26 Ene 2024

HELLO! 1

Desde el Antiguo Testamento el fundamento del sacerdocio se da mediante la mediación, es decir, el sacerdocio levita siempre encontraba su misión en el ofrecimiento de los sacrificios a Yahvé, Dios. Esto siempre para poder encontrar misericordia o favor por el pueblo escogido. Además, dichos sacrificios -al menos en tiempo de Jesús- encuentran su sentido en el Templo de Jerusalén.

Podemos darnos cuenta que Cristo no ofreció un sacrificio común,  ni siquiera fue en el Templo. De modo que, ante la Antigua Alianza, Jesús no tiene ni el linaje (Levita), ni tampoco ofrece un sacrifico ordinario y tampoco es en el Templo.

Entonces ¿Dónde encontramos que Jesús es sacerdote? En el Nuevo Testamento, el único libro neotestamentario donde encontramos a Cristo Sacerdote es en la Carta a los hebreos. Dicha carta es fundamental en este tema, estamos ante una comunidad de judíos convertidos al cristianismo que comienzan a perder un poco el rumbo, por lo tanto es importante recordar que Cristo es aún más que Moisés (Hb 3,3) y los ángeles (Hb 1, 4). La superioridad es porque Dios lo ha constituido mediador entre Dios y los hombres. Pero, ¿Por qué Cristo es el nuevo y único mediador entre Dios y los hombres?

Esto es, porque Cristo ha asumido nuestra carne humana, ha tomado nuestra naturaleza; pero, no como una realidad a medias, sino de manera completa. De hecho Aquél que no es pecador se convierte en pecado (Flp 2, 8-9) para que así, podamos recobrar nuestra dignidad de hijos de Dios (CEC 460) y poder llegar a nuestra Patria Celeste, nación a la que todos nosotros pertenecemos al ser coherederos de Dios.

Cristo no es constituido sacerdote por sí mismo, quien lo constituye es el mismo Padre (Hb 5, 5-6). Ya que lo ha enviado a nuestro mundo para poder asumir nuestra condición, ser consciente de nuestra vida para acercar la divinidad a nuestra humanidad (San Irineo, Adversus haereses, 3, 19, 1: PG 7, 939) y así, en el cumplimiento de la voluntad del Padre, Cristo se ofrece como sacrificio agradable a Dios en favor de la redención del hombre.

Desde este punto damos un paso más adelante. Ya hemos contemplado que Cristo no es sacerdote como los de la Antigua Alianza ya que no ofrece un sacrificio en el altar del Templo y tampoco tiene la ascendencia sacerdotal, es decir, no tiene por herencia sanguínea el sacerdocio. Pero, es el Padre quien lo ha constituido, esto lo ha hecho en favor de nosotros -sus hijos- para que Jesús al ofrecerse logre la expiación de los pecados algo que los sacrificios de la Antigua Alianza no lograron nunca.

La ofrenda de Cristo es Él mismo, que se entrega en el altar del madero de la cruz, lugar desde donde ofrece al Padre su sangre de cordero inmolado (Jn 1, 29) en favor de nuestra redención, es decir, por el perdón de los pecados. Es así que, Cristo en este sacrificio suyo en la cruz, instituye a su vez un nuevo sacerdocio. Una nueva mediación entre Dios y los hombres.

En la Carta de a los hebreos del Nuevo Testamento encontramos un resumen de todo lo que ya he comentado:

“Todo sumo sacerdote está tomado de entre los hombres y constituido en favor de la gente en lo que se refiere a Dios, para ofrecer dones y sacrificios por los pecados. Es capaz de comprender a ignorantes y extraviados, porque también él se halla envuelto en flaqueza; y, a causa de la misma, debe ofrecer por sus propios pecados lo mismo que por los del pueblo. Y nadie puede arrogarse tal dignidad, a no ser que sea llamado por Dios, como Aarón. De igual modo, tampoco Cristo se atribuyó el honor de ser sumo sacerdote, sino que lo recibió de quien le dijo: Hijo mío eres tú; yo te he engendrado hoy” (Hb 5, 1-5).

Es Cristo quien por su Encarnación toma nuestra naturaleza (Jn 1, 14) comprendiendo nuestra esencia humana al experimentarla en su vida terrena. Es el Hijo de Dios constituido sacerdote por el Padre al enviarlo y en el cumplimiento de su voluntad al ofrecerse como sacrifico expiatorio por el perdón de los pecados de todos nosotros. De modo que, Cristo es sacerdote de la Nueva Alianza, al ofrecerse como sacrificio agradable al Padre, un sacrificio efectivo y único, el cual nos ha comprado con su sangre en favor de nuestra redención.

¿Dónde entran los presbíteros y obispos que participan del sacerdocio ministerial? Hemos dicho que el único sacerdote es Jesús, pero, aquellos que por la imposición de las manos de los sucesores de los apóstoles y la oración consecratoria, participan de este sacerdocio ministerial de Jesús. Ya hemos visto la semana pasada que, el sacerdote encuentra su santidad en la fidelidad que le tiene a Dios, para así amar más a su Esposa, la Iglesia. Nuestros sacerdotes, por tanto, al participar del sacerdocio de Jesús, son también mediadores entre Dios y los hombres, esto, en cuanto que obran en la persona de Cristo cada que participan del misterio salvífico en los sacramentos.

El sacerdote en la misa, no es que ofrezca un nuevo sacramento, no es que aquel sacrificio de Cristo en la cruz no haya valido. Es el mismo sacrificio que se ofrece, es una actualización que nos hace vivir la gracia santificante y siempre actual de parte de Dios. Al recordar aquellas palabras de Jesús en la última cena, mencionadas por el sacerdote en la persona de Cristo en la misa, nos transportamos al tiempo de Dios, nos movemos entre en la humanidad y la divinidad, al tocar nuestra humanidad la divinidad plena de Jesucristo, Hijo de Dios.

Por eso es sumamente importante el sacerdocio, ya que nuestros sacerdotes son mediadores, puentes que nos llevaban a Dios. Tan necesaria es la mediación que Cristo ha querido que su sacrificio y mediación se actualice en hombres que Él mismo ha llamado para que; primero estén con Él y después para santificar el pueblo de Dios. Dicha mediación de nuestros sacerdotes no es algo que pretenda ser individualista o de origen personal, sino, es por la comunidad y siempre obrando en la Persona de Cristo, toda la potestad sacerdotal que ellos tienes es para poder guiar al pueblo santo de Dios, confeccionando el sacrificio de Cristo en su Persona en favor de todos los coherederos del Reino (Lumen Gentium10).

Jesús Humberto Vega Reyes

Seminarista | 3ero. de Teología

22 Dic 2023

HELLO! 1

El 25 de diciembre, el mundo entero se paraliza (creyentes o no) ante el acontecimiento que ha marcado a toda una era y una sociedad. La Navidad, como fecha del nacimiento del Redentor, constituye el cabal cumplimiento de la gozosa espera por siglos que la humanidad hizo de su Dios. Hoy en día, anhelamos la venida definitiva o escatológica; es decir, del fin de los tiempos, por eso es que como Iglesia, hacemos memoria del acontecimiento ocurrido hace dos mil veintitrés años, pero también esperamos el retorno glorioso del Señor. La Octava de Navidad es un período litúrgico que comienza el día de Navidad y dura ocho días, concluyendo el 1 de enero. Durante esta Octava, la Iglesia celebra la solemnidad de la Santa Madre de Dios, en la que se honra a la Virgen María como Madre de Dios, es decir, como la Theotokos.

Durante esta Octava, la liturgia nos invita a reflexionar sobre la vida de la Sagrada Familia y las virtudes de la vida familiar. Ya que debemos ser conscientes de que la Navidad no ha terminado. Es tan grande este acontecimiento, que la Iglesia le reserva estos días para seguir con un espíritu festivo, pero también de múltiples virtudes que ejemplifican la auténtica vida cristiana. Los Evangelios nos cuentan muy poco sobre la vida de Jesús desde su nacimiento hasta el comienzo de su ministerio público, pero lo poco que sabemos nos sirve como modelo para imitar en nuestras propias familias.

La Virgen María, como Madre de Dios y de los seres humanos, guarda en su corazón todas las dificultades y problemas de la humanidad, y medita sobre ellos. Ella nos acompaña y nos guía con ternura materna hacia el futuro, sosteniendo nuestra esperanza en el Señor de la historia.

La Navidad, celebrada en todo el mundo, es un momento de alegría, reflexión y renovación. En la tradición cristiana, marca el nacimiento de Jesucristo, un evento lleno de significado espiritual y simbolismo. El Papa Francisco, en repetidas ocasiones ha compartido numerosas reflexiones sobre la Navidad y la Octava de Navidad, ofreciendo perspectivas que van más allá de la celebración festiva para abordar temas más profundos y universales, trascendiendo así solo de la celebración del 24 de diciembre por la noche y el mismo día 25.

En sus mensajes navideños, el Papa Francisco destaca la importancia de redescubrir el verdadero significado de la Navidad en medio de las distracciones comerciales y materiales que a menudo la rodean. En lugar de enfocarse únicamente en regalos y festividades, el Papa nos insta a reflexionar sobre el significado espiritual de la celebración, recordando el mensaje central del nacimiento de Jesús: el amor, la humildad y la esperanza.

La Octava de Navidad, que se extiende hasta el 1 de enero, es una prolongación del espíritu navideño. Es un tiempo para profundizar en la experiencia del nacimiento de Cristo y permitir que sus enseñanzas permeen nuestras vidas diarias. El Papa Francisco nos anima a llevar el mensaje de la Navidad más allá de la fecha específica y a vivirlo a lo largo de todo el año. De esta forma, el como nosotros los fieles católicos, podemos compartir en el mundo secular la alegría de la navidad cristiana, permitiendo así, a quienes desconocen a Jesús, que el niño ha nacido por amor a nosotros.

En sus discursos, el Papa resalta la importancia de la solidaridad y la compasión durante la temporada navideña. Nos recuerda que la celebración no debe limitarse a nuestras familias y seres queridos, sino que también debemos extender nuestra generosidad y amor hacia aquellos que están en necesidad. En un mundo marcado por la desigualdad y la injusticia, el orbe católico debe atender a la necesidad de solidaridad, la cual resuena como un recordatorio de la responsabilidad compartida que todos tenemos hacia nuestros semejantes, incluso si no son cristianos.

La Navidad, según las enseñanzas del Papa Francisco, es un tiempo para la reconciliación y la paz. En un mundo dividido por conflictos y diferencias, la celebración del nacimiento de Cristo nos brinda la oportunidad de buscar la armonía y construir puentes entre comunidades y naciones. La Octava de Navidad, con su énfasis en la prolongación del espíritu festivo, nos anima a mantener viva la llama de la paz y la comprensión más allá de las festividades inmediatas. Además, destaca la importancia de la familia durante la Navidad. En un mundo cada vez más acelerado y tecnológico, nos insta a apreciar el tiempo de calidad con nuestros seres queridos, a fortalecer los lazos familiares y a ser conscientes de la importancia de los valores familiares en la construcción de una sociedad saludable y equitativa.

En resumen, las reflexiones del Papa Francisco sobre la Navidad y la Octava de Navidad nos invitan a ir más allá de las festividades externas y a sumergirnos en el significado más profundo de esta temporada. Nos insta a cultivar el espíritu de amor, solidaridad y paz, no solo durante estas fechas, sino como un compromiso continuo en nuestras vidas cotidianas. En sus palabras y acciones, el Papa nos recuerda que la Navidad es un tiempo para renovar nuestro compromiso con los valores fundamentales que nos conectan como seres humanos.

REFERENCIAS:

San Juan Pablo II, Homilía del 1 de enero de 1970, Solemnidad de María Madre de Dios.

Papa Francisco, Homilía del 1 de enero de 2019, Solemnidad de María Madre de Dios.

Luis Fabricio Torres Torres

1ero de Teología.

27 Oct 2023

HELLO! 1

Es interesante conocer sobre este nuevo sínodo que ya ha iniciado dentro de la Iglesia que ha convocado el Papa Francisco, que si bien, no termina ahora, sería bueno ver qué nos está aportando, desde lo que ya se había anunciado antes del sínodo como tal; es decir, las consultas que se hicieron a nivel Iglesia para hacer lo que se propone, escuchar a todos, que en sí mismo, ya manda un mensaje muy fuerte y claro a lo que se quiere obtener; así aunado a lo que ya se ha tratado en esta primera sesión que comenzó a principios de octubre.

Si queremos conocer el “para qué” de este sínodo sería bueno preguntarnos a “quién” se invita, ya que lo que se quiere alcanzar es a partir de sus “destinatarios”. El Papa Francisco invita a todos los bautizados a participar de este proceso, ya que somos los bautizados la voz del pueblo de Dios, es decir; con esto se puede traer una visión diferente, porque si veíamos un sínodo como algo lejano que sólo le correspondía a unos cuantos, ahora en lugar de eso, nos compromete a actuar y ser parte de…

Teniendo en cuenta quienes son los involucrados dentro de este proceso, es que podemos ir resolviendo la pregunta ¿para qué?, para poder hacer verdaderamente una reflexión sinodal no sólo por ahora, sino que se haga como un camino que se siga recorriendo a lo largo del tiempo. Esto es lo primordial, que no sólo sea mientras duren las sesiones, sino que se tome como algo propio, es decir, de la misma naturaleza de la Iglesia para que pueda perseverar un “caminar juntos” de aquí en adelante. Es un sueño a soñar, aunque parezca redundancia, aspira a conseguir la Iglesia que se está llamada a ser, es decir una Iglesia en comunión y en misión, como lo expresa el Manual oficial para la escucha y el discernimiento en las iglesias locales.

Ahora bien, para poder alcanzar este sueño de la Iglesia, es necesario tener en cuenta algunas actitudes que se proponen para lograr una buena participación del proceso sinodal, a saber, dedicar tiempo para compartir, que es sinónimo de ser sinodal; tener una apertura a la conversión y al cambio, no dar lugar a prejuicios. Y qué decir de la esperanza que tiene un lugar importantísimo, no basta sólo con tenerla, sino que hay que hacer nacer esta virtud, y tener una gran humildad al momento de escuchar en consonancia a la valentía en el hablar, una actitud de discernimiento, ir más allá dejando atrás las ideologías, estando abiertos al diálogo, todo esto ya que debemos de considerarnos signos de una Iglesia que escucha y que también está en camino, y sobre todo, no olvidar que el Espíritu Santo es el protagonista de este proceso[1].

Aún y cuando el Sínodo de la Sinodalidad concluye el próximo año, el reto es grande para la Iglesia, sin embargo no es imposible, y a pesar de ser un proceso eclesial, el cambio tiene que comenzar desde la propia vivencia de cada uno de los que conformamos la Iglesia, y este giro debe entenderse no como algo meramente superficial; sino todo lo contrario, tiene que evocar en la persona una verdadera conversión de sí hacia la comunión y la misión de llevar a todos el mensaje de Cristo, donde verdaderamente, impulsados por el Espíritu Santo, se pueda decir y testimoniar que caminamos juntos como Iglesia, para llegar a tener entre nosotros los mismos sentimientos de Cristo (Flp 2,5) y alcanzar la salvación.

Jesús Osvaldo Valdés Ayala

3ero de Teología


[1] Cf. https://www.synod.va/es/que-es-el-sinodo-21-24/para-quien-es-el-sinodo.html.

13 Oct 2023

HELLO! 1

Pablo VI inició un modelo de atención a la Iglesia conocido como el Sínodo de los Obispos. En el presente, el Papa Francisco tuvo la iniciativa de convocar un Sínodo de la Sinodalidad que, de hecho, se está desarrollando en este tiempo. Se pueden decir muchas cosas del Sínodo, como su origen, su sentido, las esperanzas que albergan las preguntas que ha suscitado y las respuestas que se pretenden dar. En esta sección solamente abordaremos la estructura en la que este Sínodo se está realizando y, aunque sea un tema más técnico que reflexivo, comprender el modo cómo se está desarrollando el Sínodo permite a su vez descubrir su valor para nuestra Iglesia.

En primer lugar, el Sínodo de la Sinodalidad se inauguró en el Vaticano el 9 de octubre de 2021, con un fin de semana de trabajo. El itinerario básico consiste en una serie de fases de consulta y diálogo, a saber, la fase diocesana (octubre 2021-agosto 2022), la fase continental (octubre 2022- marzo 2023) y la fase universal, en la que estamos actualmente del 4 al 29 de octubre del presente año, así como una segunda etapa en octubre del 2024.

La primera fase, la diocesana, consiste en el trabajo de las iglesias locales con un documento preparatorio desarrollado por Roma para atender y escuchar a todos los fieles. Para lograr el objetivo de escuchar a todos, cada obispo designó a un responsable para desarrollar la consulta sinodal y posteriormente, al concluir, mandar los resultados en el tiempo indicado a la Conferencia Episcopal correspondiente (la nuestra es la Conferencia Episcopal Mexicana). Ellos, a su vez, hacen una síntesis de las aportaciones diocesanas que mandan posteriormente a Roma.

Las contribuciones de las Conferencias confluyeron en un nuevo documento, pero esta vez para la preparación de la etapa continental. Con esto se inicia la segunda fase del Sínodo. El objetivo era muy simple: dialogar sobre las aportaciones de la fase anterior. Lo hicieron agrupándose en las siete Reuniones Internacionales, cada una con un responsable; al mismo tiempo se desarrollaron asambleas internaciones de especialistas que sacaron conclusiones propias. La síntesis de este trabajo llega a Roma, en donde la Secretaría General Permanente del Sínodo elaboraría el Instrumentum Laboris, con el que se trabajaría la última de las fases del Sínodo.

Por último, la fase universal del Sínodo se tiene lugar en la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos que se realiza en dos partes a saber, en octubre de 2023 y el próximo año en octubre 2024. Nos situamos en el clímax de esta propuesta sinodal para la Iglesia y es conveniente tener presente los signos de los tiempos que nos mueven a vivir la comunión entre todos. Recemos para que el resultado de este ejercicio sinodal produzca los frutos del Espíritu que nuestra Iglesia necesita.

Sergio Mendoza González | Coadjutor | Seminario Menor

17 Feb 2023

HELLO! 1

Estando en el ombligo del mes de febrero, estando todavía en el Mes del Seminario, los seminaristas de las distintas casas de formación nos hemos dado a la tarea de visitar las Zonas Pastorales de la Arquidiócesis, teniendo presencia en las parroquias y comunidades para compartir la alegría de la propia vocación, pero principalmente, vamos por una sola razón: AGRADECER.

En las diversas comunidades que he visitado, he sido testigo de que los fieles cristianos de nuestras parroquias oran, ya sea en comunión o individualmente, por el seminario y los seminaristas. Oran a Dios Nuestro Señor para que dé pastores a su Pueblo, y para que los que están en formación nos asista con su gracia en la respuesta que le damos a Él. Los fieles laicos no escatiman sus oraciones por pedir por nosotros y en muchas ocasiones nos lo hacen saber con mucho entusiasmo y alegría: Seminarista ¡Yo oro por ustedes! ¡Siempre están en mis oraciones!

Esto es lo que alegra y anima la propia vocación, y pienso, es lo que mueve al seminarista a corresponder y tener siempre en los labios un GRACIAS a toda comunidad a la que va a Colecta del Seminario.

Y aunque los recursos materiales en sí mismos son un medio, nunca un fin, siempre agradecemos anticipadamente a las comunidades por su apoyo generoso para con el Seminario, en el sostenimiento de la casa y los estudios de los seminaristas, los futuros sacerdotes del Pueblo de nuestro Señor.

A toda la comunidad en general, nos seguimos encomendando a sus oraciones, ya que, en este Mes del Seminario, los seminaristas celebramos que hemos sido llamados a esta vocación específica y con su gracia hemos dado una respuesta generosa. Y, por último, a nombre de mis hermanos seminarista les decimos ¡Gracias por su oración! ¡Gracias por su generosidad! ¡GRACIAS!

Luis Miguel Éxiga López

2do. de Teología

23 Dic 2022

HELLO! 1

Los tiempos de Adviento y Navidad, son momentos llenos de alegría como Iglesia y como familia, es un tiempo lleno de esperanza en el Salvador que estará en medio de nosotros siendo el Emmanuel, el Dios con nosotros. La Natividad de Jesús es un momento tan lleno de gozo para todo cristiano, es allí donde recordamos las palabras del Padre (Dt. 18, 18-19). Dios nos promete a su Hijo, a su Palabra hecha carne que vendrá en nuestra condición humana y en el que Dios pondrá sus palabras y dirá lo que Él mande. Al hacer todo un recorrido en el Adviento de las profecías, en especial las de Isaías, escuchamos como cada percepción que se tenía del Mesías, es realmente lo que en el humilde pesebre de Belén se encontraba.

Antes de la Navidad tenemos una preparación: «el Adviento». Y nos quedamos expectantes ante el cambio visual que se nos presenta, una tonalidad morada, las lecturas nos mencionan que el Señor viene, que nos preparemos y ciertamente, algo que tenemos presente durante este tiempo, es la frase: «Ven Señor Jesús». 

El Adviento procura unos días de entero adentramiento espiritual. Es un entrar en el corazón para limpiar y desechar todo aquello que durante este año hemos guardado; ya sean rencores, envidias, divisiones, rivalidades, faltas de caridad con el prójimo, pecados personales y sociales. En una frase, PURIFICARSE de la impureza de los vicios y pecados que hemos ido acumulando. Este es un tiempo propicio para nosotros como personas, como familias, como sociedades y como Iglesia para renovar y mejorar nuestro corazón. Este tiempo es de espera en el que “es el camino, la verdad y la vida” (Jn,14,6), “del Alfa y el Omega. Aquél que es, el que era y que vendrá” (Ap.1,8).

Los tiempos han cambiado conforme pasa el tiempo, las costumbres y tradiciones ya no tienen tanta relevancia en las nuevas generaciones y pareciera que entre más rápido sean los compromisos, las actividades y los momentos, mucho mejor. Vivimos en un tiempo en que lo fugaz es la mejor opción. Por esta razón sería complicado que alguien que solamente vive de momentos fugaces, tenga una relación cálida verdadera, que lo lleve a una experiencia trascendente.

Uno de los tiempos que considero que ha perdido un poco el significado por la actividad mercantil que la sociedad motiva, es la Navidad.  Deberíamos celebrarla como un acontecimiento real y actual que sucede en cada persona de buena voluntad, no solamente como una fecha que se palomea y no tiene mucha relevancia, más que consumir. 

La verdadera celebración de la Navidad no está en las fiestas, ni en los regalos, en los nacimientos o belenes que se compran, ni en los alegres brindis. Claramente todo esto es consecuente de la Navidad, pero la vivencia que más nos debería importar es la espiritual, que solo puede vivirse en el silencio del corazón, donde únicamente se escuche el mensaje que trae consigo el Verbo hecho carne. Dios quiere venir a tu corazón y quiere que lo recibas, aunque el niño Dios esté en silencio y permanece callado después de haber nacido, nos dice tanto, nos invita a reflexionar a adentrarnos a nuestro corazón.

El ambiente creado por la liturgia de la Navidad, desea provocar la fe en la manifestación divina, la importancia de la gracia y la necesidad del amor. Los colores se tornan de blanco, los cantos se tornan de regocijo y jubilo. Las campanas suenan mientras se canta gloria, el niño Dios se levanta y se muestra como signo de que ya nos ha nacido el Salvador.

La Navidad es el fruto de lo que en el Adviento nos hemos propuesto cambiar, mejorar y administrar bien. No importa si nuestros frutos son pequeños o grandes, lo importante es que sepamos darlos. El fruto necesita florecer expresándolo y dándolo a conocer a los demás, donándose al servicio. Así, pues, la Navidad es Él, lo que celebramos como Iglesia universal, como Seminario de Monterrey, como familia y como personas. ¡Él es nuestra esperanza en la que fuimos salvados! (Rm.8,24).

Manuel de Jesús García Ramos

1ero. de Teología

09 Dic 2022

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Así inicia la historia de nuestro Seminario

El Seminario de Monterrey nació el 19 de diciembre de 1792 por decreto de don Andrés Ambrosio de Llanos y Valdés, tercer obispo de Monterrey, así inicia la aventura de formar pastores al servicio del pueblo de Dios. 

La primera ubicación de nuestro Seminario fue una casa rentada que hacía esquina entre Ocampo y Dr. Coss. Su primer rector fue el Pbro. Br. Don Domingo Ugarte y Burgoa.

El Seminario durante la persecución religiosa

En 1914 las tropas carrancistas ocuparon el Seminario, por lo que los treinta alumnos con que contaba la institución se refugiaron en sus casas en espera de la próxima reapertura.

Ya desde 1910, tras el estallido de la Revolución, la formación eclesiástica de los seminaristas no era tan fácil. Los conflictos político-religiosos de la época ponían en peligro la existencia de los Seminarios. Ante esta necesidad apremiante, el Episcopado Mexicano funda en Castroville, Texas, el Seminario Nacional Mexicano. Tres seminaristas regiomontanos continúan sus estudios en este Seminario; otros tantos se preparaban de manera oculta en la ciudad.

El 1o. de septiembre de 1917, el Seminario reabre sus puertas en el edificio anexo al Templo de Nuestra Señora del Roble, donde permanecerá hasta 1926. Es su rector de 1917 a 1919 el P Juan José Hinojosa. El 11 de junio de 1919 es nuevamente nombrado rector el P. Juan José Treviño. Para 1922 es Prefecto de disciplina y de estudio el Padre Pablo Cervantes, Director Espiritual el Padre Juan José Hinojosa, y entre los profesores se encuentra el Padre Fortino Gómez; en ese momento hay en el Seminario un total de 43 alumnos.

En agosto de 1926 se cierran los templos y anexos, por lo que los seminaristas andarán de casa en casa hasta 1935; ocupando las instalaciones anexas al templo de San Luis Gonzaga, viviendo en la incertidumbre y a veces en persecución.

Don Juan José de Jesús Herrera y Piña, quinto Arzobispo de Monterrey, consigue en Roma, para nuestro Seminario, los restos de un santo mártir. En 1925 llegan los restos de San Teófimo a la ciudad de Monterrey, y en 1931, alumnos y formadores piden al entonces Sr. Arzobispo Don José Guadalupe Ortiz (exalumno de nuestro Seminario), les conceda tener como Patrono titular del Seminario a San Teófimo Mártir.

El Seminario en la casa de San Pedro, Garza García

Para 1954 las instalaciones del anexo al Templo de San Luis Gonzaga resultaban insuficientes para albergar a poco más de 150 seminaristas. Así el 19 de diciembre de 1959 se inauguran los nuevos edificios del Seminario Menor en San Pedro, construidos bajo la dirección y diseño del Octavo Arzobispo de Monterrey Don Alfonso Espino y Silva. Los edificios del Seminario Mayor se inauguran en mayo de 1964.

En los planes del Sr. Espino y Silva al construir el nuevo Seminario, era que dicha institución fungiera como Seminario interdiocesano, en el que las diócesis dependientes a Monterrey pudieran enviar a sus seminaristas, pero el responsable directo de la formación de los seminaristas, así como de lo económico sería el Arzobispado de Monterrey; distinto de un Seminario regional, en el que los obispos de la región comprendida son en colegio los responsables. No es, sino hasta 1972 cuando ingresan al Seminario de Monterrey alumnos de las diócesis de la región noreste.

En agosto de 1973 se ponen al servicio los edificios del Curso Introductorio en Allende, N.L., gracias al apoyo de Dn. José de Jesús Tirado y Pedraza, Noveno Arzobispo de Monterrey.

El Seminario en la casa de Juárez

Las instalaciones del Seminario ubicadas en San Pedro Garza García resultaron insuficientes al aumentar el número de jóvenes seminaristas, llevando a la necesidad de construir un nuevo Seminario, más grande, Es así como el 20 de abril de 1994, da inicio la construcción del Seminario Mayor en el municipio de Juárez. 

Tantas son las personas que hace falta mencionar y que, sin embargo, han escrito con su vida la historia de nuestro Seminario, que faltarían hojas para poder compartir una historia íntegra.

Ya se suman 230 años formando sacerdotes, y con la ayuda de Dios y todo el Pueblo de Dios que sostiene con su oración y su apoyo económico al Seminario de Monterrey, seguirá formando los sacerdotes que la Iglesia de Jesucristo necesita, para los tiempos venideros.

Luis Miguel Éxiga López 

2do. de Teología 

02 Dic 2022

HELLO! 1

Siempre me ha llamado la atención la frase que dice: “De la familia nace la vocación”, ya que he visto reflejada esta frase en la corta vida que tengo.

Durante mi infancia, mis padres no eran católicos practicantes, solamente para el sacramento del matrimonio se acercaron un tiempo a la iglesia y eso bastó para que se alejaran.

Soy el segundo y último hijo de mis padres. Durante mis primeros años de infancia vivíamos en la casa de un familiar en las faldas del Cerro del Topo Chico perteneciente a la parroquia Reina de México en Monterrey.

Aunque mis padres tenían los sacramentos de la iglesia, después de su boda no eran muy apegados a la iglesia, incluso mi madre compartía otra religión; pero Dios siempre coloca a las personas correctas en los momentos correctos.

Un día, mi madre estaba con el quehacer de la casa cuando llegaron a tocar a la puerta de la casa unas personas que venían de la iglesia católica, estaban compartiendo la Palabra del Señor casa por casa, y cuando llegaron a la nuestra se toparon con una madre que compartía otra religión y que tenía miedo de recibir a católicos en su casa, pero conforme fueron pasando los días, aquellas personas iban constantemente a la casa a seguir evangelizando a mi familia, hasta que mi mama volvió a la iglesia católica, formando parte de un grupo de catequesis. A su vez mi papá y mi hermana también se integraron al servicio parroquial ¡quién diría!, las vueltas que dan la vida por gracia de Dios.

Al pasar unos años más, terminando el kínder, me integre al grupo de monaguillos con la ayuda de mi hermana, pero sin duda lo que más me impactó en mis 6 o 7 años de monaguillo fue la evangelización que había en mi comunidad parroquial, esa evangelización que fue la responsable de guiarnos al camino correcto a mi familia y a mí. Sin duda el trabajo pastoral en la parroquia fue algo que encendió en mí, la llama de seguir al señor. Agradezco a Dios haber puesto en mi camino a estos sacerdotes que guiaban el camino de evangelización en la parroquia, le agradezco al Padre Mario Escalera su labor evangelizadora y por haber puesto mi corazón más inquieto por seguir al Señor por medio del sacerdocio.

Seamos una iglesia en salida, que procure llevar a Jesucristo a las personas que no lo conocen, porque no sabemos, tal vez seamos los iniciadores de un milagro de conversión dentro de familias que no conocen al señor, mi familia y un servidor somos la prueba de que Jesús siempre llega a los que no lo conocen.

Oscar Rubén González Ramírez

3ero de Preparatoria 

21 Oct 2022

HELLO! 1

Desde los orígenes de la Iglesia, esta no ha dejado de lado su misión, cada día celebra y administra los sacramentos, anuncia la palabra de vida, y se compromete a favor de la justicia y la caridad. Y esa evangelización produce frutos: da luz y alegría, da el sentido de la vida a muchas personas.

Sin embargo, desde hace ya algunas décadas, nuestra sociedad ha experimentado diversos cambios, de todo tipo; por ejemplo, han ido variando las modas, la manera de pensar, la música, los estudios, la ciencia ha hecho nuevos descubrimientos, hemos crecido en la tecnología y las ciudades han crecido a paso prolongado. En fin, nuestro mundo ha vivido un cambio, y a la par de todo esto, nuestra Iglesia vive también un proceso de cambio, esto lo vemos más claramente a mediados del siglo pasado, cuando el Papa Juan XXIII concibe la idea de convocar un concilio, para poner a la Iglesia en sintonía con los nuevos retos que afrontaba la humanidad.  A propósito de esto, el santo concilio dirá:

“Corresponde a la Iglesia el deber permanente de escrutar a fondo los signos de los tiempos e interpretarlos a la luz del Evangelio, de forma que, de manera acomodada a cada generación, pueda responder a los perennes interrogatorios de los hombres sobre el sentido de la vida presente y futura y sobre la relación mutua entre ambas. Es necesario conocer y comprender el mundo en el que vivimos, sus expectativas, sus aspiraciones y su índole muchas veces dramática” (GS, 4)[1]

La esencia de la Iglesia es ser misionera, y con la enseñanza que nos deja el Concilio Vaticano II, debe encarnarse en diferentes culturas y pueblos. Es tarea de la propia Iglesia el analizar si realmente el Evangelio está llegando hoy al mundo y al hombre que sigue necesitado de salvación.

Dirá el Papa Pablo VI algunos años después, que la evangelización es transformar a cada hombre  a través de la novedad del bautismo y de la vida según el Evangelio (EN, 41)[2] y esta evangelización consiste en anunciar el Amor del Padre revelado por Cristo en el Espíritu.

Este reto que ha asumido la Iglesia, tiene que ir de acuerdo a los nuevos retos que presenta la sociedad, es aquí donde surge el título “Nueva Evangelización”, que será usado institucionalmente por primera vez por el Papa Juan Pablo II en 1983, decía a los miembros de la XIX Asamblea del CELAM en Haití que el compromiso de los obispos, junto con los presbíteros y los fieles era no la re-evangelización, sino la evangelización nueva. Nueva en su ardor, métodos y expresión.

Aquí la idea central del Papa Juan Pablo era que la Iglesia tuviera el mismo ardor misionero que la distingue, y este la ayudase a no quedarse anclada en el pasado.

Esta evangelización tenía que ser nueva en el impulso interior de los evangelizadores, pues pedía el Santo Padre estuvieran siempre abiertos a la acción del Espíritu Renovador; nueva, porque busca modalidades que sean adecuadas a los tiempos y situaciones, y al mismo tiempo; nueva, porque ha de tener lugar en naciones que hace siglos han recibido el anuncio de la Buena Nueva.

La nueva evangelización no se hace porque la anterior haya estado mal o no haya funcionado; no cambia el evangelio ni lo esencial del Kerigma, mucho menos se trata de una reduplicación de la primera, se trata más bien de atreverse a caminar por nuevos senderos frente a nuevas condiciones en las cuales la Iglesia está llamada a vivir hoy el anuncio del Evangelio. [3] Más tarde, los obispos reunidos en Santo Domingo para la celebración del Descubrimiento de América afirmarán que la nueva evangelización consiste en promover la civilización del amor y de la vida.

Con la nueva evangelización, la Iglesia está llamada a hacer un esfuerzo de renovación para estar a la altura de los desafíos que el contexto socio-cultural pone a la fe, a su anuncio y a su testimonio. Juan Pablo II entendía que la Iglesia no debía cerrarse a sí misma, sino tenía que promover una obra de revitalización, poniendo como centro a Jesucristo, renovando las energías para una misión a través de nuevos caminos capaces de hablar a culturas contemporáneas. [4]

Berzosa hará un resumen sobre el contenido y fin de la nueva evangelización, recordando que esta implica una profunda renovación de la Iglesia; en su síntesis dirá los siguiente:

“Los fines de la nueva evangelización se resumen en éste: redescubrimiento de Jesucristo, del Dios Vivo de la revelación y, desde aquí, promover y hacer realidad la civilización de amor y de la vida, redescubriendo el sentido de la historia y de la humanidad: caminar hacia la realización y consumación del Reinado de Dios.”[5]

Años más tarde, el Papa Benedicto XVI convocó a un Sínodo, cuyo tema principal era tratar la nueva evangelización para la transmisión de la Fe. Afirmará el mismo Papa que evangelizar es un arte, pues muestra el arte de vivir que es llevar a Cristo que es el Camino y la Felicidad. Asumirá también la preocupación de sus predecesores, deseaba también que la Iglesia se dejara regenerar por el Espíritu, para presentarse al mundo con un nuevo impulso misionero que promueva la nueva evangelización.(US,6) [6]

La nueva evangelización no busca que se nos escuche como si fuéramos una empresa o traigamos algún tipo de propaganda, pues no pretendemos el poder ni mucho menos extendernos, sino que queremos servir al bien de las personas dándoles a Aquél que es la Vida.

A manera de conclusión, quisiera citar las palabras de Ring Fisichella, que resumen el quehacer de la Iglesia para poder llevar a cabo la nueva evangelización y continuar con esta tarea dada por el mismo Jesucristo:

“El evangelio es el anuncio siempre nuevo de la salvación obrada por Cristo para hacer a la humanidad partícipe del misterio de Dios y de su vida de amor y abrirla a un futuro de esperanza fiable y fuerte (…) Como puede verse, la nueva evangelización exige la capacidad de dar razón de la propia fe, mostrando a Jesucristo el Hijo de Dios, único salvador de la humanidad. En la medida en que seamos capaces de hacerlo, podremos ofrecer al hombre contemporáneo la respuesta que espera o que debemos provocar.”[7]

Esta es la tarea de la nueva evangelización, que hoy también como Iglesia a la luz del sínodo de la sinodalidad seguimos trabajando. Mientras la Iglesia no se abra a los nuevos tiempos, esta nueva evangelización no podrá llevarse a cabo. La Iglesia que camina con sus hijos, con los hijos de este tiempo contemporánea, aquella que acompaña, acoge, enseña y recibe, es la que está llevando a la vida el evangelio mismo.

Jesús Emmanuel Garza Torres

1ero. de Teología

Fuentes consultadas

  • Berzosa, R. (2012). Hablemos de nueva evangelización, para que sea nueva y evangelizadora. (G. Galetto, Ed.). Desclée de Brouwer, S.A.
  • Fisichella, R. (2012). La nueva evangelización. Sal Terrae.
  • Blázquez, R. (2013). Del Vaticano II a la nueva evangelización. Sal Terrae.
  • Benedicto XVI, Carta Apostólica “Ubicumque et Semper” (2010)
  • Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual (1965)
  • Pablo VI. Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi (1975)
  • SÍNODO DE LOS OBISPOS (XIII ASAMBLEA GENERAL), La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana, Lineamenta, Ciudad del Vaticano (2011).

[1] Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual (1965)

[2] Pablo VI. Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi (1975)

[3] Berzosa, R. (2012) p.18

[4] SÍNODO DE LOS OBISPOS (XIII ASAMBLEA GENERAL), La nueva evangelización para la

transmisión de la fe cristiana, Lineamenta, Ciudad del Vaticano 2011, p. 11.

[5] Berzosa, R. (2012) p.21.

[6] Benedicto XVI, Carta Apostólica “Ubicumque et Semper” 2010

[7] Fisichella, R. (2012) p. 96

07 Oct 2022

HELLO! 1

“La sinodalidad designa ante todo el estilo peculiar que califica la vida y la misión de la Iglesia expresando su naturaleza, como el caminar juntos y el reunirse en asamblea del Pueblo de Dios convocado por el Señor Jesús en la fuerza del Espíritu Santo para anunciar el Evangelio. Debe expresarse en el modo ordinario de vivir y obrar de la Iglesia. En este sentido, la sinodalidad permite a todo el Pueblo de Dios caminar juntos, en escucha del Espíritu Santo y de la Palabra de Dios, para participar en la misión de la Iglesia en la comunión que Cristo establece entre nosotros. En definitiva, el caminar juntos es la forma más eficaz de manifestar y poner en práctica la naturaleza de la Iglesia como Pueblo de Dios “peregrino y misionero”. Con estas palabras definía el Vademecum la sinodalidad y sería éste mismo documento el que nos orientaría en la consulta sinodal en su etapa diocesana.

Al iniciar la Consulta Sinodal en nuestra Arquidiócesis (octubre del 2022), encomendada a la Vicaría Episcopal de Pastoral, se convocó un equipo sinodal diocesano que llevaría a cabo este proyecto donde se quiso escuchar a la Iglesia que peregrina en Monterrey. Quisimos que la Consulta Sinodal también fuera pensada para nuestro proceso pastoral y que tuviera como horizonte la planeación pastoral diocesana, de esta manera se diseñó una estrategia operativa que partiera del proceso de consulta sinodal, pero que también nos sirviera para nuestro caminar diocesano.

Pensamos en varios encuentros, pues no solo quería ser un ejercicio estadístico sino un verdadero momento de discernimiento pastoral.  De estos encuentros presenciales hubo dos modalidades, una con agentes de pastoral y otra con la sociedad civil, cada una de éstas con sus propios instrumentos de trabajo. En general los encuentros se desarrollaron en un ambiente festivo y con la alegría de volvernos a encontrar en estos espacios que habían sido suspendidos por las medidas sanitarias debido a la Pandemia del COVID.

La base metodológica con la que se realizó la consulta, fue utilizando algunos elementos del programa de reconstrucción del tejido social de CIAS por la Paz, aplicándose la herramienta de “Círculos de diálogo” y los indicadores determinantes comunitarios del tejido social: Identidad, Vínculos y Acuerdos, que nos ayudaron a diagnosticar el “tejido eclesial”. En estos tres términos encontramos una concordancia con el vocabulario del Sínodo, relacionando identidad con misión, vínculos con comunión y acuerdos con participación. Los encuentros con la sociedad civil, políticos, académicos y empresarios fueron pensadas y ejecutadas con una metodología distinta. Estos encuentros fueron organizados por el Centro Pastoral de Investigación (CPI).

Todo lo compartido en los círculos de diálogo fue plasmado, transcrito y sistematizado de manera electrónica en una base de datos. Se estableció una comisión de análisis para clasificar los aportes de cada encuentro, se categorizaron y cuantificaron las categorías, posteriormente el equipo de análisis dedicó varios días de tiempo completo a leer los aportes para discernir qué nos dicen los participantes y qué nos pide el Espíritu Santo, de este discernimiento se obtuvieron los elementos clave para responder a la pregunta fundamental que nos plantea el Sínodo ¿Cómo estamos caminando juntos? y redacción de la síntesis que se envió a Roma. Además, también se obtuvieron unas líneas pastorales que nos van guiando en la construcción de nuestro próximo plan de pastoral diocesano.

El proceso sinodal vivido como Arquidiócesis ha sido un momento de gracia, ya que, hemos sido testigos de sueños y esperanza, nos hemos dado cuenta de las heridas que vamos reconociendo en el camino, pero también de la buena disposición para sanarlas. Destaca la seriedad y profundidad de los aportes, la participación, el ambiente fraterno durante el proceso; la alegría del encuentro y el deseo de conocernos. Probablemente el fruto más importante del ejercicio fue el ejercicio en sí mismo, es decir, el hecho de encontrarnos como Iglesia, escucharnos y juntos escuchar a Dios que nos llama siempre a cosas nuevas.

Las líneas pastorales que nos acompañan hacia la elaboración de nuestro próximo plan de pastoral y que obtuvimos de esta consulta son:

  1. Reactivarnos y vivir una CONVERSIÓN personal y comunitaria, en perspectiva SINODAL-MISIONERA.
  2. Fomentar ENCUENTROS sencillos de diálogo y escucha fraterna.
  3. Buscar canales adecuados para hacer más efectivo el flujo de información y facilitar la COMUNICACIÓN.
  4. Dar respuesta a los anhelos profundos de INTEGRACIÓN de todas las instancias, a través de una RED pastoral y fraterna que facilite la comunión y participación.
  5. Tener reuniones de trabajo bien organizadas, para una mejor PLANEACIÓN CONJUNTA con todas las instancias y estructuras.
  6. Instalar en las reuniones NUEVAS PRÁCTICAS SINODALES, ayudados de herramientas, que faciliten el diálogo y la escucha.
  7. Fomentar que las ZONAS y DECANATOS, sean espacios de fraternidad, encuentro y colaboración, incluyendo la participación y presencia de los laicos y la vida consagrada.

Mons. Juan Carlos Arcq Guzmán

Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de Monterrey