11 Sep 2018

HELLO! 1

El pasado sábado 8 de septiembre en la fiesta de la Natividad de la Santísima Virgen María, el Pueblo de Dios de la Arquidiócesis de Monterrey bajo la guía de su padre y pastor Mons. Rogelio Cabrera López, se reunieron en la Basílica de Nuestra Señora del Roble, para orar y ser testigos de la consagración diaconal de 6 hermanos nuestros.

El ministerio diaconal es el primer grado del sacramento del orden, su misión está explícita en su misma palabra de origen griego “διάκονος” que significa servidor o sirviente; es pues el ministerio diaconal una expresión del aquel que debe servir a los demás, especialmente a los más pobres y desamparados, así mismo, su ministerio está íntimamente unido a la colaboración con el orden episcopal, el cual ejercen los obispos de la Iglesia, los diáconos ayudan a sus obispos, no solo en el ámbito litúrgico-celebrativo, sino también en las tareas pastorales para la extensión del Reino de Dios.

En la emotiva celebración Mons. Cabrera López, en su homilía recalco el cuidado de los pobres, los invito a no limitar su servicio en el templo, sino salir fuera de él. “Así como sirven a la mesa del altar, tendrán que servir a la mesa de los pobres. Así como darán el alimento de la Palabra y de la Eucaristía, tendrán que preocuparse para que nadie pase hambre. Es deber de toda la Iglesia, es deber de todos nosotros, pero de modo especial la Iglesia quiere qué tomen conciencia de ello. Son sacramentos de Cristo pobre, para amar a los más pobres”. Estas fueron algunas de las palabras del Sr. Arzobispo dirigías a los nuevos diáconos.
En la misma celebración eucarística; algunos hermanos nuestros del Seminario Arquidiocesano de Monterrey, recibieron los ministerios laicales del lectorado y el acolitado, una gran alegría y esperanza, puesto que son hermanos que siguen perseverando en el camino vocacional, poniendo su deseo en configurar su corazón con el Corazón de Jesús Buen Pastor.

Ambos acontecimientos llenan de alegría a la comunidad del Seminario, puesto que son motivo de esperanza para aquellos que seguimos en el arduo proceso de formación sacerdotal, y que en ellos vemos de forma latente la Misericordia y la Gracia de Dios. Compartimos con ellos el mismo deseo de ser sacerdotes de Cristo para el servicio de su Iglesia. Así mismo como hermanos mayores, reconocemos su perseverancia y su esfuerzo en llegar a este momento tan deseado por los hermanos menores, su ejemplo nos llena de motivación, esperanza y alegría.
La comunidad del Seminario de Monterrey, expresa fraternalmente su felicitación y nos alegramos todos, por este acontecimiento que es sin duda, un regalo para esta Iglesia local y para toda la Iglesia Universal. Los seguimos encomendado en nuestras oraciones y pedimos a Dios que siga realizando su obra en todos y cada uno de ellos, que Nuestra Madre la Santísima Virgen siga siendo modelo e imagen en su peregrinar.

Héctor Elías Morales Montes
Seminarista de Primero de Teología.

07 Sep 2016

HELLO! 1

Por: Juan Yosimar Moreno Saucedo, seminarista (T3)

Esta semana seguimos meditando los acontecimientos, de los cuales hemos sido partícipes, como Seminario y como familia de la Iglesia Arquidiocesana de Monterrey. El pasado 3 de septiembre del 2016, vivimos con gran alegría la consagración diaconal de 9 de nuestros hermanos de cuarto de teología. Dentro de la meditación de estas ordenaciones, brotan algunas preguntas al respecto. Primero, ¿qué es un diácono?, y segundo, ¿cuál es su papel en la Iglesia? Las respuestas a estas interrogantes nos ayudarán a comprender lo vivido.

Pues bien, respondiendo a la primera cuestión, encontramos que un diácono «es aquel hombre que ha recibido el primer grado del sacramento del Orden Sagrado». Como parte del rito de la consagración, se le imponen las manos, como signo de la asistencia que harán a su Obispo y sacerdotes en la predicación de la Palabra de Dios, en la distribución de la comunión y en las obras de la caridad, siendo así el servicio lo más específico de su ministerio. Aunque si bien, además de las diversas y nuevas encomiendas que recibe (como ver por los pobres, bautizar, bendecir, entre otras), el diácono debe ser un reflejo vivo de Jesucristo, quien no vino a ser servido, sino a servir.

Y como respuesta a la segunda pregunta, el Señor Arzobispo nos manifestó a toda la comunidad congregada en torno a la celebración, dirigiéndose especialmente a los nuevos diáconos, sobre el papel que asumiría en su ministerio: “les encomendamos a los pobres de Monterrey, pongan su corazón en servirles; en ser testigos del amor de Cristo. El diaconado es servicio, es entrega. Tenemos un gran número de indigentes que necesitan todo nuestro cariño y nuestra caridad”.  La encomienda es muy clara: un continuo desvivirse por amor, amor al pueblo de Dios, con especial servicio y atención a los pobres de nuestra Iglesia Regiomontana.

En lo personal, un momento emotivo y lleno de luz, fue cuando se les confió su destino de ejercicio ministerial, que aunque ellos tenían algunos fines de semana asistiendo a tales comunidades, el expresarlo públicamente fue algo conmovedor, pues acompañaba una expresión de confianza  y compromiso: “les encomendamos a los pobres y desprotegidos de la comunidad…”.

Ser servidor de los demás y, más aún, de alguien a quien no te lo puede retribuir, es un mandato evangélico y una invitación a dar más de nosotros. Estamos seguros que estos hermanos nuestros, tendrán que dar más de sí en este ministerio que les ha sido encomendado, mismo que algún día queremos y esperamos con fe, ser partícipes el resto de seminaristas que seguimos en la formación.

02 Sep 2016

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Ingresé al seminario en el 2007, ya para cumplir los 47 años, estudié la carrera de Contador Público teniendo ya muchos años trabajando con jefaturas de recurso humanos.

Sentí algo muy fuerte cuando recibí el llamado del Señor y hablé con diferentes sacerdotes por lo que me sugirieron ir al centro vocacional, hice ahí un año de proceso.  Al terminar realicé mi carta para ingresar al seminario y al poco tiempo me llamaron donde me decían precisamente que era el Señor quién me llamaba por lo cual ingresaría al seminario el 4 de agosto de ese mismo año.

Hablé con mi familia y todos se pusieron muy contentos sin embargo al despedirme de ellos si hubo algo de tristeza pues somos una familia muy unida.

Poco a poco fui conociendo a Cristo; Él me había conquistado para siempre.  Siempre sentí un gran deseo de abandonarme en Cristo y así lo fui haciendo poco a poco hasta el día de hoy y no me arrepiento de haber dejado todo pues sé que en todo mi existir está derramándose su amor cada día; no solo en mi corazón sino en todo mi ser y mi existir.

Me he encontrado con Cristo en todos los lugares a donde voy.  No ha sido fácil pero Lo he sabido encontrar en toda la gente no solo que está necesitada, sino también en personas que están llenas de amor y que te hacen sentir que Cristo está vivo y que unidos se pueden realizar muchas cosas.

Para mí ser sacerdote es ser Cristo.   Por eso día con día le pido que me deje vivir con Él, y al día siguiente le vuelvo a insistir lo mismo y así seguiré pidiéndole para poder seguir con el llamado al que me he sentido llamado.

Nunca he dudado de que Él me ha llamado ya que lo he sabido identificar aunque no es fácil seguirlo porque para seguirlo se necesita como decía al principio abandonarse completamente en Él que es toda perfección y uno es un hombre sencillo como los demás.

Los retos son muchos pues he luchado en la indiferencia de muchos, pero no he dejado de insistir en estar donde considero que me lleva, han existido peligros pero también Cristo me ha dado fortaleza para afrontarlos y salir adelante.  Considero que para seguirlo se necesita abrir el corazón, orar mucho, insistirle en que camine junto con uno en todo momento y que así como me abandono en Él, Él siempre se deje encontrar.

31 Ago 2016

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Entré al seminario a los 24 años, terminé la carrera de Lic. en Derecho y Ciencias Sociales. Y me encontraba como misionero en la comunidad del ITE, un instituto que pertenecía a la diócesis.

“¿Cuándo descubriste tu vocación? ¿Cómo fue?”
Recuerdo que me encontraba en unas misiones de Semana Santa en el 2004, cuando sentí por primera vez que Dios me llamaba a algo, pero no sabía que quería de mi vida.

Descubrí el rostro de Dios en el rostro de unos niños y también vi la necesidad de darlo a conocer a las personas que tenían hambre del Él, pero no había quien se los transmitiera. Creo que mi primer llamado lo sentí a la vida misionera y ya en la misión logré comprender que Él me quería por completo a su servicio en la vida Sacerdotal.

Los sentimientos que tuve al aceptar el llamado, pues de primer momento creo que miedo, pero a la vez alegría y entusiasmo de sentirme llamado por Dios. También confieso que cuando entré al Seminario no lo hice por querer ser Sacerdote, más bien buscaba ser feliz y para mí la felicidad es hacer la voluntad de Dios y pues la voluntad de Dios me hizo llegar al Seminario

“¿Cómo recibieron tus padres o tu familia, la decisión de Servir a Dios? ¿Recuerdas sus palabras?”
Bueno pues mi mamá ya había fallecido cuando yo decidí entrar al Seminario, pero en una ocasión mi hermana me confesó que mi mamá le había comentado que yo terminaría en el Seminario. Cuando le dije a toda mi familia yo me encontraba de misiones en General Treviño y fueron a visitarme el día de mi cumpleaños y después de pasar el día completo con un servidor, ya al final cuando se iban me subí a la camioneta y en ese momento les dije; todos se quedaron helados de la noticia y se quedaron callados por un momento, mi papá fue el primero que tomó la palabra y me dijo: “yo siempre he querido para cada uno de ustedes que sean felices y los he apoyado en sus decisiones, y si tú crees que esa es tu felicidad yo te apoyo”.

Llegar a ser sacerdote, es hacer la voluntad de Dios, responder a su llamado para servir a Él y a su pueblo, y hacer mi corazón semejante al de Él.

Durante mi caminar, han habido dos ocasiones en las ha sido complicado continuar.
En el Curso Introductorio, a raíz de una lesión en el tobillo que me hizo estar en reposo por un buen periodo de tiempo, me llevo a entrar en crisis y estuve a punto de salir, pero gracias al apoyo del padre espiritual y el padre formador decidí permanecer un tiempo más, pero lo más importante fue que descubrí una espiritualidad personal, que hasta la fecha la sigo realizando y es lo que me ayuda a permanecer en el Sí constante a Dios.

La otra fue en tercero de filosofía, no dudaba del llamado de Dios, sino dudaba de mi repuesta, que tan firme y fiel era en mi llamado, la indignidad que sentía, el no sentirme realmente preparado. Pero una vez más me vi acompañado por mis formadores y la guía de mi director espiritual y por supuesto la comunidad (mis hermanos).

Los retos que he vivido han sido conmigo mismo, vencer mis temores, comprender y conocer a la comunidad en la que me toca servir y saber acompañar, aprender a tener capacidad de frustración y romper paradigmas en la evangelización.

29 Ago 2016

HELLO! 1

Entré al seminario a los 15 años, estudiaba secundaria y estaba en grupos parroquiales en la Parroquia Cristo Buen Pastor: Monaguillos, IAM (Infancia y Adolescencia Misionera) y Adoración Nocturna.

“¿Cuándo descubriste tu vocación? ¿Cómo fue?”
Desde pequeño me llamaba la atención la vida de los sacerdotes, pero, hasta que comencé a servir más de cerca en mi comunidad parroquial, descubrí que Dios me invitaba a seguirlo en la vocación sacerdotal.

Fueron muchos los eventos que marcaron mi vida y que iluminaron mi caminar vocacional. Sin embargo, encuentro en mi familia las primeras luces vocacionales, ya que desde niño mi mamá me enseñó a amar a Dios, de ahí que, a muy corta edad, comencé a servir en los grupos parroquiales.

Ayudar a los padres en la Misa como Monaguillo, y convivir muy de cerca con ellos, fue acrecentando mi admiración por el sacerdote y por su vocación. Formar parte del grupo de adolescentes misioneros y experimentar la gran alegría que genera hablar de Dios, comenzó a crear en mí una inquietud. Asistir a adoración nocturna como Tarsicio y descubrir la grandeza del misterio Eucarístico transformó mi forma de ver las cosas y le dio un giro a mi vida.

En cierta ocasión, un seminarista empezó a bromear conmigo, afirmando que yo debería de ser padrecito y que tenía cara de sacerdote. En un primer momento solo me reí, después, al seguir conviviendo con él, empecé a creérmela. Un día me invitó a un retiro llamado ENJES en el que asistieron muchos seminaristas, yo no quería ir porque tenía la idea de que los seminaristas “no rompían ni un plato” y pensé que sería algo muy aburrido. Además, la imagen que yo tenía de los seminaristas era de personas santas y sin pecado, por ello me sentía indigno de ir con ellos y experimentaba cierto miedo de descubrir que Dios me quisiera de “curita”.

Una vez que fui a ese encuentro, y que conviví con los seminaristas, me sentí muy identificado con ellos y me di cuenta de que eran seres humanos normales que bromeaban, reían, se enojaban, etc. Eran personas comunes al igual que yo, lo único que nos hacía diferentes es que ellos querían consagrar su vida a Dios.

Después de asistir a este encuentro inicié mi proceso vocacional en el que la inquietud se convirtió en convicción y el miedo en fortaleza. Las misiones vocacionales de Semana Santa fueron determinantes para decir sí al Señor. Convivir con una comunidad rural y descubrir sus necesidades espirituales y materiales, cambió mi perspectiva y me alejó de la indiferencia. En esa Semana Santa decidí entrar al Seminario.

Lo primero que experimenté al aceptar el llamado fue miedo e indignidad. Miedo a dejar mi familia, mis amigos y comodidades, miedo a lo desconocido. E indignidad, al creer que sólo los perfectos eran llamados por Dios… Con el paso del tiempo, el miedo se convirtió en alegría y la indignidad en disposición.

Soy hijo de madre soltera y siempre hemos sido muy unidos, cuando le comuniqué mi decisión de entrar al Seminario ella se emocionó muchísimo me abrazó y me dijo que me apoyaba en todo. Ese día me platicó que el día de mi nacimiento, rumbo al hospital, yo casi nacía en el taxi que nos llevaba, y que, aunque si alcanzamos a llegar, hubo complicaciones en el parto y yo tuve que estar un tiempo en la incubadora, razón por la cual me consagro a Dios. Cuando le pregunte que porque no me había platicado nunca eso, me explicó que no quería que me sintiera presionado o  comprometido. Los 2 estuvimos llorando de alegría y gozo. Es fecha que sigo experimentando su apoyo incondicional. ,

De esta forma confirmé el llamado de Dios, que hoy, 11 años después, reafirmo para volver a responder: “Si quiero ser sacerdote”.

Ser sacerdote significa, para mí, ser mirado con misericordia por Dios, para servir misericordiosamente a Su Pueblo.

Durante estos años hubo muchos momentos de duda, sobre todo en los primeros años. Algunas de las razones por las que dudé en continuar con mi formación fueron muy variadas: Querer estudiar una carrera, vivir un noviazgo, querer salir del seminario para apoyar a la familia en sus momentos difíciles, experimentar crisis de fe, etc.

La dirección espiritual, la oración personal y la Misa diaria fueron la clave para superar estas crisis y renovar el llamado de Dios.

“¿Qué retos has enfrentado en la comunidad al transmitir Dios?”
El relativismo en el que vivimos, y la falta de amor por Dios y la humanidad, son los principales retos a los que me enfrentado, aunado a las propias limitaciones y carencias personales.

26 Ago 2016

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Entré al Seminario a los 18 años. Estaba terminando mis estudios de Preparatoria.

Mi primera inquietud hacia la vocación sacerdotal fue el 11 de febrero del 2006 en una misa del Día del Seminario. Yo estaba viendo las opciones para mi futuro profesional y el seminarista dijo que también contempláramos la posibilidad de la vida sacerdotal. Yo formaba parte de un grupo llamado Escuadrón y eso me había sensibilizado a las necesidades de formación y acompañamiento espiritual de los jóvenes.

Emoción, incertidumbre, nervios, fueron los primeros sentimientos que vinieron al aceptar mi vocación.

Al dar la noticia a mis papás, al principio los “sacó de onda” porque ellos tenían en mente otros proyectos para mí, pero me apoyaron desde el primer momento hasta hoy.

Para mí, llegar a ser sacerdote, significa responder a un llamado que Dios me hace y una invitación a servirlo de manera particular.

Durante el caminar de la formación, siempre hay momentos de duda, situaciones complicadas, pero me daba tranquilidad saber que Dios llevaba este proyecto y no yo. Respecto a los retos que he enfrentado y enfrentaré, hay muchos prejuicios en el pueblo de Dios y en su imagen de Dios que primero hay que purificar para poder llevarlos al encuentro del Dios que es Amor y Misericordia.

26 Ago 2016

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Entre al seminario a los 17 años, cursaba 2o semestre de Universidad, en la Facultad de Ingeniería (FIME). Pertenecía a un grupo de adolescentes en la Parroquia María Madre de la Iglesia.

Creo que Dios hizo audible su llamada a través del sacerdote que en aquél entonces era vicario de la comunidad parroquial a la que pertenecía. El llamado lo sentí como una inquietud que nacía en mi persona al realizar apostolado que como grupo de adolescentes hacíamos en el Hospital 34 del IMSS al ver el rostro de Cristo en mis hermanos y hermanas postrados en cama (sentía que Dios me llamaba a consagrarle mi vida totalmente).

Otro momento especial en el que fui descubriendo el llamado de Dios a ser sacerdote, fue cuando viví el retiro de fin de semana sacerdotal, que organiza el Centro Vocacional, propiamente al contemplar la fraternidad y la alegría de la vocación en mis hermanos seminaristas del equipo vocacional.

En aquellos días tuve un mar de sentimientos, recuerdo que sentía alegría, pero a la vez tenía algo de miedo, me sentía entusiasmado pero también con mucha incertidumbre. Lleno de esperanza, así mismo, algo de temor. El mayor sentimiento era buscar confiar en lo que Dios realizaría en mi persona.

Al dar la noticia a mis papás, recuerdo que lo aceptaron de una manera muy gustosa. Me dijeron que me apoyaban en cualquier decisión que tomara y que estaban conmigo para siempre apoyarme.

Llegar a ser sacerdote, significa intentar responder al llamado que Dios me hace para servirlo a Él en su pueblo. Poder compartir lo que Dios me ha dado: el regalo de la fe. Ser sacerdote para mí significa tratar de ser un puente entre Dios y sus hijos, poder compartir la misericordia de Dios a su pueblo.

Durante el caminar de mi formación ha habido varios momentos difíciles o de dudas, sobre todo en los primeras etapas del Seminario (Menor y CI). Creo que la mejor manera de enfrentar una crisis o dificultad es, primeramente, ponerlo en oración frente a Dios. Segundo, platicarlo con tu director espiritual y también compartirlo con buenos amigos y hermanos seminaristas para que te apoyen.

“¿Qué retos has enfrentado en la comunidad al transmitir a Dios?”
En algunas ocasiones hablar de Dios a la gente puede ser verdaderamente un reto, es un gran reto la manera en la que se debe transmitir el mensaje de Dios, aunado a intentar superar mis propias limitaciones humanas y espirituales, esto con el fin de servir y trasmitir mejor el mensaje de Dios a mis hermanos.

Así mismo, me he enfrentado con el reto de tratar poder transmitir a Dios en una comunidad concreta con problemáticas propias, por ejemplo, un lugar como el tutelar de menores o un asilo, lugares donde me ha tocado servir.