ¿Qué hago aquí?, ¿Quiénes son todos ellos? Y cuando parecía que el miedo se iba apoderar de mi corazón, se apoderó la voz de Dios que me decía: ¡Ten fe y confía en mí!

Ahora entiendo que aquella noche estaba allí porque el Señor me invitaba a formar parte de una gran comunidad de discípulos que día con día se esfuerzan en seguir sus pasos. Comprendí que Jesús me invitaba a subir con Él a la barca y que esa barca era el Seminario. No pasó mucho tiempo, cuando ya amaba aquel lugar, pues en él comencé a vivir momentos que para siempre quedarán guardados en mi corazón; orar, estudiar, trabajar, jugar y muchos otros. En pocas palabras consideré el Seminario no solo un espacio de formación, sino el lugar donde me sentía feliz encontrándome con Aquel que me había invitado a seguirle.

Así, el Seminario se convirtió para mí en un lugar de encuentro, principalmente con Jesús de quien día con día me enamoraba más y más. Aprendí a amar y aceptar a mis hermanos seminaristas a quienes Jesús, también había invitado a subir a la barca. De esta manera pude comprender que el camino vocacional no se recorre en la soledad. La vocación me ha regalado compañeros que se han convertido en mis amigos y hermanos. Ellos siempre serán signo de la presencia de Jesús en mi vida.

Debido a la pandemia que el mundo enfrenta, hace unos meses tuvimos que abandonar el Seminario. Aunque al principio fue muy duro tener que dejarlo todo, supe que el camino vocacional no nos pertenece, no nos atribuimos un llamado, es Cristo quien nos llama. Es Él quien toma la iniciativa de invitarnos a este camino, no para seguirnos a nosotros mismos, sino para seguirlo a Él. Por eso, a pesar de no estar en el Seminario, sabía que debía tener fe y confiar como el primer día, pues es Jesús quien conduce esta barca. Y aunque estaría lejos de mis hermanos seminaristas, en mi corazón residía la certeza de que, lo que nos une, no es el vivir en un mismo lugar, sino el haber sido llamados por Jesús.

Hogar es aquel lugar donde descubrimos que somos felices y donde sabemos que nos aman. Por tanto, el Seminario es para nosotros eso: ¡un hogar! Después de casi 5 meses de no estar en el Seminario, mi corazón se llena de inmensa alegría al saber que retorno a casa. Aunque no abandonamos la barca, sino que permanecimos de modo nuevo a bordo de ella, ahora sé que Jesús la vuelve conducir a puerto seguro en medio de esta tempestad que pronto pasará. Regresar al Seminario nos llena de gozo, porque continuamos con nuestro “Sí” a Dios, un “Sí” que se prolonga todos los días y a cada instante. Un “Sí” que transforma la propia vida. Un “Sí” que nos dona totalmente a Aquel que nos ha invitado a morar en su casa.

Erick Alfonso Rivera Ortiz
3ero de Filosofía